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David Lean a través de sus cinco obras maestras

En Cine y Series 14 abril, 2021

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Cuando en 1999 el British Film Institute decidió hacer una macroencuesta para elegir las 100 películas británicas más grandes del siglo XX, tres de las cinco primeros puestos venían firmados por David Lean, un director que era el que más películas metía en la lista, siete, y cuyas cinco grandes obras maestras se colaban entre los 30 primeros puestos. Y es que David Lean es el director británico por excelencia, sobre todo si tenemos en cuenta que Alfred Hitchcock o Charles Chaplin emigraron a EEUU donde realizaron la mayor parte de su carrera.

Para entender a este gigante deberíamos tener en cuenta varias cosas; la primera, sus inicios como montador, puede que Hitchcock sea un director mucho más brillante y vanguardista visualmente, Lean era más un brillante artesano que un revolucionario, pero puede que su pasado como montador haga que Lean nos diera las mejores transiciones entre planos de la historia, ya fuera visualmente o utilizando el sonido, siendo la más conocida esa cerilla encendida de Lawrence que da paso al rojizo desierto.

Lo segundo a tener en cuenta es que su obra está dividida en dos etapas, una primera, principalmente en blanco y negro, en la que definió el cine británico de posguerra con una serie de dramas precisos y brillantes, y una segunda, en tecnicolor, en la que volvió a definir el cine épico de Cecil B. De Mille, prestando tanta atención a los personajes como al marco en el que ocurren.

Citando a Gloria Swanson se podría decir que Lean hizo películas grandes cuando el cine ya se había vuelto pequeño, no fue un rebelde, ni un visionario, pero pocos tuvieron el talento visual de este director que dejaba bien claras sus preferencias: Creo que la gente recuerda las imágenes de las películas, no los diálogos, por eso me gustan las películas.

Para analizar a este gigante del séptimo arte me centraré en sus cinco obras maestras indiscutibles, Breve encuentro, Cadenas rotas, El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago.

Breve encuentro (Brief Encounter, 1945)

David Lean ha pasado a la historia por sus grandes películas épicas, pero puede que la mejor que rodara nunca (con permiso de Lawrence) fuera esta maravilla de menos de hora y media de duración. Se trata de su cuarta película como director y adapta una obra de un solo acto de Noël Coward, no hay un solo fotograma desperdiciado en una de las mejores películas de todos los tiempos.

La película empieza casi como el propio cine, con un tren llegando a una estación, con música de Rachmaninoff, un trabajador entra en la cafetería de la estación y se pone a hablar con la dueña, pero no son ellos los que nos interesan, un leve movimiento de cámara nos muestra una de las mesas, donde un hombre y una mujer hablan tristes, no les escuchamos, sino que seguimos la banal conversación entre los primeros. No es hasta que no entra una parlanchina mujer y se les acerca, cuando Lean nos acerca hasta ellos, parecen incómodos por la interrupción, es, realmente, el final de la película, será la mujer, con una maravillosa voz en off, la que nos comience a contar su historia.

Todo está contado con el mismo nivel de sutileza y brillantez que este inicio. Un ama de casa, en un matrimonio feliz pero aburrido, conoce a un hombre, también casado y aburrido, se enamoran y comienzan una relación, pero la sociedad de la época no es la más adecuada para tener aventuras extramatrimoniales, sobre todo si se tienen hijos pequeños…

Creo que la gente recuerda las imágenes de las películas, no los diálogos, por eso me gustan las películas.

Lean da una clase de concisión y elegancia a la hora de filmar, también ayuda un guion que elimina todos los clichés que rodean a este tipo de historias (el marido de ella es un tipo amable y comprensivo), con una historia basada en pequeños detalles, como una mano en el hombro o una mota de polvo en un ojo, para construir su película más intensa y emocionante. Puede que con el tiempo llegara a grabar películas mucho más ambiciosas que esta, pero nunca volvió a igualar este sentimiento de atrapar en estado puro un trozo de vida.

Cadenas rotas (Great Expectations, 1946)

Posiblemente, la mejor adaptación a la pantalla grande de una obra de Charles Dickens. A pesar de que el director no es del todo fiel al libro, y tiene un reparto en el que aparecen actores demasiado mayores para su papel, David Lean sabe trasladar a la perfección el espíritu crítico del escritor, ese que mostraba las miserias de una sociedad en la que la gente nacía con las cartas marcadas de antemano y los que nacían en el cieno tenían todas las probabilidades de permanecer en él.

Es evidente donde depositan sus simpatías tanto el escritor como el director, si comparamos la nobleza de personajes como Joe Gargery, el herrero padre adoptivo del protagonista, o Abel Magwitch, el criminal que le ofrecerá una segunda oportunidad, con la amargada señora Havisham que juega a su antojo con los más desfavorecidos. Sin duda las mejores escenas son en la decrépita mansión de ésta, donde Lean demuestra que podría haber sido un excelente director de terror, resaltando los elementos más fantasmales pero también los más románticos.

