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Cultura

José Luis Pardo y el Estado del malestar

En Entrevistas, Slow Movement, Cultura 1 diciembre, 2016

Alejandro Serrano

Alejandro Serrano

PERFIL

Nunca se convence a nadie de nada, pero a pesar de ello hay que insistir, aunque sea con uno mismo. Rafael Sánchez Ferlosio.

Nos encontramos en una época donde la fragilidad del contrato social coincide en un momento de auge del populismo. Paradójicamente, la época en la cual la subjetividad se ha vuelto más inestable, elástica, flexible y modulable, es también la era en que la identidad se ha convertido en la más tiránica y rígida de las exigencias individuales, en el más grave de los problemas políticos, como si hubiese que corregir los excesos de igualdad cometidos en el pasado. Así damos con un hecho que nuestras sociedades nos enfrentan una y otra vez: por una parte, fomentan como ninguna anterior lo hizo la búsqueda del propio destino individual, pero por otra parte nos retiran la misma comunidad, dando como resultado una infructuosa búsqueda a la anomia, la indefinición y la desorientación, además de a la imposibilidad de terminar nunca.

Pero esta exaltación desmedida de la identidad, para el filósofo madrileño José Luis Pardo, es lo único que queda en una sociedad que erosiona y atrofia cada vez más la dimensión de lo público, llegando hasta el punto de sustituirlo por lo privado. No se trata únicamente de “estar juntos” en una asamblea, en una aglomeración o en las redes (así llamadas) sociales —no olvidemos que Internet es un lugar para la exaltación del yo como ningún otro—, se trata del espacio público y del poder público, que cada vez brillan más por su ausencia, declara en esta entrevista Pardo.

Este deterioro individual y del espacio público, que se deriva en una miseria moral, coincide también con una crisis económica e institucional, y en conjunto, a lo que José Luis Pardo llama el actual “estado del malestar”, y que es el eje de su último libro Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas, con el que ha ganado el 44 premio Anagrama de ensayo, dotado con 8.000 euros.

"Estudios del malestar", de José Luis Pardo. Anagrama

Despojados los ciudadanos de un notable bienestar material, los ha sumido solo en la miseria, una miseria moral cuando el estado del bienestar jurídico ha aguantado. Cuando la desgracia abate a los ciudadanos despojándoles de su bienestar material, su malestar se llama  pobreza, y solo si, a pesar de todo, viven en un Estado del bienestar jurídico, su pobreza será digna, pues en caso de no ser así a las carencias materiales se añadirá la miseria moral, sostiene Pardo.

Para Pardo, el Estado del bienestar daba por superado el malestar en la historia por parte de una sociedad que se creía modernizada y se sentía entusiasta, pero que al final, comportó en destrucción después de llegar la crisis. Cuando lo que se deteriora es el bienestar jurídico, incluso la prosperidad material es indigna, aunque no haya una palabra para designar con exactitud esa  pobreza política  que es la carencia de derechos o el malestar jurídico. Y en la expresión Estado del malestar  se mezclan esos dos aspectos, agrega el filósofo.

José Luis Pardo

José Luis Pardo

Por otra parte, declara que buena parte del discurso anticorrupción es altamente demagógico. En este contexto, la política se ha convertido también en un espectáculo, y el problema de esa conversión es que también la corrupción se convierte en espectáculo, en un espectáculo al que asistimos para aplaudir o abuchear y que no parece tener nada que ver con nosotros. Por ello, lamenta que este malestar se convierta en un negocio político, ajeno, que se puede rentabilizar, siendo éste uno de los discursos dominantes durante la crisis: cómo rentabilizarlo, y no cómo apagarlo. De ahí que sea un equívoco pensar que el malestar y el bienestar sean solo materiales. Y en este punto, a lo largo del ensayo, Pardo diferencia entre el bienestar material y el jurídico: el primero es estar bien, mientras que el segundo dicta el derecho a estar bien, un derecho que también comporta obligaciones que deben tener un reparto justo en la sociedad; un reparto que de ser injusto afecta al contrato social y a la pobreza.

Ahora bien, frente a esta situación tan compleja, ¿cómo abordarla? ¿Qué perspectiva adoptar? Pardo apunta que la función del intelectual no es la de decirle a la gente (o a los políticos) qué es lo que deben hacer, como si él supiera algo que los demás no saben o pudiera ver más lejos o más claro que los demás, sino señalar el malestar de cada época formulando preguntas y problemas, puesto que no siempre se puede vivir de soluciones y respuestas.

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