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Música

The Haçienda: Auge y caída del imperio del éxtasis

En Slow Movement, Música 14 mayo, 2019

Alejandro Serrano

Alejandro Serrano

PERFIL

En 1988, la nublada y gris ciudad de Manchester se había vuelto maravillosamente flúor, acid y llena de extasiada extroversión, gracias a clubs tan emblemáticos como The Haçienda. En ese momento, Manchester se convirtió en Madchester, la meca para la gente que quería fiesta veinticuatro horas al día y para los risueños ravers de todo el norte de Inglaterra y de las Midlands. Fundada y financiada por New Order y Anthony H. Wilson, el jefe de su sello discográfico, Factory, este singular club tenía todas las papeletas para convertirse en el epicentro cultural de Inglaterra.

Su nombre, inspirado en el eslogan utópico situacionistala hacienda debe construirse, iba como anillo al dedo a una nave de exposición de veleros y yates, industrial y distópica, que acabaría convirtiéndose en uno de los clubs más influyentes de la historia, de no haber sido por su mala gestión, terribles decisiones, consumo desaforado de estupefacientes y aún más desfase.

The Haçienda

Peter Hook (Salford, 1956), miembro de la banda de Joy División y New Order, y uno de los dirigentes del club, narra el auge y la caída de esta mítica sala en su libro The Haçienda: Cómo no dirigir un club (editorial Contra), en una suerte de manual de mala emprendeduría, donde unos jóvenes artistas entusiastas se ven involucrados en un proyecto tan ambicioso como suicida, que echarían a perder dada la inexperiencia en el negocio de los integrantes. Sin embargo, el legado está ahí y, a día de hoy, esta leyenda sigue inspirando a muchos promotores actuales. Por ello, aprovechamos su reciente traducción para hablar sobre su incalculable influencia en los pasados y presentes clubs, con el gran periodista, dj profesional, jefe de prensa de la sala barcelonesa Razzmatazz y autor del libro ¡Bacalao! (ed. Contra), Luis Costa (Barcelona, 1972).

Da la sensación de que el espectro de The Haçienda recorre muchos de los emblemáticos clubs de electrónica actuales. ¿Hasta qué punto piensas que el caso de The Haçienda fue un desastre? ¿Es esta sala un claro ejemplo de lo que no se debería hacer a la hora de gestionar un club? ¿Piensas que su legado aún pervive en los clubs actuales?

Fue una locura maravillosa, que desafiaba toda lógica dentro de la escena de club. Tanto es así que fue un absoluto fiasco empresarial, un desastre titánico, donde todos sus socios se estrellaron. Entre ellos los componentes de New Order, accionistas de Factory, su sello, que entró en el negocio. Los clubs suelen ser lugares oscuros e industriales, con una estética underground, donde el principal esfuerzo y reclamo está —o debería estar— en su equipo de sonido y en hacer de la experiencia algo tan cómodo como festivo. Un buen servicio a todos los niveles, por supuesto, pero no es una galería de arte. La gente va a los clubs a darlo todo en la pista y a sudar, no se pone a mirar las paredes y la decoración. Sin embargo, si no suena bien, el clubber ya se lo piensa. En los primeros meses en The Haçienda, tras su inauguración en mayo de 1982, la gente se quejaba del sonido, que por lo visto era lamentable y claramente insuficiente. Al cabo de medio año, se dieron cuenta de que solo uno de los altavoces que habían comprado funcionaba, los otros se los habían colocado estropeados, pues así todo allí, delirante. Su legado, sin duda, pervive en el tiempo y el espacio, es el referente de uno de los momentos clave de la cultura de club, el epicentro del acid house, casi nada. Un ejemplo de que siempre hay que apostar por el sonido y ambiente que le quieres dar a tu club, si lo que quieres es darle personalidad y diversión.

The Haçienda

Foto ©Peter Walsh.