El puente sobre el río Kwai (The Bridge On The River Kwai, 1957)

Esta película sirve para dividir su filmografía en dos, hasta ese momento. Desde que empezara su carrera como director en 1942, Lean había rodado once películas, desde entonces hasta la fecha de su muerte, el 16 de abril de 1991, solo rodaría cinco más. Cinco películas épicas de unas tres horas de dirección, con un lienzo gigantesco, se trata de El puente sobre el río Kwai (1957), Lawrence de Arabia (1962), Doctor Zhivago (1965), La hija de Ryan (1970) y Pasaje a la India (1984).

La primera de ellas marca la pauta a seguir, a partir de aquí las películas de Lean se convertirán en espectáculos visualmente impresionantes y dramáticamente poderosos. El marco se amplía, pero la atención en los personajes sigue siendo fundamental. En esta película nos vuelve a hablar de los aires de superioridad de la clase alta inglesa, esta vez representada por el coronel Jackson, brillantemente interpretado por el actor fetiche de David Lean, Alec Guinness, quien en sus delirios de grandeza termina construyendo un gran puente para el enemigo, solo para hacerle ver a su némesis, el coronel japonés Saito (con el que realmente le unen muchas cosas), la supuesta superioridad británica.

En esta película, en la que todo funciona a la perfección, se puede ver la enorme huella que Lean ha tenido sobre Steven Spielberg, uno de sus discípulos más evidentes, desde el maravilloso uso de la música —es imposible ver esta película y no salir silbando la mítica marcha del Coronel Bogey, un tema de 1914, que Lean utilizó cuando vio que los extras eran incapaces de marchar acompasados—, hasta las escenas de acción, el rodaje en la naturaleza o los movimientos de cámara.

La película ganó siete Oscar, incluyendo mejor película, director y actor, para Alec Guinness, y fue un tremendo éxito de taquilla, lo que permitiría a Lean rodar su película más ambiciosa, Lawrence de Arabia.

Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962)

Si El puente sobre el río Kwai inauguró la etapa épica de David Lean, aquella película quedó totalmente ensombrecida por la enorme Lawrence de Arabia. Todo es gigante en ella: su duración (222 minutos), su dirección, su música, sus actores, su belleza… Lawrence de Arabia es una película con dos protagonistas, el que da título a la película, al que encarnó, en el papel de su vida, Peter O’Toole, y el desierto. Este se convierte en el escenario mítico de la película, es el que forja al héroe y tiene un peso propio, como podemos comprobar en su magnífica presentación, cuando David Lean pasa abruptamente de la cerilla encendida de Lawrence al ardiente sol del desierto. Y es que en los majestosos escenarios del desierto el director verá la perfecta metáfora para reflejar la torturada alma de su protagonista.

Lean inspira a toda una nueva generación de cineastas para ponerse detrás de la cámara, Steven Spielberg y George Lucas entre ellos, filmando las aventuras del poliédrico personaje T.E. Lawrence. Esta es una de las películas más grandes y hermosas de la historia del cine, y Lean supo sacar todo el partido de ello, sobre un lienzo enorme, en cierto modo equiparable a las novelas decimonónicas de autores como Tolstói o Stendhal, con una película hecha para verse en la pantalla más grande posible.

Es imposible no resaltar la música de Maurice Jarre, en su primera colaboración con Lean, pero desde aquí ya se puede afirmar que Jarre se iba a convertir para Lean en lo que Morricone para Leone, Rota para Fellini, Herrmann para Hitchcock o, posteriormente, Williams para Spielberg.

Doctor Zhivago (1966)

Esta es la película más ambiciosa de Lean, era una especie de mezcla de sus dos grandes obras maestras, siendo la suma del intimismo romántico de Breve encuentro y la épica de Lawrence de Arabia, debería ser su obra maestra pero, a pesar de ser absolutamente fascinante, no lo es. Y es que la película funciona bien en el romance, con unos gloriosos Omar Shariff y Julie Christie, pero no lo hace tan bien en el marco histórico, que no queda demasiado claro, el zarismo, la Revolución, la I Guerra Mundial y la consecuente Guerra Civil son solo postales en las que sucede el desaforado romance entre Yuri y Lara.

Aun así, sus poderosas imágenes son totalmente subyugantes, su pasado como editor se puede ver claramente en esta película donde se encuentran algunas de las transiciones de planos más bellas jamás rodadas, y es que Lean rueda de tal forma que los planos solo pueden ser montados así. Nuevamente el sonido y la maravillosa música de Jarre se funden a la perfección con la perfecta puesta en escena de Lean.

Es otra película que se olvida de la televisión, a pesar de ser estrenada en 1966, y que está hecha para verse en un cine, en una pantalla gigante, en la que se pueda apreciar un diminuto tren perdiéndose en la inmensidad de un paraje helado. Puede que no sea la más perfecta reconstrucción histórica de aquellos días, pero David Lean vuelve a saber meterse en el interior de su protagonista, revelándonos el alma de un poeta atormentado. Algo en lo que seguro se vio reflejado el propio autor, un hombre cuyo perfeccionismo extremo haría que solo rodara dos películas más en los últimos 25 años de vida…

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