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Cultura

“La condición despistada”: una entrevista en las nubes

En Entrevistas, Cultura domingo, 5 de junio de 2022

Corina Preciado

Corina Preciado

PERFIL

La condición despistada (Candaya, 2022) es el título del último ensayo de Jesús García Cívico y ha sido un placer conversar con él sobre nueva obra, en la que explora sin barreras un mapa de la desorientación, trazado a través de personajes de ficción, mitos, pensadores o artistas. Desde Rolling Stones hasta Karl Marx, pasando por Gulliver y King Kong, el autor nos ofrece un completo y originalísimo ensayo que nos lleva entre nubes a valorar los despistes más cotidianos o inauditos, que han transformado la pérdida o el olvido en materia creativa, filosófica o social. García Cívico es colaborador de El Hype desde su fundación, con Hermosos y malditas, un apasionante blog que provoca nuestras neuronas, mientras nos deleita con los documentados y originales crossovers que el filósofo, crítico cultural y profesor de Derecho es capaz de crear (o encontrar). Su peculiar estilo, que hemos disfrutado en sus colaboraciones en diferentes revistas como MAKMA, Revista de Letras o Turia, en novelas (Singular, 2018), aforismos y pensamientos (Una casa holandesa, 2014) y diversos ensayos como Vania en la calle 42: mérito y decepción (2018), La tortura: aspectos jurídicos, sociales y estético-culturales (2018), La norma y la imagen (2020) o el más reciente Ficciones, las justas (2022), enhebrado a ocho manos con Carlos Pérez de Ziriza, Eva Peydró y Ana Valero encuentra en La condición despistada una de las expresiones más genuinas de su pensamiento.

¿Qué es el despiste y por qué te ha parecido importante dedicarle un ensayo?

Creo que el despiste es un rasgo de la condición humana: la tendencia a divagar, a estar en «otra parte», a olvidar cosas, a borrar de la memoria ideas importantes, a perdernos. ¿Cuánto tiempo pasamos ensoñando cómo habría sido la vida de haber actuado de otro modo? ¿Y haciendo planes de futuro?

Casi todo lo que hago tiene que ver con la pérdida y con la nostalgia, llevaba tiempo recopilando historias y anécdotas de despistados en la literatura y el cine pero quería ir más allá. El despiste me parecía un concepto amplio que incluía desde el lapsus del titán Epimeteo a la torpeza del inspector Clouseau,  El idiota de Dostoievski, los nerds, Colombo, los novatos en las películas de los hermanos Cohen, las oficinas de objetos perdidos o los adolescentes desorientados de Gus van Sant. Un día descubrí un artículo de unos jóvenes científicos de Harvard que decían que la mitad de la gente tenía ahora mismo la cabeza «en otra parte» y relacionaban las mentes que divagan con la infelicidad. Inmediatamente acudieron a mi cabeza los ensayos políticos de Mark Fisher sobre la depresión socio-política y la pérdida del futuro en el estadio del capitalismo actual. ¿Cómo se puede ensoñar planes de futuro como los de la lechera de Samaniego en un escenario tan distópico? Entonces vi claro que el despiste tenía aristas críticas de nuestro presente y que todo eso daba para un ensayo literario.

la condicion despistada

Ensoñando King Kong.

Tu ensayo alterna la descripción científica con la poesía o el cine, ¿estos puntos de vista son contradictorios o complementarios?

Creo que son alternativamente válidos. Por ejemplo, científicamente una nube es una masa de vapor de agua condensada en la atmósfera, pero dentro del imaginario del despiste, las nubes se convirtieron en un símbolo de la evasión o de la creación. Eso también pasa con los lapsus y las pérdidas tan distintas en Freud o en Chaplin. Albert Einstein mantuvo con el filósofo Henri Bergson un debate sobre dos formas válidas para la comprensión del tiempo: la física y la psicológica. ¿Qué dice más de nosotros la experiencia subjetiva del tiempo perdido o la invención del cronómetro? Lo mismo sucede con la luna, una bola de piedra orbitando en el espacio o un lugar donde escapan los soñadores. ¿Cuál de las dos es más bella o más inquietante? Sinceramente no lo sé, pero creo que hay instantes en la vida en que la nube, la parra, el amor, el tiempo o la luna significan de repente otra cosa.

la condicion despistada

Sí, en relación con esto, un rasgo que llama la atención de La condición despistada es el equilibrio entre la literatura, la filosofía, la sociología o las series de ficción.

