Mundialmente famosa desde que protagonizó junto Adèle Haenel Retrato de una mujer en llamas, el clásico instantáneo de Céline Sciamma, Noémie Merlant, que luego ha trabajado para los más variados directores –Jacques Audiard, Todd Field, Louis Garrel, Isaki Lacuesta, Pietro Marcello…–, dio sus primeros pasos como modelo en el París de 2006. Trabajó para las mejores agencias internacionales –Major, MD Management, Donna–, pero en uno de sus primeros posados, el prestigioso fotógrafo a cuyo estudio se desplazó la agredió sexualmente. Lo ha terminado contando en la televisión francesa y, al final, hasta ha dirigido una película sobre el tema, Las chicas del balcón, que ahora llega a Filmin. Pero, en vez de ser un grave y ensimismado drama, es una alocadísima comedia, negra y descocada, feminista y con trazas de terror, en la que, junto a Souheila Yacoub y Sanda Codreanu, sus compañeras de balcón, pasea su cuerpo desnudo a modo de reivindicación feminista. Bajo el sol canicular de Marsella en pleno verano, una de ellas se encapricha del vecino de enfrente, que resulta ser fotógrafo de moda. La invita a su casa-estudio y…
PHILIPP ENGEL: ¿Ha cambiado mucho el panorama en Francia gracias a #MeToo?
NOÉMIE MERLANT: Sí, por supuesto. Creo que hace unos años no podría haber hecho una película como esta. Ni siquiera yo misma hubiera sido consciente de algunas cosas, que no habría llegado a contar, o no me hubiera atrevido a hacerlo, o no hubiera conseguido el espacio necesario. No hubiera conseguido financiar una película como esta, que ya me ha costado lo suyo: ha sido un proceso muy largo y complicado. Aunque también he encontrado a un productor que tampoco sé si se hubiera atrevido a hacer la película hace unos años. Así que sí, las cosas han cambiado en Francia. Cada vez hay más realizadoras. Al mismo tiempo, todavía hay que seguir avanzando. Tiene que haber más realizadoras, más mujeres en los puestos de responsabilidad, que puedan manejar presupuestos más importantes…
Al menos es distinto de cuando usted llegó a París y padeció todo aquello…
Sí, hay muchas personas que han cambiado su manera de comportarse. Pero, aunque hay platós que son lugares seguros, también los hay en los que no hay ninguna medida contra el acoso, y todavía ocurren cosas… Lo sé, porque es algo de lo que se habla mucho entre las actrices y las maquilladoras. Al menos hay mecanismos que se ponen en marcha cuando ocurre algo, mientras que antes imperaba la ley del silencio. Ahora las mujeres hablan, las escuchan, porque sigue habiendo comportamientos problemáticos, y personas que los encubren. Así que hay que mantenerse vigilantes.
Su película parece una reivindicación de la libertad de las mujeres en toda su variedad y esplendor… Incluso hay elementos escatológicos, como los pedetes…
No soy la primera que ha hecho una película con pedetes (risas). En mi caso, quería tratar un tema de lo más serio con una película que tampoco se tomase demasiado en serio. Porque dejar espacio a que unos personajes femeninos pudieran explayarse como les diera la gana me parecía la mejor manera de que se liberaran del patriarcado. Así de simple. Era una manera de que pudieran conectarse visceralmente a sus deseos, a sus cuerpos, al espacio público, con esa escena en la que caminan medio desnudas por la calle, sin miedo. La película dice que la vergüenza y el miedo tienen que cambiar de bando. Me gustaba la idea de tratar todo eso en un tono de comedia absurda, casi surrealista, en una especie de ensoñación un tanto pesadillesca que me permitía sacar muchas cosas, y calmar otras, poder hablar de la violencia… Hay una catarsis. Quería hacer una película completamente libre, que no fuera políticamente correcta, pero que entablara un diálogo a través del humor. Hablar de la oscuridad, pero con mucha luz. Marsella, el Mediterráneo, el sol.
Los cuerpos cuentan más cosas cuando no llevan ropa.
Es curioso, porque es un tipo de feminismo radicalmente opuesto al que usted defiende como actriz en la nueva Emmanuelle, que es una película extremadamente fría.
Eso demuestra que la famosa mirada femenina, en el fondo, es muy plural y diversa. Son universos completamente distintos, y sin embargo, las dos películas hablan de temas similares: la reconexión con el propio cuerpo, la búsqueda del deseo…
Se nota que usted no tiene ningún problema con la desnudez…
El problema no es la desnudez, o el cuerpo de las mujeres, sino la mirada que se da sobre ellos. Como artista, me cuesta entender el problema de la desnudez de los cuerpos, ya sean de hombres o mujeres. El sexo también es algo esencial para mí. Creo que los cuerpos cuentan muchas cosas, y que cuentan más cosas cuando no llevan ropa. Hay muchas cosas interesantes en cómo se cuenta, por ejemplo, una historia muy sexual. Cómo se filma un cuerpo, cómo se mueve, qué efecto tiene desde un punto de vista artístico… Me jodería mucho no poder filmar la intimidad de las personas, porque es algo que todos conocemos. Hay mucho que contar ahí. Como actriz, creo que el cuerpo es un instrumento de trabajo esencial.