Aunque el ejemplo de The Haçienda es representativo de lo que no se debería hacer dentro de la gestión de un club, hay cuestiones de sobra que hemos aprendido de este singular local, que no solo han mermado con el tiempo, sino que a veces parece que se hayan extinguido, como el idealismo y las posibilidades creativas que ofrecía. ¿Dónde han quedado estos valores en el presente? ¿Acaso prima hoy más el dinero que la felicidad de la gente? ¿Faltan idealistas y menos hombres de negocios? ¿Y si es así, sería sostenible un club como The Haçienda en el mercado actual?

Absolutamente de acuerdo con todo esto, es triste, pero es así. Pero me temo que es un escenario común en el entorno del arte y de la creatividad. En mi opinión, la década de los 90 fue el último bastión para la creatividad más independiente y libre aún, para subsistir dentro de un modelo capitalista. Lo que ha venido después no sabría ni cómo definirlo, no tengo claro siquiera si sigue siendo un modelo capitalista. Es un modelo totalmente deshumanizado, donde apenas hay margen para la creatividad y la libertad. Todo pasa ya de saque por una premisa comercial salvaje. La escena de club ha sido históricamente uno de los pocos páramos donde poder refugiarse de la locura deshumanizada del día a día, y el fin de semana un lugar donde abandonarse a esa cultura. Ni The Haçienda ni tantos otros clubs de la época, en Nueva York, Paris, Londres o Tokio, podrían volver a funcionar hoy en día, mucho me temo, ni el más aventurero de los espíritus podría con ello. La crisis económica y de valores, en un planeta que se cae a trozos, no es el mejor escenario para este tipo de empresas. Queda mucho por hacer en tantísimos ámbitos antes, salvar los muebles entre todos primero, y luego ya lo celebraremos bailando. Mientras tanto, a mí en determinados ambientes no me verán.

The Haçienda

Son curiosas las similitudes entre la escena de Manchester y la valenciana, con la ruta del bakalao. ¿A qué piensas que es debida esta sincronía a la hora de proponer una vanguardia musical en la programación de las salas? ¿Cómo logró Valencia estar más cerca de Manchester o Londres que otra ciudad española?

Ya lo dijo Tony Wilson, que sólo en dos ciudades como Manchester y Valencia podían surgir esas escenas tan avanzadas y transgresoras. Pero no me cabe duda de que la de Valencia fue mucho más potente y precoz. The Haçienda no empieza a tener color de verdad y despiporre en la pista hasta 1987 más o menos, y Valencia ya llevaba desde 1980 con una escena de clubbing muy potente y absolutamente pionera, con discotecas como Metrópolis, Distrito 10, Barraca, Chocolate o Espiral, y djs como Juan Santamaria, Carlos Simó o los hermanos Serrano, funcionando con unos  tremendos y una imaginería paralela tremendamente creativa y avanzad, por no hablar de la música en directo y de la aparición en 1983 de la tienda especializada para djs Zic Zac, en Valencia ciudad, otro nivel. En este sentido, Valencia no sólo no tiene nada que envidiar de Madchester, sino que fue precursora del clubbing mucho antes. La conexión vino en 1984 primero, con el concierto de New Order en Pachá, y luego con el mítico concierto de los Stone Roses en Barraca en 1989, que tocaron gratis, gracias a la mediación del malogrado Juan Santamaría, que vendía toda la crema mancuniana en su tienda Radikal. Todo este percal lo pinchaba Jorge Albi en Barraca Bar y en su programa de radio La Conjura de Las Danzas, que convertía en festival una vez al año en verano, en Barraca. Pero todo esto fue a partir de la segunda mitad de los ochenta, cuando Valencia ya llevaba un lustro dando caña. Eso sí, el cómo no te lo sé decir, aún me tiene fascinado a día de hoy. Respect.

The Haçienda

Foto ©Peter Walsh.

¿Por qué volver ahora la mirada al caso de The Haçienda? ¿No crees que hay un retorno general a esta época, que está afectando al mercado musical actual también? Sellos como Pinkman o LIES, o djs y productores como Younger Than Me, Dj Normal 4 o Luca Lozano, han puesto también la mirada en esta mágica época del segundo verano del amor, cuya inestabilidad económica y social, tampoco dista mucho de la actual. ¿A qué piensas que es debido?

