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“Psicosis”, el poder de la imagen

En Cine y Series domingo, 20 de septiembre de 2020

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Hace 60 años Alfred Hitchcock consiguió el mayor éxito de su carrera con Psicosis, su película más radical y moderna, cambiando con ella la historia del cine, influyendo a innumerables cineastas posteriores e, incluso, haciendo tambalearse para siempre al estricto código de censura hollywoodiense.

Psicosis es una película que combina, como ninguna antes o después, arte y entretenimiento. La mayoría de los críticos no lo vio entonces, pero Hitchcock volvía a entregar una película artística disfrazada como película de género, en este caso terror.

El director británico trasciende el género para crear una obra que es cine puro, celuloide inyectado en vena, una película con un argumento que, una vez visto, se resume en poco, una mujer roba unos miles de dólares para poder casarse con su novio, acaba en un hotel y es asesinada, su hermana y su novio seguirán su pista, ayudados por un investigador privado, y acabarán encontrando al responsable. Dicho así parece poco pero Psicosis va mucho más allá del argumento, logrando que sus imágenes se queden para siempre en la cabeza del espectador.

Psicosis

A esto hay que añadir que en casi la mitad de su metraje no hay diálogos, es Hitchcock manipulando al espectador como el prestidigitador más habilidoso de la historia. Para ello, se sirve de su cámara, de la música de Bernard Herrman, de la fotografía y de los actores, buscando planos imposibles, acelerando o bajando el tempo, combinando primerísimos planos con planos subjetivos, dejando su marca en cada imagen de la película.

Psicosis es el súmmum del director como autor, del que tanto hablaban los jóvenes franceses de la Nueva Ola, una generación que tenía a Hitchcock como uno de sus grandes referentes. Viendo Psicosis parece normal, y es que si a Truffaut le encantaba Hitchcock, puede que a este tampoco le desagradase el soplo de aire fresco que supuso la Nueva Ola.

Por ejemplo, en esa primera escena en la que Hitchcock nos introduce a la ciudad de Phoenix para colarnos, como auténticos voyeurs, en la habitación de un motel. Allí, una pareja de amantes, Janet Leigh y John Gavin, acaba de hacer el amor. Es una escena totalmente moderna, más en línea del Godard de Al Final de la Escapada que de sus compañeros de la edad de oro de Hollywood.

Psicosis

Puede que este aire fresco se debiera a que Hitchcock produjo Psicosis por su cuenta, alejado de los grandes estudios que no se fiaban de un proyecto como este. Basado en una novela barata de Robert Bloch, que partiendo de los asesinatos de Ed Gein había creado a Norman Bates, Hitchcock supo combinar alta y baja cultura como nadie.

Lo que le llamó la atención desde el principio fue el asesinato en la ducha, ya podía ver las imágenes en su cabeza, además quería conectar con una audiencia joven y sabía que este era el proyecto perfecto para ello.

Producir la película él mismo le dio total libertad para jugársela a los censores, pudiendo trabajar fuera de sus restricciones, pero también tuvo que cortar mucho el presupuesto, trabajando con el equipo con el que grababa su conocida serie de televisión.

Psicosis

El director venía de encadenar dos de las películas más grandes de todos los tiempos, Vértigo, posiblemente su película definitiva, y Con la muerte en los talones, posiblemente su película más conocida. Tras Psicosis llegarían Los Pájaros y Marnie, encadenando cinco obras maestras seguidas, algo que no sé si nadie más ha logrado. Pero Psicosis es su momento más libre, la película que, como le diría posteriormente a Truffaut en su famoso libro, nos pertenece a nosotros, cineastas, a usted y a mí, más que ninguna de mis otras películas.

Eso sí, no se olvida de sus marcas, aquí también hay breve cameo por su parte y uno de sus McGuffins más extraordinarios: el dinero robado por Marion, que centrará toda la primera parte de la película, hasta que el director británico decida dinamitar todas las convenciones del cine asesinando a su estrella, y absoluta protagonista hasta ese momento, a la mitad de la película.

