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71 Mostra de cine de Venecia #2 Un inicio prometedor

En Cine y Series 30 agosto, 2014

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

En sección oficial aparecen ya dos películas interesantes.

El certamen de este año se inauguró con la nueva película de Alejandro G. Iñárritu, The Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance). Dentro de un marco entre lo fantástico y la descripción realista, la película cuenta la historia de un actor en declive, antaño famoso por personificar un superhéroe (Birdman), que quiere demostrar de ser mucho más de una estrella del pasado. Su intento es demostrar su verdaderas capacidades artísticas poniendo en escena, en el famoso St. James Theater de Broadway, una historia breve de Raymond Carver, What We Talk About When We Talk About Love.

El virtuosismo técnico que caracteriza el largometraje (un único plano secuencia a lo largo de casi toda la película) es funcional a la descripción del mundo algo claustrofóbico del protagonista ofreciendo una idea de continuidad narrativa que bien se ciñe a contar las historias cruzadas que tienen como eje principal los avatares y las fantasías que persiguen a Riggan Thompson en su intento es dar sentido a una existencia vacua, en lo familiar como en lo profesional. A lo largo del metraje el argumento, sin embargo, se hace casino, así como el continuo movimiento de la cámara, sobre todo en la última media hora con exceso de finales auto destructivos del protagonista que se resuelven siempre en una salvación tan simbólica como falsamente surrealista.

The Birdman no logra de este modo ofrecer una lectura que sea del todo metafórica de los acontecimientos y sobre todo capaz de situarse de forma convincente en el difícil terreno de una narración basada en el equilibrio entre realismo y fantasía. Pese a estos límites la película se beneficia de unas excelentes, aunque un poco recargadas, interpretaciones de algunas de las más famosas estrellas de Hollywood. En primer lugar un intenso e histriónico Michael Keaton en el papel de Riggan, acompañado por unas eficaces Naomi Watts, Andrea Riseborough y Emma Stone y un nervioso Edward Norton, perfecto en su papel de actor obsesionado por el realismo en la escena.

Micheal Keaton y Edward Norton en "Birdman"

Micheal Keaton y Edward Norton en «Birdman»

El documental The Look of Silence, de Joshua Oppenheimer, es la única obra de no ficción de la competición. Siguiendo en el mismo tema de The Act Of Killing, el realizador estadunidense relata los asesinatos en masa de supuestos comunistas, ocurridos en Indonesia después del golpe de estado de los militares (hoy en día todavía en el poder), del 1965. Una verdadera masacre de casi un millón de campesinos que nada tenían a que ver con el comunismo. A Oppenheimer le interesa sobre todo el problema de la memoria; la de las víctimas que no pueden olvidar y la de los verdugos incapaces de ver y asumir del todo las consecuencias atroces de sus actos.

No es una casualidad que el hilo conductor sean las visitas que el hermano de una de las víctimas hace a varios ejecutores de las matanzas para medir su vista con un instrumento de oftalmólogo. La metáfora es evidente así como sorprende constatar la incapacidad de los entrevistados para reconocer sus actos, de los que a menudo se enorgullecen contando detalles macabros de los asesinatos. El documental consigue relatar la historia, como las repercusiones de la misma en sus protagonistas, con gran simplicidad y sin esconder asperezas y momentos de desasosiego. Todo utilizando sólo la narración oral dentro de un marco visual armonioso, muy controlado y con imágenes refinadas pero impactantes por su belleza formal. Una interesante mirada sobre una etapa terrible de la historia de una país lejano, hoy en día casi desconocida.

Una escena de "The look of Silence"

Una escena de «The look of Silence»

Por otro lado, Xavier Beauvois ha traído a Venecia (donde ha estado ya dos veces con la interesante Selon Matthieu en 2000 y Le petit lieutenant en 2005) una amarga comedia social, La Raçon de la Gloire (El precio de la fama). Ambientado cerca del lago de Ginebra en los años setenta, el largometraje se basa en la verdadera historia de dos amigos que, a causa de sus desgraciadas condiciones económicas (uno acaba de salir de la cárcel, otro tiene que sustentar con trabajos de poca monta a una hija pequeña y una mujer enferma ), deciden robar el ataúd de recién fallecido Charlie Chaplin para pedir un rescate a la familia.

Beauvois juega con la relación entre la pobreza de los dos amigos (unos excelentes Benoît Poelvoorde y Roschdy Zem) y la figura del vagabundo Charlot incluyendo dentro del argumento además la presencia de un circo y la posibilidad de trabajo que éste ofrece a uno de los protagonistas. Pese a que al resultado no siempre funcione del todo, el film consigue ser agradable, las casi dos horas del metraje pasan bastante rápidas, y el equilibrio entre relato social y comedia nunca llega a ser didascálico y redundante. Único elemento negativo, la recargada banda sonora de Michel Legrand repleta de innecesarias citas del tema de Candilejas de Chaplin.

Benoît Poelvoorde, Roschdy Zem y Seli Gmach en una escena de "La Raçon de la Gloire"

Benoît Poelvoorde, Roschdy Zem y Seli Gmach en una escena de «La Raçon de la Gloire»

La siempre interesante cinematografía iraní ha sido representada en el concurso por Ghesseha (Cuentos), de la directora Rakhsan Bani-Entemad. La vida, el amor y las difíciles condiciones sociales presentes en el Irán de hoy día son argumento para un interesante y perfectamente coordinado entramado de historias, cada una vista desde una perspectiva diferente.

La naturalidad con que la directora consigue enlazar la realidad propia de cada personaje es portentosa demostrando en cada imagen un estilo cinematográfico simple, pero muy personal. Al igual que en sus películas anteriores, como Our Times o Gilaneh, la vida de mujeres y hombres pertenecientes a clases diferentes, se muestra delante a la cámara con espontaneidad haciéndonos participes de la narración, gracias una duración de las secuencias calibrada al milímetro. El tiempo dado a los diálogos, frecuentemente bastante densos y alargados, es asimismo perfecto gracias a una elección del tiempo admirable y a unos actores capaces de una gran naturalidad en sus actuaciones.

Una escena de "Ghesseha"

Una escena de «Ghesseha»

El eje narrativo es la presencia de un cámara (na alter ego de la directora) que aparece a lo largo de todo el metraje con el intento de relatar, con no pocas dificultades, los problemas de sus compatriotas. Como él mismo dice en el final, lo importante es seguir filmando ya que seguramente algún día será posible ver las imágenes grabadas. Imágenes, las de Rakhsan Bani-Entemad, de las que podemos sin embargo disfrutar ya en la que hasta ahora ha sido la obra más interesante vista en el certamen.

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