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76 Mostra de Venecia #2 Martin Eden, Roy Andersson y Egoyan

En Cine y Series miércoles, 4 de septiembre de 2019

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

El segundo tercio de la Mostra de Venecia ha arrancado con películas menos impactantes, manteniendo solo en parte la calidad artística de las obras presentadas en los primeros días.  Se empezó con la película de Olivier Assayas, Wasp Network. Después de Doubles Vies, la brillante reflexión sobre los cambios en el mundo de los editores en la época del web y de las redes sociales, que se presentó en Venecia el año pasado.

El director galo más cosmopolita y con una filmografía caracterizada por una visión ecléctica sobre su país, ha decidido enfrentarse a las complejidades del mundo globalizado. Assayas nos lleva esta vez a los años 90 con una historia de espionaje ambientada entre Cuba y Estados Unidos y basada sobre los hechos reales contados en el libro The Last Soldier of the Cold War del escritor brasileño Frenando Moráis.

El argumento se centra en los avatares de cinco cubanos agentes secretos de la “red Wasp” del contraespionaje de Cuba, infiltrados en las organizaciones anticastristas de Miami y arrestados en 1998 con la acusación de espionaje. El director pretende desarrollar el tema haciendo hincapié en las ambigüedades y en los conflictos, gracias a una descripción puntual de un sistema de desinformación que hoy en día se ha hecho todavía más patente. Pese a que el intento sea loable, el resultado lo es mucho menos. Wasp Network es una película que vive solo de su forma de narración, sin duda eficaz, pero que no consigue superar el nivel narrativo dejándonos una cinta sin demasiadas sugerencias. Al final, el espectador se queda de hecho con muy poco aparte de algunas buenas interpretaciones, pero nada excepcionales, de Penélope Cruz, Gael García Bernal y Édgar Ramírez.

Festival de Venecia

Gael García Bernal y Penélope Cruz en Wasp Nertwork.

Tampoco brilla demasiado The Laundromat de Steven Soderbergh. Un escándalo sin precedentes, los oscuros secretos de las finanzas contemporáneas y la casi absurda intriga internacional que se conoció como los Panama Papers es el argumento elegido esta vez por el director estadounidense. Diez años después de The Informant!, Soderbergh se basa nuevamente en una historia verdadera apoyándose en el libro encuesta de Jake Bernstein, Secrecy Word: inside the Panama Papers premiado con el premio Pulitzer, empleando, como otras veces, el tono irónico y absurdo de la comedia.

Gary Goldman y Antonio Banderas interpretan a los hombres que emergieron tras el escándalo, Jürgen Mossak y Ramón Fonseca, que aparecen como dos simpáticos sinvergüenzas que cuentan los complejos mecanismos del notorio fraude fiscal en los paraísos fiscales, con absurdas escenas narrativas que introducen los diferentes episodios y personajes involucrados en la trama.

La forma de contar es divertida, como lo son las interpretaciones (sobresale una siempre excelente Meryl Streep en el papel de una testaruda y aguerrida viuda), sin embargo, el procedimiento narrativo es  recargado, repetitivo, con un hilo argumental que acaba por ser confuso, a causa de la cantidad de cajas chinas abiertas frente al espectador en los diferentes capítulos que componen la cinta.

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Gary Oldman y Antonio Banderas en The Laudromat.

Poco que decir de la cinta de No. 7 Cherry Lane del director originario de Hong Kong, Yofan, en su primer intento con el género de la animación. La belleza visual de algunas secuencias y su elegancia no añaden mucho a una historia de amores y desamores en la Hong Kong de 1967, entre un estudiante y la madre de una chica a la que el joven da clases de inglés. El ritmo es extremadamente lento y finalmente aburrido y consigue  trasmitir solamente a ratos la “desolación dentro del esplendor” que el director admite ser el tema central de su última obra.

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Una escena de No.7 Cherry Lane de Yonfan.

Con Martin Edende Luca Martinelli, segunda cinta italiana en concurso, el nivel subió,  regalándonos unas de las películas más interesantes de este certamen. El director originario de Caserta, cerca de Nápoles, con el activo de varios documentales y dos largometrajes —Il silenzio di Pelesjan de 2011 (presentado a la 68 Mostra de Venecia) y Bella e perduta de 2015)— se ha enfrentado con coraje a una novela clave dentro de la obra literaria de Jack London. De hecho cada uno de nosotros tiene dentro de sí mismo a su Martin Eden. Una figura que el escritor transforma en un icono destinado a atravesar el siglo XX, ya que se nutre de la cultura, historia y literatura que caracteriza ya desde principios de siglo (la novela es de 1909) el camino del occidente.

La transposición que Marcello realiza, trasladando la ambientación de la California original a la Nápoles de mediados de siglo XX, no altera mínimamente la sustancia del argumento y el eje temático sobre el que sustenta. Martin Eden nos enseña la historia del rescate y de la traición a la propia clase, en un recorrido que parece ser de rescate del individuo, pero que choca infaliblemente con las costumbres de una sociedad y de su política. Martin Eden está ahogado por todo esto, que se vive también en nuestro tiempo.