En concreto en el minuto 49 y 24 segundos vemos por última vez el cadáver de Janet Leigh, en otro de los aciertos del director. Cualquier otro hubiera cogido al nombre más importante de su reparto y le hubiera cedido el papel de la hermana, la que sobrevive, pero Hitchcock entendía que el shock sería mucho mayor si era Leigh la que moría en la ducha.

Psicosis

Y es que es imposible hablar de Psicosis y no hacerlo de su escena más famosa, una escena que tiene su propio documental, una hora y media sobre esos tres minutos escasos, con 78 planos, 52 cortes y la increíble música de Bernard Herrman, que cambiaron definitivamente la manera de hacer cine. La escena era tan vertiginosa y brutal que el espectador veía más de lo que realmente pasaba, hubo quién creyó ver puñaladas de verdad y también hubo quien creyó ver los senos de Janet Leigh, entre ellos los censores de la película.

Cuando Hitchcock les proyectó la escena hubo varios que se negaron a darle el visto bueno, porque se veía desnuda a una actriz, pero cuando Hitch, haciendo gala de su famoso humor, les volvió a presentar la escena, sin haber tocado absolutamente nada, los que pensaban haber visto un pecho se retractaron y los que no habían visto nada dijeron que ahora sí que se veía.

Al final el director se salió con la suya y dejó marcada a toda una generación de espectadores con la famosa escena, con la colaboración especial de un Herrman cuyos violines parecen hacer más daño que el propio puñal.

Psicosis

Claro que era algo habitual en sus películas, cuando uno piensa en una película de Hitchcock no se recuerda su guión o sus diálogos, recuerda sus escenas y sus planos, el avión persiguiendo a Cary Grant, este mismo subiendo un vaso de leche que sabemos envenenado, multitud de pájaros posados en un parque infantil, el intento de asesinato a Grace Kelly, el eterno beso entre Cary Grant e Ingrid Bergman, Judy transformándose en Madeleine ante los excitados ojos de James Stewart y, por encima de todas, la escena de la ducha.

En el cine de Hitchcock está muy por encima el cómo se cuenta que lo que se cuenta, Hitchcock es el director por antonomasia y Psicosis su caso más paradigmático. Y eso es porque la película es mucho más que su escena más emblemática, siendo un compendio de escenas que se van acumulando unas con otras.

Si la escena de la ducha marca tanto es porque Hitchcock nos ha hecho ponernos del lado del personaje de Leigh, Marion, a pesar de que sabemos que es una ladrona. Lo hemos pasado mal con ella en su huida, incluso tropezándose por casualidad con su jefe (una escena que Tarantino, uno de los hijos de Psicosis, homenajeará en Pulp Fiction).

Construida lentamente, y sin apenas diálogos, con ese policía amenazador o el extraño y largo cambio de coche, el director logra ponernos de su parte durante la primera parte de la película. Además, conviene recordar que la mayoría de la gente que ve Psicosis ahora sabe que es Norman el que comete los asesinatos, pero en 1960 fue todo un shock.

Cuando Marion llega al Motel Bates, a los 27 minutos de película, Hitchcock nos presenta a Norman de una manera extraña pero amable. Seguimos con el punto de vista de Marion y le vemos desde un punto de vista maternal, un pobre chico que vive bajo su opresora madre, pero que la cuida a pesar de todo.

Incluso cuando nos lo presenta mirando a la habitación de Marion, parece un voyeur y nos lo relaciona con la primera escena, cuando Leigh aparece en sujetador. Casi nadie de los que vieron esta película, en 1960, se imaginaban que la película se iba a quedar sin protagonista a su mitad y que iban a presenciar el asesinato más violento filmado en Hollywood hasta la fecha.

