El Festival de San Sebastián, con una potente selección latinoamericana, está en marcha. Os acercamos una mirada al cine del chileno Cristián Jiménez, en Competición oficial con La voz en off.
Cristián Jiménez ya es un habitué del Zinemaldia. En Horizontes Latinos partió su largometraje debut Ilusiones ópticas (En 2009 y el año anterior en Cine en construcción), también pasó Bonsái (2011), tras estrenarse en Una cierta mirada del Festival de Cannes. Con La voz en off, vuelve para competir en la Sección oficial, donde es raro encontrar un título de Chile (Jiménez es de Valdivia, escenario preferido de su cine).
Ilusiones Ópticas (Cristián Jiménez, 2009)
La tercera película del otrora sociólogo se lanza con arrojo por una senda ya iniciada, más sutilmente, con su trabajo anterior. La decisión de adaptar la novela corta homónima de Alejandro Zambra en Bonsái (disponible en dvd de edición española para quienes se la hayan perdido en la pantalla grande) abrió las puertas a una reflexión sobre el gesto narrativo.
A muchos les chocó que una versión del affiche fuese una frase revelando que al final la chica muere y el chico no. Sin embargo, la frase proviene del comienzo del libro, que agrega: “el resto es literatura”. No era una provocación, sino una generosa invitación: “no te preocupes por la historia, ven a ver cine”. Un cine que exploraba, dotando de medios cinematográficos el ingenio escrito de Zambra, las distintas maneras de construirnos nuestra propia narración; de contarnos nuestra propia historia y tratar de dibujarnos como personajes.
La voz en off (2014, Cristian Jiménez)
La voz en off se hace el mismo tipo de preguntas, pero cuestiona sobre todo esos medios que ofrece el cine para narrar. Negándose a la pereza reinante durante más de un siglo de narración audiovisual y su obstinación por contar historias repitiendo lo mismo a través de todos los canales, Jiménez (como Javier Rebollo, de manera aún más directa) prefiere jugar con esa multiplicidad, creando sentido a partir de la disonancia.
La película adhiere sobre todo a la posición de Sofía (Ingrid Isensee), aunque no a su punto de vista. Pues, aunque es totalmente legítimo, es limitado y arbitrario. Y aunque sería más cómodo para todos tener una suerte de versión oficial (de una historia, del mundo, de nuestra propia vida), hay que asumir la permanente relatividad. Sofía se las arregla, a pesar de su falta de trabajo como actriz (aunque ahora intentará retomar la grabación de voces en off), buscando una estabilidad con sus hijos, su ex marido y el amante al que pretende dejar. Pero ese equilibrio precario se rompe brutalmente cuando su padre le anuncia que dejará a su madre. Lo único que se suponía seguro y permanente era una frágil ilusión. Entonces, ¿en qué se puede creer?
Bonsai. Cristian Jiménez
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!