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My Morning Jacket es el mejor grupo del siglo XXI y tú no lo sabías (o sí)

En Música 7 enero, 2016

Jorge Salas

Jorge Salas

PERFIL

Teoría y realidad sobre la leyenda de mejor grupo del siglo XXI que persigue a My Morning Jacket desde hace años.

En la era en la que se serigrafían camisetas con eslóganes decantados a partir de poemas del siglo XVIII sin que nadie sepa nada, siempre hay excepciones, dispuestas a calibrar su existencia a partir de la confirmación de la regla general. El ignorance is bliss destilado de la «Oda sobre una vista lejana del Eton College» de Thomas Gray, y que ya incluían The Divine Comedy en su debut en los 90, esconde en realidad la arquetípica radicalización del mensaje en busca de la paz: la ignorancia es felicidad, y ya está. Filosofía de padre: y punto. La verdad os hará libres, pero sin pasarse.

La excepción a la regla general que viene a decir que sólo el que ignora puede ser feliz es, sin duda, My Morning Jacket. Ignorar la presencia de la mejor banda del siglo XXI sólo produce infelicidad refleja de la dicha que produce saberlo, a partir de la experiencia. Es cierto: referirse a cualquier producto artístico sujeto al criterio subjetivo de cada hijo de vecino es una osadía estúpida. Sin embargo, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y eso va por ti, Jeff Weiss.

El periodista del Los Angeles Weekly fue el primero que levantó la liebre en abril de 2008 en una especie de crítica del entonces último disco de My Morning Jacket,Evil Urges. En realidad, lo de Weiss era un espléndido ensayo sobre el presente de indicativo de molar; una extensa defensa del ahora frente a la lastimosa tendencia a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. El periodista aseguraba en su texto que la banda de Jim James tiene el poder de detener el tiempo, y los emparentaba directamente con el Emmett L. Brown, Doc, de Regreso al Futuro.

Weiss asegura que les ha visto hacerlo en más de una ocasión, pero jamás olvidará la primera de ellas: una mañana de año nuevo en el Filmore Auditorium de San Francisco en 2007. No estoy seguro del momento exacto en el que My Morning Jacket se convirtió en la mejor banda en directo del mundo, pero nunca olvidaré el instante en el que yo me di cuenta. Sin embargo, más allá de percepciones individuales más o menos encaramadas a la epifanía de gatillo fácil, existen más datos por los que pensar en My Morning Jacket como la mejor banda del siglo XXI no es una locura basada en un viaje de LSD.

Este cantante, Francine… Tiene la voz más angelical. Hace que Enya suene como una pareja de rusos discutiendo en una bolera. Así define Stan Smith a Jim James en un capítulo de American Dad dedicado a My Morning Jacket, en el que el agente de la CIA vive en un perpetuo estado de felicidad entusiasta cuya cúspide es el delirio psicodélico-cómico creado alrededor de “Touch me I’m going to scream Pt. 2”. El episodio de la serie de la Fox, bautizado como «My Morning Straitjacket», fue visto por más de cinco millones y medio de espectadores cuando se programó por primera vez en noviembre de 2009.

Aterrizando en la apologética de My Morning Jacket como banda, y no tanto como solución mesiánica, la realidad es que cuesta encontrar un grupo que haya consagrado su discografía al acierto con tanta coherencia en el siglo XXI. Seis de sus siete discos, lo mejor de su trabajo, se corresponden con la nueva centuria, lo que los sitúa en una posición de privilegio con respecto a candidaturas que, como la de Radiohead, arrastran sus bazas más importantes desde el siglo pasado; otras, estrictamente coetáneas, como The Strokes o Coldplay, quedan en odiosa evidencia. Sólo The White Stripes, con quienes casi calcan recorrido editorial, o quizá The National, podrían discutirles el cetro, en tanto en cuanto comparten mínimos (favor de la crítica, popularidad, influencia y cierta originalidad para presentar fórmulas ya utilizadas) y una discografía constante en los aciertos.

La biografía musical de My Morning Jacket en el siglo XXI es la de un grupo en perpetuo crecimiento y continua evolución. De las imperiales odas al rock de los 60 en los mastodónticos At Dawn (2001) y It Still Moves (2003) con clásicos instantáneos como “Lowdown”, “Xmas curtain”, “Mahgeetah”, “Steam engine” o la maravillosa “One big holiday”, pasaron a Z en 2005; aquel fue su culmen, un trabajo concebido y desarrollado en la perfección, uno de los mejores discos de la historia de la música moderna. Una obra de inspiración inaudita. A partir de entonces redujeron su mensaje en extensión, pero lo expandieron en contenido.

Como Z, Evil Urges (2008) y Circuital (2011) reconducían los fastos babilónicos del pasado, pero sólo en la forma; My Morning Jacket había concentrado su propuesta en productos menos extensos, pero sin renunciar por ello a la profundidad de una que a estas alturas debe de estar cerca del centro de la Tierra. Como pruebas válidas en cualquier juicio: los 8 minutos extrasensoriales de “Touch me I’m going to scream Pt. 2” o la reformulación del “E-saew tam punha huajai” de los tailandeses Kwan Jai & Kwan Jit Sriprajan en la mística “Holdin on to Black Metal”. Junto a ellas, una colección de piedras preciosas encabezada por “The Day is Coming” que podría continuar aleatoriamente con “You Wanna Freak Out”, “I’m Amazed”, “Two Halves” o “Remnants” los consagraban como el gran colisionador de hadrones rock.

Su última obra de artesanía pop-rock, The Waterfall (2015), vuelve a confirmar su valiosísimo papel dentro de la música popular del siglo XXI: el de una suerte de justicia poética para con todo un género. El de Crazy Horse en 3D y The Band en HD. El de un libro de historia compactado y sentetizado en un disco de 48 minutos y 10 canciones.

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