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La Realidad: entrevista con Robert Juan-Cantavella

En Slow Movement lunes, 10 de octubre de 2016

Alejandro Serrano

Alejandro Serrano

PERFIL

Robert Juan-Cantavella (Almazora, 1976) es uno de los escritores secretos más valiosos de nuestro país. Muchos le reconocerán por un estilo libérrimo y un imaginario compuestos por referencias tan castizas (Barricada, Curtis Garland, Javier Krahe, Perros callejeros…) como modernas (Bret Easton Ellis, DFW, Hunter S. Thompson…).

Recientemente, ha publicado La Realidad (Crónicas canallas, editorial Malpaso), donde el escritor juega con los géneros de la crónica, el ensayo breve, el reportaje, la entrevista, el fake, la ficción, partiendo siempre de hechos y personajes públicos y poniendo así en entredicho la etiqueta de escritura de no ficción…

Si David Foster Wallace, esa piedra de toque en el Nuevo Periodismo de hoy, representa la pérdida de ilusión con respecto a su época, en esa progresiva y definitiva astucia relativista y madurez autoconsciente en la que ya no cabe ninguna posibilidad, Robert Juan-Cantavella representa la lógica consecuencia de esa progresión que, sin embargo, parece no haber concluido, y así lo demuestra en cada uno de sus textos periodísticos, barnizados por un humor corrosivo, a menudo necesario para enfrentarnos a nuestro entorno.

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ALEJANDRO SERRANO. ¿Cómo sobrevive un escritor en estos tiempos de inmediatez y poca lectura?

ROBERT JUAN-CANTAVELLA. Los escritores que venden mucho supongo que de las ventas. Y el resto, supongo que trabajamos también en otras cosas. En mi caso siempre ha sido así y me apaño, no lo veo mal.

A.S. ¿Qué te llevó a recopilar todas las crónicas que componen La Realidad? ¿Cuál fue tu criterio de selección?

R.J.-C. Es una idea con la que vengo fantaseando hace algunos años. Pero el espaldarazo final me lo dio el escritor y colega Jorge Carrión, que dirige la colección en la que se ha publicado el libro y me ayudó a darle forma.

A.S. ¿Cómo se puede o se debe relacionar el periodismo con la literatura?

R.J.-C. El periodismo escrito, que es el que yo practico, se hace con palabras, es un mar de textos que tienen siempre una intención, un estilo, que construyen relatos. De modo que es literatura, así que no hay que buscar ninguna relación. Otra cosa es que sea buena o mala literatura, o que el autor tenga o no el propósito de armar ese relato con mayor o menor intención estética. En el caso de La Realidad, no sé si lo he logrado o no pero yo sí tenía esa intención, he tratado de jugar con los géneros de la crónica, el ensayo breve, el reportaje, la entrevista, el fake, la ficción, partiendo siempre de hechos y personajes que me he encontrado ahí fuera, en la calle.

A.S.Y todo esto lo han traído los tiempos… la pérdida de la ilusión, la madurez absolutamente autoconsciente, la astucia relativista… ése es el recorrido del Nuevo Periodismo”, así concluyes el breve ensayo David Foster Wallace en directo, ¿pero a qué crees que es debida esta tendencia en el sector? ¿Vivimos tiempos difíciles para la ilusión?

R.J.-C. A mí me parece que sí. En ese complejo sistema de ola y resaca en que suele avanzar la historia, uno diría que nos ha tocado la resaca. Parece ser que una serie de derechos sociales y políticos que habíamos asumido como propios no nos pertenecían y ahora hay que devolverlos con intereses. En un escenario como ese poco espacio queda para la ilusión.

A.S. A juzgar por la decadencia del periodismo en la última temporada de The Wire o la cancelación de The Newsroom, por no hablar del insistente fracaso de los personajes periodistas en la mayoría de las series, parece que estas han dejado de creer en el periodismo. Más bien, parece que lo han vampirizado. ¿Cómo valoras este hecho? ¿Piensas que más que periodistas, lo que hay son comunicólogos?