Sin duda,, hay una vuelta a todo esto y puede que, en parte, como respuesta natural a los oscuros tiempos que corren, pero solo en parte, ya que en la música electrónica hay una vuelta recurrente a sonidos pretéritos que se van recuperando cuando ha pasado un tiempo prudente, que convierte a ese ejercicio en algo fresco y excitante, y no en simple nostalgia o retromanía. En su constante viaje hacia delante de reinvención, la música electrónica mira al pasado para trabajar en el futuro, y ahí van volviendo sonidos que en algún momento pusieron la pista del revés. Que le haya llegado el turno al hardcore rave, al electro y a los breaks, lo veo como algo natural y hasta previsible. ¡Y me encanta! Yo me crié musicalmente en los 90 y amo todo lo que dio de sí. Además fue un momento absolutamente iniciático y de ignición para la cultura de clubs y el asalto de la electrónica a la cultura de masas. En cuanto a los tiempos que corren, siento ser cenizo, pero me temo que son bastante más oscuros ahora que en los 90. Así que bien por los sonidos incómodos, inconformistas y oscuros. ¡Vamos a montar raves!

¿Qué tres temas elegirías como representativos de The Haçienda y por qué?

Quango Quango – «Love Tempo» (Mix)(Factory Records, 1983)

Micke Pickering, el que fue programador de los conciertos y primer DJ residente de Haçienda, produjo «Love Tempo» con su grupo Quango Quango en 1983, intentando emular el sonido de la discoteca Danceteria de Nueva York, que de hecho fue también el modelo para crear The Haçienda. De hecho, este remix es del gran Mark Kamins, dj residente de Danceteria y primer productor y pareja sentimental de Madonna, habitual en Danceteria. El maxi, además, está producido por el equipo Be Music, que no son otros que los componentes de New Order, con Bernard Summer a los controles de la consola. Curiosamente, este EP sería considerado uno de los precursores del house americano, una de sus principales influencias.

Marshall Jefferson «Move Your Body» (Trax Records, 1986)

El propio Pickering lo ha recordado varias veces y creo que Peter Hook recupera también ese momento mágico en su libro. El momento exacto en que pinchó por primera vez este tema en Haçienda y lo loca que se volvió la gente en la pista, que todavía no estaba petada, para nada. Pero algo cambió en ese momento, la gente se volvió por primera vez hacia la cabina del dj (que estaba en el piso de arriba, en lo alto) y se quedó mirando a Pickering. Y empezaron a bailar de otro modo, hipnotizados, descolocados. De hecho, no empezarían a colocarse en la pista hasta un año después. En ese instante empezó todo.

Happy Mondays – «W.F.L.» «(Think About The Future – Paul Oakenfold Mix») (Factory Records, 1988)

Ya en plena explosión del acid house en The Haçienda, este remix resume muy bien el universo madchesteriano, con el pop de bandas de Manchester como The Stone Roses o Happy Mondays mezclado con la escena raver y el acid house. Oakenfold además es el responsable de las primeras fiestas acid house en UK, tras su epifanía en 1987 en Amnesia, Ibiza, con Alfredo a los platos. Finalmente, Happy Mondays es el grupo que llevaría al sello Factory a la quiebra tras su despilfarro y colapso en Barbados grabando su álbum… Yes Please!, de 1992.

Haciendo un repaso a la situación pasada y presente de la escena electrónica europea, ¿qué piensas que nos depara el futuro? ¿Cabría la posibilidad de un tercer verano del amor? ¿Cómo ves el futuro de la música?

Soy optimista de serie, pero me lo están poniendo difícil. El primer verano del amor fue en 1967, en California, y el siguiente entre 1988 y 1989, en UK e Ibiza. Es decir, entre uno y otro pasaron 21 años solo. Estamos en 2019 y, treinta años después, seguimos a dos velas, camino de algo que por lo menos se le parezca, pero nanai. Este verano sería un buen momento para ponernos al día, ¿pero dónde…?, ¿en Ibiza?. Piensas en algún lugar donde se pudiera dar algo así y de entrada no te viene ninguno. Ojalá llegue pronto. De todos modos, yo lo observaré desde la barrera, con un Tom Collins en la mano, tranquilamente, y escribiré sobre ello, sin duda.

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