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75 Festival de Cannes: «Crimes of the Future», el tormento y el éxtasis

En Cine y Series 26 mayo, 2022

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

La largamente esperada Crimes of the Future llegó a Cannes con una expectativa auspiciada por su director, que auguraba abandonos de la sala tras las primeras escenas. Los walkouts son todo un clásico en el Festival, una leyenda urbana que ha implicado a directores como Lars von Trier en el pasado y que no se ha cumplido tampoco en esta ocasión para una película que aunque lleve el mismo título del filme dirigido por el canadiense en 1970, no se trata de un remake ni una continuación, más allá del espíritu que imbuye la filmografía de un mismo autor.

Crimes of the Future se abre con una escena-prólogo contra natura que marcará el resto del filme con un tono perturbador, que apela a nuestra imaginación y sobre todo a nuestra visceralidad, y nunca mejor dicho. A continuación, aparecen los protagonistas: mecido en una cuna-caparazón con tentáculos conectados a su cuerpo, que parece diseñada por H.R. Giger, se despierta Saul Tenser (Viggo Mortensen) para encontrar junto a él a Caprice (Léa Seydoux). Ambos son performers corporales, que ofrecen espectáculos basados en las nuevas capacidades del ser humano para evolucionar físicamente y crear nuevos órganos con o sin una función conocida.

Crimes of the Future

En un estadio tan avanzado de la humanidad el dolor ha desaparecido y los límites de la sensibilidad literal y físicamente se han desplazado en una deriva inaudita, de dimensiones desconocidas. El contraste entre este «avance» y las miserables condiciones en que viven nuestros imaginados descendientes, entre ruinas, basura, escombros, barcos encallados y personajes siniestros, marca a través de la estética una moraleja del filme. En un ambiente que busca nuestro desconcierto y la deducción activa, se presentan los personajes principales, así como la pareja de funcionarios del registro de nuevos órganos, Timlin (Kristen Stewart) y Wippet (Don McKellar), el investigador (Welket Bungué) y un empresario que comercia con material orgánico ilegal.

En este mundo distópico en constante evolución, ni la administración, ni la justicia, ni la policía, ni la medicina tienen todavía respuestas, simplemente observan y sospechan, pero se muestran incapaces ante la deriva evolutiva que plantea nuevos retos sin cesar. Todo es provisional, la ilegalidad no siempre es tal, y lo que emerge como una de las reflexiones a partir de estos crímenes del futuro —un título irónico— es la incógnita, la necesidad de poner límites, de comprender, de aceptar hasta qué punto somos propietarios de nuestro propio cuerpo y, por extensión, de nuestra vida, de lo que hacemos con ella.

Crimes of the Future

Por otra parte, Cronenberg nos muestra que, en cuanto los humanos nos liberamos del dolor, otra fisicidad es posible, otro erotismo, otro placer. La cirugía es el nuevo sexo, declara Timlin, seducida por Tenser y su disección en vivo. Caprice se deja rebanar entre suspiros de placer, en un futurista ejercicio de libertad individual.

A partir de la primera escena, en la que se asistimos a un supuesto crimen, ya debemos enfrentarnos a la necesidad de adoptar una decisión moral como espectadores, que la información que obtendremos más adelante nos obligará a revisar. La provocación en el cine del canadiense se añoraba y aquí se obtiene con creces, las cuestiones que lanza al aire son de enjundia, mucho más que la relativa potencia visual que las vehicula y que en ocasiones bordea el ridículo.

El tiempo y el espacio en que se desenvuelve el filme pretende transportarnos a un futuro próximo en el que ha desaparecido todo tipo de confort, en una estética vagamente steampunk, más cercana a las decaying mansions, con reminiscencias en cuanto al diseño al universo H.R. Giger. La dirección artística de Carol Spier, fiel colaboradora de Cronenberg (Promesas del este, Una historia de violencia) consigue un efecto distanciador, más que evocador, que no logra crear una pretendida atmósfera de final del mundo o de la civilización tal como la conocemos, pues podría ser perfectamente habitable en alguna que otra latitud no tan lejana en el espacio y contemporánea en el tiempo.

Crimes of the Future

Crimes of the Future

Por encima de freaks, performers y un universo en transición —¿el nuevo se erigirá sobre las ruinas habitadas?— con lo que nos quedamos es con la portentosa interpretación de Viggo Mortensen —con reminiscencias místicas de la Maria Falconetti de La pasión de Juana de Arco—, quien sí saca sus propias entrañas para hacernos creer su tormento y su éxtasis. La mirada profunda, la increíble veracidad que es capaz de transmitir, a pesar de unas condiciones que dificultan la empatía, parecen provenir de otro planeta, de un mundo donde se poseen todas las claves y por ende todo el dolor.

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