R.J.-C. No soy capaz de valorar la importancia que pueda tener que a los autores de series les interese o no el periodismo. Yo creo que sí hay periodistas y buen periodismo. Lo que sucede es que del otro hay más.

A.S. Veo en tu enfoque periodístico una manera de caricaturizar, pero sin llegar a apostar tanto por unos u otros personajes, dejándolos libres para que el lector tenga más posibilidades de juego con ellos, muy lejos de la tendencia maniquea del periodismo actual. ¿Echas en falta honestidad en el periodismo contemporáneo?

R.J.-C. El periodismo es un oficio, pero es también y sobre todo un derecho del ciudadano, muy ligado a sus libertades personales y a sus derechos civiles. En este sentido, creo que pedirle siempre más, más honestidad, más arrojo, más independencia, es un derecho y un deber del ciudadano, una actividad higiénica. De modo que sí, echo en falta más honestidad en el periodismo. Hay buenos periodistas, gente honesta. Pero nunca son suficientes.

A.S. El fast-food y el slow food, llevado al plano del tipo de contenido de los medios audiovisuales, ¿acaso no son las dos caras de la misma moneda?

R.J.-C. Si entiendo la pregunta, me viene a la mente lo de la televisión pública noruega que, al parecer, emite durante horas ininterrumpidas viajes en tren o a gente tejiendo una bufanda. No sé si son las dos caras de la misma moneda, pero parece que así hay menos espacio para decir sandeces y ponerse en ridículo.

A.S. ¿Crees que vivimos en una época que simplifica mucho su relación con la realidad? ¿Cómo crees que tendría que abordar esta relación un periodista?

R.J.-C. No creo que en nuestra época se simplifique la relación con la realidad (si eso es posible). Sucede que la realidad siempre va por delante. A tiempo real nunca ha habido muchos, ni ahora ni antes, que tuviesen la capacidad de interpretarla. El ser humano siempre cree que su época es la más compleja, más llena de cambios, más difícil de penetrar. Puede que sea un mecanismo de autodefensa de los pobres mamíferos que somos, vivir con la ilusión de que estamos en el centro de algo.

A.S. ¿Es la sátira el género literario que mejor desentraña esa realidad? ¿A qué es debida su creciente ausencia en el periodismo y la literatura? ¿Hemos perdido la capacidad de diálogo con la realidad? ¿A qué crees que es debido?

R.J.-C. La sátira es en efecto una forma de desentrañar la realidad. No es la única ni creo que tenga que ser la mejor. Lo mejor es contar con ese punto de vista y también con otros, una especie de polifonía. A mí, personalmente, la sátira me interesa mucho, me permite establecer una distancia que me da libertad a la hora de escribir.

A.S. ¿Qué actitudes de la gente te inspiran y te hacen querer hacer cosas?

R.J.-C. En el caso de este libro, el punto de partida ha sido siempre el personaje (Curtis Garland, Javier Krahe, Mariano Rajoy, Bret Easton Ellis…) o el acontecimiento (la campaña electoral, el último concierto de Barricada, el Zapatismo…) sobre el que escribía.

Me gusta encarar el asunto con un bloc en blanco y empezar a tomar notas sin tener un propósito muy claro. Luego la idea final del texto va tomando forma poco a poco. El azar juega un papel importante. A veces, el simple acto de tomar las notas, la forma en que lo escribo, las expresiones que utilizo, condicionan lo que vendrá después y me llevan a hacerme una idea u otra, tomar un camino u otro.

Otras veces, el texto crece más tarde, cambia de forma días después, en casa, ya lejos del personaje o del acontecimiento. Me gusta dejarme llevar, no tenerlo todo claro desde el inicio.

A.S. ¿Piensas, como Rubén Martín Giráldez, que el lenguaje sólo se preocupa de sí mismo, es decir, que importa menos lo que el autor quiere o tiene que contar que lo que el lenguaje expresa a través de él?