Sobre todo ha sido una ocasión para dar forma a la naturaleza híbrida de mis intereses, que van desde la filosofía a las ficciones de terror. He incluido a filósofos que caen en pozos al mirar estrellas, a emigrantes perdidos en la aldea global, a los Hikikomoris, a MC5, el grupo rock de Detroit, a Kafka, a María Zambrano, a Obélix o los monstruos que resultan de un despiste como en La mosca de Cronenberg o el Doctor Manhattan de Alan Moore, a la falsa conciencia de Marx como despiste colectivo. No me he limitado a lo humano y como se ve en la portada, el ensayo incluye al famoso pingüino desorientado de Herzog. Hay ejemplos de despiste en la literatura; el olvido es un tema recurrente desde la teoría de la reminiscencia de Platón a Heidegger y su «olvido del ser», hay «despistes» en la sociología como la doctrina del shock: podemos rastrear el anonadamiento en series de ficción como el famoso «Bottle Episode» de la mosca en Breaking Bad o los Guilty Remnant y Living Reminders esos «climenoles» de The Leftovers.

Sí, te quería preguntar precisamente por los «climenoles». En Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift se encargan de golpear con varas a los matemáticos y a los astrónomos de la isla flotante de Laputa para evitar que choquen entre sí de pura abstracción.

Efectivamente, son los «despabiladores», vigilan y sacuden de tanto en tanto a los despistados y por extensión utilizo el término «climenoles» de Swift, para referir a las antítesis históricas del despistado, a su contrario ontológico: el «climenole» es la pareja que te pregunta en qué piensas (un papel que luego desempeña una red social, tipo Facebook), es el sargento que despierta a patadas al recluta empanado, es la disciplina filoburocrática, es el tipo que nos pita cuando el semáforo empieza a cambiar, es la bola recordadora de Harry Potter, era el concentrado que se reía de los que tienen la cabeza en las nubes, el mismo perfil que más tarde gestionará  «la nube» como dispositivo de almacenamiento digital.

De ahí el episodio de la «Concentración: los pies en el suelo».

Sí, porque ya desde un punto de vista más profundo y como estudió Hans Blumenberg al hombre teórico no se le perdona su abstracción. Hay un resentimiento contra el teórico mucho antes de Trump. El climenole cree que es un sujeto de aire, no de carne, de ahí que los seres que se jactan de tener los pies en la tierra, como los habitantes de los pueblos bajo la isla aérea de Laputa reclamen para sí el sexo, igual que un fascista el amor a la patria. La morbosa escena de la «violación» en Perros de paja de Peckimpah es muy gráfica: la venganza sexual de la versión más degradada del pueblo contra el matemático como ser inmaterial.

la condicion despistada

Perros de paja (Sam Peckinpah, 1971)

La condición despistada va de las nubes a la nube (Cloud Storage) y junto a esa simetría que es un recurso más tradicional, otra característica de tu ensayo es la búsqueda de una forma novedosa. Me refiero a cómo hilvana un despistado contenidos sobre el despiste, las «migas» de Word o los perdularios autobiográficos.

Sí, desde hace años se habla mucho de la creatividad formal en este género. He buscado un equilibrio con lo clásico. Quizás por mi experiencia académica (la redacción de monografías o el rito de las citas de autoridad en la investigación) mi inercia de partida era doblemente tradicional; primero, leer todo lo que se ha escrito al respecto (que hasta donde alcanzo no era tanto) y luego, ser exhaustivo, pero ambas cosas, las citas y la exhaustividad como atributos de la investigación que uno arrastra desde su primera tesis doctoral, las he tratado de integrar en una metodología más novedosa: la desordenada mente de un despistado que avanza por asociación de ideas. Como te decía, nunca puedo evitar que se cuele la melancolía y eso se refleja en los «perdularios»: relaciones de objetos perdidos que incluyen desde las pérdidas «por aceleración del cuerpo» como lo que se precipita del bolsillo al cruzar corriendo un semáforo o por disminución de perspectiva (lo que dejamos en el techo del coche) a la pérdida de la inocencia.

Otra característica de La condición despistada es el escape deliberado de la idealización. Tus ejemplos de despiste incluyen desde la caída en un pozo del filósofo Tales de Mileto al asesino de El gato negro de Poe que empareda a su mujer por distracción o el laberinto de El resplandor, desde el niño que no sabe que es niño en el poema de Peter Handke en Cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1967) hasta los falsos despistados en las tramas de corrupción como el personaje que Cate Blanchett interpreta en Blue Jasmine (Woody Allen, 2013), ese rasgo forma ya parte de tu estilo, una melancolía con toques de realismo socio político, ¿se puede leer así?