Psicosis

Se habla mucho de cómo se ve Psicosis con los ojos de ahora, de si la escena de la ducha queda superada, porque para los ojos de un espectador moderno queda claro que no hay ninguna cuchillada, pero es que Hitchcock estaba haciendo la película en 1960, también la estaba haciendo sabiendo que ningún espectador conocía la historia, ni iba a relacionar a Norman Bates con un asesino en serie.

De hecho, los asesinos en serie casi ni existían en la gran pantalla cuando se estrenó Psicosis. Debemos ponernos en contexto y recordar que en 1960 medio mundo se escandalizó porque, antes de ser brutalmente asesinada en la ducha, Janet Leigh tiraba de la cadena (también por primera vez en la pantalla grande). Y luego estaba el gran acierto de la película, el personaje de Norman Bates y la actuación de Anthony Perkins.

Psicosis

Uno de los cambios fundamentales que hizo Hitchcock con respecto a la novela fue cambiar la apariencia del protagonista, no quería a alguien calvo, gordo y de mediana edad, quería al vecino de al lado, un joven adorable con una sonrisa en la cara. Para ello escogió a Perkins, que le recordaba a su querido James Stewart de joven. Fue un acierto increíble, Perkins dio con el papel de su vida, una actuación antológica de la que, sin embargo, nunca consiguió librarse del todo, aplastado por la sombra de Norman Bates.

Tras el asesinato de Leigh, Hitchcock nos sitúa en el punto de vista de Norman y nos hace ponernos de su lado. En otra escena larguísima y, en el fondo, tan interesante como la de la propia ducha, Hitchcock tiene a Norman limpiando las huellas del horrible crimen durante casi diez minutos, haciéndolo cuidadosamente pero visiblemente afectado. Estamos convencidos de que está tratando de encubrir a su madre.

Cuando el coche en el que va el dinero y el cadáver de la pobre Marion, a la que han asesinado hace apenas diez minutos se queda atascado en el agua y parece que no se va a hundir, Hitchcock nos juega la última broma, ahora estamos deseando que el coche desaparezca, estamos con Norman.

Psicosis

Todo cambiará cuando nos enteremos de que su madre está muerta, pero para entonces Norman ya se habrá convertido en el personaje principal de la película. La última escena es un portento de actuación por parte de Perkins, es la transformación absoluta de Norman en su madre, su descenso definitivo en el infierno de la locura, esa impactante mirada directamente al espectador y esa sonrisa, como ninguna otra antes, son más escalofriantes que las múltiples puñaladas de la ducha.

Hitchcock se adelantó varios años al advenimiento del género slasher, con películas como La masacre de Texas  (Tobe Hoper, 1974), Halloween (John Carpenter, 1978), protagonizada por la hija de Leigh, Jamie Lee Curtis, o Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980) siendo herederas directas de esta película. Pero, a pesar de su evidente influencia, Psicosis está un paso más allá y eso es porque Hitchcock trasciende el género y entrega una película que es mucho más que eso.

Psicosis

Lo curioso del caso es que en ese 1960 otros dos veteranos directores, muy influidos por Hitchcock, entregaron otras dos películas en una vena similar, el británico Michael Powell y su El fotógrafo del pánico, y el francés Georges Franju con Ojos sin rostro. Fueron dos películas notables que no tuvieron esa repercusión, algo de lo que se libró Hitchcock al presentar la película al público antes que a los críticos.

Hizo bien, la mayor parte de la crítica nunca pudo entender a Hitchcock, siempre se fijaban en el guion y en la historia, olvidando la premisa fundamental del cine: contar a través de imágenes. Pocas sigue habiendo tan poderosas como las que nos entregó este genio en 1960.

Nadie que haya visto la película Psicosis se siente del todo cómodo dándose una ducha, igual que bañarse en el mar tampoco fue lo mismo después de Tiburón, una película enormemente influida también por esta, solo hay que ver la utilización de la música de John Williams que hace Spielberg. Y es que Hitchcock siempre tuvo claro que una imagen (por lo menos, si era de las suyas) valía más que mil palabras.

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