¿Siempre quiso ser directora?
Sí, desde el mismo momento en que empecé a actuar, ya pensé en dirigir. Pero también sabía que no me iban a tomar en serio, y que tenía que concentrarme en una de las dos cosas. Luego fui cogiendo confianza en mí misma, acumulando experiencia, y acabé rodando un primer corto, pero siempre quise ser las dos cosas, actriz y directora.
Pues ha tenido la suerte de poder hacer las dos cosas.
Sí, eso es. He tenido mucha suerte. A menudo me pregunto qué es lo que hace que unos lo consigan y otros no. Los hay que ya conocen el mundo del cine por sus familias, otros no. Yo fui a clases de teatro, y había actores buenísimos que hoy se dedican a otra cosa. Creo que hay que trabajar mucho, saber coger las oportunidades al vuelo, o incluso provocarlas. No quedarse nunca esperando a que las cosas sucedan. Hay que saber encajar los fracasos, perseverar. Mucha gente me dijo que no daba la talla, que no era buena, que no lo conseguiría… Hay que tener confianza en una misma, porque siempre hay personas dispuestas a destruirte. Yo me agarré, me volvía a subir al caballo después de cada caída, diciéndome: ‘Venga, esta vez sí lo vas a conseguir’.
¿Qué tipo de directora es usted?
Creo que eso habría que preguntárselo a ellas. Pero me gusta la colaboración, cuantos más cerebros estén en funcionamiento, mejor. Éramos sobre todo mujeres durante el rodaje, y todas tenían algo que decir, o contar, sobre el tema. Yo escuchaba sus sugerencias, y luego escogía lo que me parecía que podía funcionar mejor, pero tratando que estuviera presente en la película el universo personal de cada una de ellas, desde las actrices al montaje o al sonido. No me gusta la idea del cineasta ensimismado. Aunque está claro que, en este caso, yo tenía muchas cosas que contar a partir de mis propias experiencias.
Ningún cineasta filma las mujeres como Pedro Almodóvar
Como actriz, ¿le da igual trabajar para un director que para una directora?
He trabajado con muchas directoras, pero ha sido por casualidad. Ahora hay cada vez más directores que reflexionan sobre cuestiones de género, que piensan en contar sus historias de otra manera distinta a como lo hacían antes, teniendo en cuenta la opresión a la que han sido sometidas las mujeres. Así que me parece igual de interesante trabajar para unos que para otras. Aunque conectar con una directora que se hace las mismas preguntas que yo tiene algo especial. Es un plus. Está claro.
Como buena francesa, en la película se nota que le encanta Almodóvar…
Lo adoro. Lo adoro. Me lo he cruzado alguna vez. Me encantaría trabajar con él, pero todavía no ha habido ningún contacto. Creo que no hay ningún cineasta que sepa filmar las mujeres como Pedro Almodóvar. Pero no me he atrevido a decirle nada.
En la película, luce una peluca que es un claro homenaje a Marilyn. ¿Qué representa para usted? ¿Vio la película Blonde? ¿Qué le pareció? Hubo mucha polémica.
La vi, pero me fascinó tanto el trabajo de Ana de Armas que no pude pensar en nada más. Luego para mí Marilyn es el icono por excelencia creado por el hombre para el hombre… Para deshacer esa idea de la mujer misteriosa y sexualizada tenía que pasar por Marilyn, y hacer que pudiera encontrarse con sus amigas, y romper el mito, dándole el reconfortante consuelo de poder ser escuchada. Ese guiño a Marilyn era una manera de reparar la historia.
¿Qué tipo de cine le gusta como espectadora?
Me gusta todo. Cine americano, europeo. Clásicos, cosas nuevas. Es imposible abarcarlo todo. Llegué al cine asiático a través del cine de terror. Fellini, Visconti, estoy volviendo a ver todo Miyazaki. Clark Gable, veo cualquier cosa que me apetezca.
¿En qué le ha ayudado Céline Sciamma para esta película?
Seguimos siendo muy amigas, y un día que me vio bloqueada en la escritura del guion se ofreció a leerlo y a ayudarme a escribirlo. Todo fluyó muy bien. También estuvo ahí durante el rodaje, e incluso en la fase de montaje.
¿Teme cómo puede reaccionar el público a su película?
Me gustaría que la amasen, o que la odiasen. No me gusta lo tibio. Leo todas las críticas y comentarios sobre la película. Puede ser un poco masoca, pero también es una manera de aprender…
¿Tiene más proyectos en mente como realizadora?
Sí, muchos. El que más avanzado está es la adaptación de una novela de Cristina Rodríguez, Moi, Sporus, que escribió hace un par de décadas. Es una novela histórica ambientada en la Roma de Nerón. No sé de dónde voy a sacar el dinero para hacerla, pero me enamoré de esta historia. De momento, tengo una primera versión de guion. A ver qué pasa.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!