“Mickey 17”, morir para vivir

Bong Joon Ho vuelve al reino de la fantasía tras la hiperrealista Parásitos (2019), adaptando la novela de Edward Ashton, Mickey 7. El director coreano dirige a Robert Pattinson, Naomi Ackie, Steven Yeun, Toni Collette, Mark Ruffalo y Anamaria Vartolomei en una sátira caricaturesca de ciencia-ficción, en la línea de Snowpiercer (2013) y Okja (2017), donde la premisa es la infinita clonación sucesiva (no simultánea) de personas, en beneficio de la humanidad, su progreso y bienestar.

Naturalmente, en un mundo dominado por la codicia, la ambición y el desprecio por los derechos humanos y animales, este procedimiento, que Mickey Barnes (Pattinson) acepta sin leer la letra pequeña, se convierte en un permanente morir y renacer de los modos más viles imaginables, para los denominados prescindibles (expendables). Huyendo de los gánsteres que le acosan, el protagonista parte en una misión al espacio, capitaneada por un pérfido político que habla como Trump y su esposa (Ruffalo y Colette), malvados de pantomima, que manipulan a la tripulación con promesas de éxito y poder en sus hazañas colonizadoras, incluso con el uniforme fascista puesto, mostrando el aborregamiento y falta de valores de sus seguidores.

La parte más interesante del planeamiento queda, sin embargo, obviada, evidente en cada ocasión de las múltiples en que los compañeros de viaje preguntan a Mickey cómo es morir. La metafísica queda fuera de la ecuación y de modo tan patente que creemos que Bong Joon Ho esquiva a propósito la respuesta, dejándonos con la cara de palo o de pena con que el patético y sumiso clon de sí mismo da por atendida la curiosidad.

El director de Mother (2009) ha contado con un presupuesto de 150 millones de dólares, un equipo que incluye a Darius Khondji (director de fotografía de Okja) y a la diseñadora de producción Fiona Crombie para hablarnos de nuevo de post-capitalismo, políticos-empresarios que sueñan con un mundo repleto de seres blancos y superiores (que no serán nada sin los expendables y los esclavos ignorantes) y utilizan la ciencia y la tecnología con los mismos escrúpulos que Hitler. Mickey 17 también aborda de algún modo la limpieza étnica, aquí representada por los amenazados creepers, criaturas nativas del planeta colonizable, tratados como bestias indeseables y amenazantes, cuya verdadera naturaleza pacífica y amable solo son capaces de captar los seres de buen corazón.

Cuando el clonado se duplica, creyendo a Mickey 17 desaparecido fatalmente en una misión —con la que empieza la película in media res—,  se introduce un factor que reanima el filme, con el juego de dobles, como gemelos opuestos, donde Mickey 18, inexplicablemente, ha superado la memoria genética con la adición de factores de personalidad de los que la versión anterior carece completamente. Sin embargo, este recurso se infrautiliza en aras del entretenimiento, las bromas instantáneas y el ensalzamiento del carácter del apocado y conformista 18. A su favor, destacaremos la encomiable interpretación de Pattinson, cuya cara de pena deja paso a un desafiante y chulesco sosias cuyo acento incluso es diferente.

Bong Joon Ho da espectáculo, para quien lo aprecie, sin innovar ni sorprender, la pareja de villanos resulta cansina y repetitiva, pero Pattinson lo borda y la trama, agujereada y todo, no deja de tener interés, aunque si me dan a elegir, me quedo con el cinismo de humor negro y dejo pasar la sátira de brocha gorda, que entretiene casi todo el rato, de las dos horas y diecinueve minutos, en que vemos morir, renacer y aceptar 18 veces un destino aceptado por error, con la misma irresponsabilidad de los que votan a personajes y no políticos, esperando que el zorro vele por las gallinas.