Marcello lo cuenta con un estilo cinematográfico libre, variado y con imágenes de gran potencia emotiva que nunca se recrean en su original carga poética. La alternancia entre un estilo narrativo con otro de carácter más documental es perfectamente equilibrada, como el uso de la banda sonora, siempre pertinente y esencial al resultado final. Como los son las interpretaciones de los actores entre los que sobresale Luca Martinelli, excelente en el difícil papel del marinero que tenía el sueño de ser un día escritor.

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Luca Marinelli y Jessica Cressy en Martin Eden.

El listón se mantuvo bastante alto también con las películas de dos grandes autores, ambos reconocibles por su marcado estilo narrativo. Roy Andersson con About Endlessness vuelve a Venecia, tras su sorprendente León de Oro de 2014, con otra de sus reflexiones acerca de la vida en toda su belleza y crueldad, su esplendor y su banalidad. Lo hace proponiendo como siempre su estilo peculiar, hecho de tableaux vivantss; pequeñas escenas, algunas independientes, otra relacionadas entre ellas en un sutil desarrollo narrativo interrumpido solo por aparentes divagaciones.

En esta ocasión, uno de los hilos argumentales es la pérdida de la fe de un cura desesperado, que busca consuelo a sus pesadillas en una fría consulta médica. Junto a él, un limitado número de escenas fijas (la cinta es un poco más larga que un mediometraje) cuentan los avatares —algunas veces con un estilo metafórico casi sarcástico— de personas banales en sus vidas banales, pero también de hechos históricos conocidos. El resultado es perfecto, como el equilibrio logrado por Andersson entre los diferentes elementos descriptivos y visuales. Es el suyo un estilo que puede gustar o menos, pero que sin duda no puede dejar indiferentes.

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Una escena de About Endlessness de Roy Andersson.

Atom Egoyan vuelve finalmente, con Guest of Honor, al estilo narrativo que caracterizó su todavía insuperada etapa creativa de los años noventa, que echábamos de menos, con títulos tan impactantes como Exótica,  El dulce porvenir y El viaje de Felicia. Estilo donde el argumento no sigue un desarrollo lineal, sino que avanza por medio de calculado y complejo mecanismo que une de forma enigmática, hasta casi el final de la cinta, acontecimientos que ocurren entre diferentes presentes y sus relativos pasados. El procedimiento formal origina un thriller psicológico, en este caso basado en la historia de un inspector sanitario (un controlado pero muy eficaz David Thewlis) que tiene que enfrentarse a sus personales demonios mentales y psicológicos, dentro de su universo familiar y el entorno multiétnico en el que vive.

La forma solo aparentemente enigmática sirve una vez más a Egoyan para contar el origen y las consecuencias de una pérdida; el dolor, las incomprensiones, las mentiras y las ilusiones rotas que esta genera en el individuo. El estilo es frío, destacado —la presencia de medios de reproducción visual como el ordenador y el móvil agranda esta distancia, como en otras películas del director canadiense—, pero no el dolor que trasmite. No estamos a los niveles de las otras obras de Egoyan antes citadas, pero es una grata noticia saber que el director no ha perdido del todo su toque.

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David Thewlis en Guest of Honor.

Las vicisitudes del reino de Inglaterra durante la Guerra de los Cien Años, con la famosa batalla de Azincourt, han sido tratados por Shakespeare en sus dos famosas tragedias, Enrique IV y Enrique VI. El cine ha saqueado a menudo este argumento sacando a la luz, por lo menos, dos obras maestras como son el Enrique V de Laurence Olivier y sobre todo Campanadas e medianoche de Orson Welles. Para volver a dicho argumento hay que tener propósitos más contundentes que repetir la misma historia sin demasiadas novedades a nivel formal y narrativo.

Es lo que pasa con el muy esperado The King de David Michôd, presentado fuera de concurso, que por un lado olvida la profundidad y complejidad del texto shakespeariano, mientras por otro ofrece un producto muy comercial, redundante en lo visual y extremadamente lento en su conducta narrativa. De poco sirve tampoco la anodina interpretación de Enrique de Timothée Chalamet, muy lejos de su actuación en Llámame por tu nombre de Guadagnino —a la espera de ver cómo funciona en la última película de Woody Allen que finalmente se estrenará, pero de la que el actor marcó distancias después de la lamentable actuación de Amazon y algunos de sus intérpretes, en contra del gran director estadounidense.

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Timothée Chalamet, en The King.

Fuera de concurso, cabe una breve nota sobre el adelanto de Sky de la nueve serie de Paolo Sorrentino, The New Pope, continuación de la primera temporada, The Young Pope, presentada por primera vez también aquí en Venecia en 2016. Hemos visto solo el primero de los dos episodios elegidos para este adelanto veneciano, el segundo y el séptimo, que retoman el estilo del director napolitano, entre barroco y surrealista, con una nota interesante de pesimismo y abstracción que parecía haber olvidado en su último largometraje sobre Berlusconi, Loro. Temas como el amor, la fe y el misterio parecen ser el eje de esta nueva temporada; esperemos que el cineasta, también guionista, no se recree demasiado en ellos como parece verse en algunos momentos del segundo episodio. A destacar la maravillosa interpretación del nuevo papa de un inmejorable John Malkovich.

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The New Pope de Paolo Sorrentino.

Puedes leer la primera crónica de la Mostra de Venecia aquí.

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