La música de Detroit atrae a la gente de forma automática, como un grito tribal… Sonaba como si alguien hiciera música con martillos y clavos. Derrick May, 1992
Techno Rebels. Los renegados del funk electrónico
A mediados de los años ochenta, la ciudad de Detroit se convirtió en el centro de una fascinante revolución musical que terminaría por cambiar la manera de escuchar y de bailar en todo el mundo. En los institutos, en los clubes underground y en la radio estaba tomando forma el techno, un género de música electrónica derivado simultáneamente del funk, el pop sintético europeo, la música disco, el house de Chicago y la influencia de los alemanes Kraftwerk.
Esta música tenía un singular feeling por el alma de las nuevas máquinas creadoras de sonidos, la promesa de un futuro tecnológico utópico y la exploración del espacio exterior. Para los tres de Belleville (Derrick May, Juan Atkins y Kevin Saunderson), la música era filosofía, no entretenimiento. Trataban con una seriedad propia de del arte y del rock lo que otros aficionados al rock entonces menospreciaban como simple música disco. A principios de 1980, el vacío de una ciudad desolada como Detroit, a causa del éxodo blanco de las zonas residenciales de finales de los setenta y principios de los setenta, el declive de la industria automovilística y la desgentrificación de los distintos negros de clase media, acabarían llenando la música de forma heterogénea y vanguardista. O como el mismo Dan Sicko subraya en su ensayo, Techno Rebels (Alpha Decay): Tal como relata Herron en AfterCulture, Detroit no es ni una cosa ni la otra, ni sus lugares vacíos y oscuros ni los relucientemente restaurados; es al mismo tiempo lo uno y lo otro: una tierra de monumentales enigmas psicológicos. Y sería en mitad de ese proceso cuando el techno de Detroit cobraría vida, una música que se hace eco de los altibajos y de los tiempos de confusión de la Norteamérica urbana.
El futuro sonido Detroit se nutre de innumerables y diversos referentes musicales como de problemáticas sociales sucedían en la ciudad del motor. Muchos de esos referentes eran radicalmente ajenos a la tradición musical afroamericana, como Kraftwerk, The Clash y los nuevos románticos ingleses. La visionaria síntesis entre funk electrónico y futurismo, tomó cuerpo en aquellos años, respondiendo al extraordinario talento de la que es conocida como Santa Trinidad de Detroit (May, Atkins y Saunderson). Basándose en hallazgos e ideas comunes, cada uno desarrolló un discurso propio que acabó desembocando en un sonido individual y a la vez fácilmente reconocible, dotando de una presencia tangible, casi física, con una poderosa base rítmica que acabaría trazando la nueva danza electrónica.
Rebeldes con causa
Estas innovaciones encontraron rápidamente eco en los sets de los djs más influyentes de la ciudad, como Ken Collier o The Electrifiyng Mojo, que se encargaba de esparcir los nuevos sonidos y el techno dejó poco a poco de ser una sociedad secreta para convertirse en algo más parecido a una escena.
Hablamos de 1989 y los EEUU negros habían producido cuatro géneros de música de baile electrónica distintos y claramente configurados: el techno de Detroit, el sonido deep house/garage de Chicago y Nueva York; el acid house y los minimal tracks, y el hip house basado en el breakbeat y el sample. Trasplantados al otro lado del Atlántico, cada uno de estos sonidos mutaría… hasta resultar irreconocibles, evitando asumir su origen por parte de británicos y europeos. O como señala el periodista Javier Blánquez, prologuista de este ensayo: La primera generación de artistas y DJs de Detroit —Juan Atkins, The Electrifying Mojo, Jeff Mills, Derrick May— dio con un enfoque musical y filosófico único que, de manera accidental e imparable, se extendió a Europa para alterar para siempre la historia de la música electrónica de baile.
Si el techno primerizo apostaba, como Kraftwerk, por una pacífica y feliz convivencia del hombre con la máquina, artistas como Underground Resistence y los suyos reflejaron la incertidumbre del porvenir, un mundo de Cyborgs y robots en el que la presencia humana no tenía tanto tanto que ver. Una visión pesimista, de auténticos techno rebels, que quizá no sea sino un eco del desánimo absoluto hasta entonces de Detroit, que se corrompía y pervertía en manos de desaprensivos de los más diversos rincones del planeta tierra.
El techno fue a principios de los noventa un negocio en auge y con perspectivas, aunque poco de ese dinero recaía en sus verdaderos creadores. Ante esta situación, muchos de los artistas de Detroit optaron por emigrar a Europa -para iniciar lucrativas carreras como dj en el Viejo Continente-. Estos artistas hicieron de Detroit su bandera, ejerciendo una política de apoyo a la comunidad, y un estilo musical, como el techno, que jamás sería vencido.
El libro: Techno Rebels
Techno Rebels, escrito en 1999 y actualizado en 2010, es un ensayo considerado pionero que bucea con convicción y entusiasmo en la historia del origen del techno, su evolución y posteriores ramificaciones, así como sus personajes principales, cuya historia ha sido habitualmente soslayada, quedando normalmente reducida a su inclusión como «prolegómeno» de algo mucho mayor y difuso, como señala Javier Blánquez en su brillante prólogo.
En el libro se hace hincapié en ese turbio trasfondo social cambiante de una nueva música, con un potente lado espiritual y no solo mecanicista, dando una visión de la historia del techno de finales de los ochenta y principios de los noventa contada desde dentro. En él se resalta la evolución de la música electrónica de baile en Estados Unidos, lugar donde siempre se ignoró la importancia del techno hasta que este volvió, completamente deformado, décadas después, en forma de EDM. Sicko, a través de sus páginas, ha intentado dignificar el techno restándole peso al fenómeno festivo, centrándose en la música y las variables sociopolíticas que generaron su aparición en la ciudad de Detroit, que es tomada como marco de análisis. Pocos autores han alcanzado en su intención lo que Dan Sicko en establecer el estatus de culto que ha adquirido el techno como el género de madurez de la cultura rave.
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