R.J.-C. Es una visión, muy cercana en ocasiones a la poesía, que me interesa mucho. Como lector, si está bien conseguida, como en el caso de Giráldez, o de maestros suyos como Gracián o Rabelais, me parece fascinante. Pero me parece también que esa atención privilegiada al lenguaje y a la forma no implica una desprecio por la historia.

Magistral, El Criticón, Pantagruel cuentan una historia. Cambia el volumen que le damos al estilo, y eso modifica la forma en que el lector vive esa historia, pero no hay divorcio. Como escritor el lenguaje me interesa mucho, y hay momentos donde trato de darle un protagonismo que puede eclipsar la historia que se cuenta (más en mis novelas que en este libro). Pero lo utilizo como un recurso. En mis últimas novelas, y sobre todo en este libro de crónicas, esa no ha sido mi intención principal.

A.S. ¿Qué piensas, cinco años después, de la situación política actual?

R.J.-C. En parte, lo mismo que pensaba cuando escribí La noche de los mequetrefes, un texto sobre la campaña electoral del 2011 que aparece en el libro. Es decir, desesperanza, rabia, odio. En parte, con la ruptura del bipartidismo, me obligó a mí mismo a querer ver una luz al final del túnel. Cada vez me cuesta más imponerme esta obligación, la verdad, pero surgen algunos destellos y lo sigo intentando.

A.S. ¿No crees que hay cierta actitud paranoica a pensar que todo está corrupto?

R.J.-C. En absoluto. Nosotros porque estamos acostumbrados (y eso es terrible), pero vaya, que los periódicos destapen cada día un nuevo caso de corrupción y hayamos aprendido a asumirlo como si de la página de deportes se tratase no me parece propio de un país civilizado. No todo está corrupto, la mayor parte de la gente de la calle es básicamente honrada, pero sí lo están ciertos organismos que tienen unas implicaciones brutales en la vida de los ciudadanos, como el sistema judicial y el político.

Por poner como ejemplo sólo el último hit (que para cuando se publique esta entrevista ya habrá sido olvidado, enterrado y en la práctica absuelto), no me parece normal que a la señora Neelie Kroes, ministra en su país, comisaria en la Comisión Europea y un montón de otros altos cargos públicos y privados de los que han ido modelando a qué tiene derecho y a qué no la gente normal, la hayan pillado evadiendo impuestos (es decir, robando al erario público) y el castigo vaya a ser un par de días en primera plana y una reprimenda oral de alguna infame comisión de investigación que termina siempre en merendola. Deja tú de presentar el IRPF un año, o de pagar la hipoteca, a ver si te invitan a una comisión de investigación para darte una regañina y decirte Ay, ay, ay… eso no se hace. Más que paranoicos creo que estamos anestesiados.

A.S. ¿Qué opinas de esta euforia-odio de las dinámicas de las redes sociales? ¿Crees que este cambio y tendencia de las redes sociales nos está convirtiendo en mera mercancía de usar y tirar?

R.J.-C. No controlo mucho el tema redes sociales. Supongo que habrá de todo. Las nueces siempre han crecido entre el ruido.

A.S. ¿Qué actitudes de la gente te inspiran y te hacen querer hacer cosas?

R.J.-C. Este libro tiene dos motores fundamentales, el amor y el odio (nada nuevo bajo el sol, por otra parte). He escrito sobre gente a la que amo (Curtis Garlando, Javier Krahe, Barricada) y sobre gente a la que desprecio (Mariano Rajoy, Bernard Madoff). En el terreno de la no ficción son dos sentimientos que me ayudan a trabajar.

A.S. ¿Qué relación mantienes con tus contemporáneos? ¿Cómo crees que han influido en tus ambiciones?

R.J.-C. Hay muchos artistas, cineastas, escritores que trabajan ahora, al mismo tiempo que yo, sobre los que aprendo mucho y que me ayudan a mantener una fuerte ambición. Muchos otros que me sirven para lo mismo ya están muertos.

A.S. Para terminar, ¿hacia dónde se dirige Robert Juan Cantavella?

R.J.-C. Estoy metido en una novela. Veremos cuándo logro sacar la cabeza.

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