Lo has leído muy bien, creo que ese es el tipo de contradicción que caracteriza no solo lo que escribo desde Una casa holandesa, sino mi vida misma. Noto que una parte de mí tiende a sumergirse en las cuestiones básicas propias de una «existencia profunda» como el sentido de la vida, la muerte, Dios, el amor y todas esas cosas (de ahí los apuntes sobre metafísica que aparecen en el libro aquí y allá) mientras que constantemente me siento inclinado por la desmitificación camp o incluso por la frivolidad postmoderna y eso me angustia bastante. Mi educación ha sido básicamente humanista pero mi experiencia con lo humano es de lo más vulgar, de ahí mi inclinación por lo desmitificador. En ningún lugar he encontrado esas bellas ideas y teorías sobre la solidaridad o la capacidad emancipadora de la cultura humanista sea lo que sea que signifique; sin embargo, por decirlo con Battiato busco un centro de gravedad permanente. He oscilado entre la crítica política y la corrupción (y antes al Mitlaufer alemán que decía no enterarse de nada durante el nazismo), los puntos ciegos de grandes pensadores o los procesos de destrucción del planeta que juegan con la desinformación y una mirada tierna a personajes despistados por ejemplo en Foster Wallace o George Saunders. Quizás La condición despistada ha sido una forma de conciliar temporalmente ambas tendencias contradictorias.

En efecto, hay momentos en los que el despistado es una figura tierna, como los idiotas en Voltaire o en Lars von Trier y luego hay fragmentos donde el despiste es un acto criminal. Lo mismo ocurre con los episodios sobre las personas que viven en las nubes.

Sí, ahí he querido apuntar todo el espectro de pérdidas, por ejemplo, las «personas desaparecidas» en las dictaduras, o los objetos que sobreviven y recuerdan a los enterrados en cunetas. He ido de un lado a otro de las nubes de la condición despistada. Desde los filósofos en la comedia de Aristófanes o el enamoramiento en La educación sentimental de Flaubert  a las enormes nubes negras que salían de los campos de exterminio nazi: ¿Ves esta nube?  Son tus padres, que se están quemando! escribe Michael Pollak en «La cuestión de lo indecible». Hitler hablaba con sorna de los Luftmenschen y del judío como ser de aire.

la condición despistada

Son muy emocionantes los pasajes de «La otra parte» en especial la idea de despiste como refugio.

Describen el despiste como último abrigo del ser: la protección interior, por ejemplo, en una celda desde «El palacio de la memoria» de Hanibal Lécter a las mariposas que pintaban las niñas judías en Theresienstadt. De la risa como terapia en MASH al surrealismo en los diarios de la guerra de Jacques Vaché. En «Experiencia y pobreza» Walter Benjamin escribe sobre Una generación que todavía había ido a la escuela en tranvías de tracción animal se encontraba al descubierto en un paisaje en el que ya nada era reconocible, salvo las nubes. La nubes no son solo el lugar metafórico donde se eleva la mente dispersa sino que también son un refugio frente a la desorientación vital ante los acelerados cambios de la historia. Un personaje de El mar, de John Banville ve con Extraordinaria la claridad que uno podría volver a vivir otra vez toda su existencia sólo con que pudiera esforzarse lo suficiente en recordar. Como le sucederá a mucha gente, yo mismo estoy en un momento de desorientación, envejecer en un mundo donde uno ya no se orienta porque todo ha cambiado, los cines, las costumbres, las relaciones.

No podemos saber si había algo importante que teníamos que recordar, pero que hemos olvidado definitivamente.

¿Se te ha olvidado decir algo en La condición despistada sobre el olvido o te has despistado al hablar del despiste y se ha quedado algo en el tintero?

Claro que sí, por ejemplo, no había visto Antoine et Antoinette el filme de Jacques Becker que en España se tradujo con nuestra tendencia al spoiler por Se escapó la suerte, la historia de una pareja humilde que pierde un billete ganador de la lotería. Me habría gustado incluir los efectos perversos del olvido intencional en la lingüística cognitiva (como el título de George Lakoff No pienses en un elefante), un subcaso, según lo veo, de la inintencionalidad de la memoria sentimental (no podemos dejar de pensar en un ser querido o en una persona amada); las pérdidas de la virginidad, la desorientación postmoderna y el hotel Bonaventura, de Los Ángeles (algunas ideas de Frederic Jameson), el trato que da el neoconductismo a la atención dispersa, o la tristeza que provocan los sobre-estímulos de las redes sociales, la cuasi-atención que prestamos a las noticias que llegan al terminal. También me habría gustado indagar en el lugar mental donde George Steiner abandonaba los libros que confesó no haber escrito jamás, la evocación como procedimiento poético fundamental en Alberti Acordaos de aquel día, acordaos, escribe en Sobre los ángeles o la experimentación preimpresionista en Neuges (Nubes), del artista belga Eugène Verboeckhoven. Ah, también me habría gustado tener tiempo y más inteligencia para sacar punta a la acción de «borrar» en el mundo digital y a los bancos de memoria del ciberespacio.

Parafraseando lo que Valéry dice de las obras, una ensoñación no acaba, sino que nos abandona y dado que el despiste es algo que nos piensa y no algo que pensamos he acabado a su merced. Hay un pensamiento que me acompaña desde hace tiempo y es el de que no podemos saber si había algo importante que teníamos que recordar, pero que hemos olvidado definitivamente.

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