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Prince y «Purple Rain», todo a la vez en todas partes

En Música 15 julio, 2024

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Prince siempre supo que era una estrella, para un tipo muy bajito, enclenque y no especialmente guapo, esa suprema confianza en sí mismo siempre estuvo ahí desde el principio, construyó su carrera, como Sinatra, a su manera. Primero se le consideró el heredero de Stevie Wonder, la gran estrella de la música negra en los 70, con sus dos primeros discos, un tipo que cantaba, componía, arreglaba, producía y tocaba todos los instrumentos en sus discos, pero luego se calzó unas botas de tacón de aguja, lencería y bragas y sacó Dirty Mind, enrolándose en su particular nueva ola y siendo telonero de los Stones mientras el público le llamaba maricón y otras lindezas. 1999 fue su primer éxito masivo y consiguió ser el primer artista negro que apareció en una MTV bastante racista.

Con Purple Rain lanzó el órdago definitivo y sumó sus múltiples caras visuales y musicales, que eran casi infinitas. Fue el culmen definitivo de su carrera, consolidándole como una estrella pop con un éxito similar al de Michael Jackson o Madonna y como la figura musical más importante de la década. Con una imagen y un espíritu que se encontraba entre Little Richard, Jimi Hendrix y Mozart, el diminuto genio de Minneapolis hizo que el mundo se rindiera a sus pies, tanto a nivel popular como crítico, para los adolescentes y para Dioses del Rock como Clapton o Bowie que le colocaban como la figura más importante de los 80.

Lo curioso es que si a partir de Dirty Mind había creado su personal funk sintetizado de Minneapolis con Purple Rain miró al pasado, dando rienda suelta a su particular visión de los años 60, desde esa delicia pop que era «Take Me With U», claro anticipo de la maravillosa “Raspberry Beret”, hasta el homenaje a su querido Hendrix en la canción titular pasando por la psicodelia futurista, sintes y no bajo, de «When Doves Cry». Pero, desde luego, no se le podía llamar un disco ‘retro’ sino que sonaba 100% Prince y de su momento. Por algo el autor de «Little Red Corvette» es considerado uno de los músicos más originales e inclasificables de todos los tiempos, alguien que era capaz de hacer uno de los solos de guitarra más salvajes de la historia en «Let’s Go Crazy» y luego acariciar los oídos del oyente con la delicada «The Beautiful Ones».

«Let’s Go Crazy» era la encargada de abrir tanto el disco como la película; no podía haber mejor forma de presentarse. Empezaba con un órgano mortuorio, acompañado por una especie de elogio a la vida por parte de Prince. Luego la canción despegaba como un cohete hasta llegar a dos solos increíbles en los que el artista parecía lanzar un dardo a su máximo rival, Michael Jackson, básicamente, Prince decía si Michael Jackson necesitaba a Quincy Jones para producirle y a Eddie Van Halen para hacerle los solos, él, como Dios, era uno y trino, componía, cantaba, producía y si necesitaba tirar la casa abajo con un solo, se lo hacía él mismo, como buen Juan Palomo. Bueno Juan Palomo y sus Revolution, porque en este disco el artista da más juego a su banda de acompañamiento y se apoya en ideas de gente como la recién llegada Wendy Melvoin, Lisa Coleman o Dr. Fink, grabando incluso tres canciones del disco en directo.

Tras conseguir la atención de todo el mundo con «Let’s Go Crazy» aparecía la irresistible melodía pop de «Take Me With U», una canción que le emparentaba con los aromas sesenteros de la escena Paisley Underground (no hay que olvidar que en un par de años le daría la fantástica “Manic Monday” a las Bangles y un año antes estrenaría su mansión/estudio de grabación en Minneapolis, llamada Paisley Park). Pero no todo era rock, «The Beautiful Ones» era una sentida balada R&B en la que Prince acariciaba cada palabra.

Luego sonaba «Computer Blue», creada a partir de una jam con los Revolution que cuenta con un sucio riff y un brillante puente instrumental, basado en una canción de su padre (que era músico de jazz), en el que volvía a lucirse con la guitarra. A pesar de que nunca apareció como sencillo «Darling Nikki» fue una de las canciones más controvertidas gracias a la demanda de Tipper Gore, la mujer de Al Gore, que removió cielo y tierra hasta que logró que en las portadas de los discos apareciese esa etiqueta que todos hemos visto: «Parental Advisory Explicit Content» (Advertencia a los padres, contenido explícito) debido a su explícita letra. Y es que hay muy pocos discos en la historia que hayan vendido 25 millones de discos, pero ninguno de ellos tiene una letra como:

Conocí a una chica llamada Nikki

Supongo que se podría decir que era una adicta al sexo.

La conocí en el vestíbulo de un hotel

Masturbándose con una revista

Ella dijo: «¿Te gustaría perder el tiempo?»

Y no pude resistirme cuando vi a la pequeña Nikki rechinar

La segunda cara comenzaba con «When Doves Cry», uno de los éxitos más extraños de la historia de la música, también uno de los mejores. Una canción que se iniciaba con un distorsionado solo psicodélico y daba paso a una caja de ritmos sobre la que Prince cantaba la melodía y su personal letra. No hay bajo, ni casi ningún adorno más, aun así es absolutamente irresistible, al final vuelve la guitarra, con otro excelso solo lleno de distorsión en el que se puede oír todo el dolor de la letra, dando paso a un solo final con un sintetizador que, por supuesto, también toca este Juan Palomo que lo grabó todo él mismo. Increíblemente fue número 1 en medio mundo, incluido, por supuesto, los EEUU donde dejó a Bruce Springsteen sin número 1 para «Dancing In The Dark».

Luego llegaba el trío final de canciones, grabadas en directo el 3 de agosto de 1983 en el First Avenue de Mineápolis. «I Would Die For U» y «Baby I’m A Star» formaban un díptico en el que Prince sacaba su lado más funky, sin olvidarse de entregar un estribillo totalmente irresistible. Él sabía que era una estrella desde que tenía uso de razón, ahora era el momento de que el mundo se rindiera, finalmente, a la evidencia.

Pero para el final se guardaba el as definitivo, la que es la canción más grande de su carrera y con la que siempre se le identifica. «Purple Rain» es su más sentido homenaje al ‘Salvaje Ángel Azul’, o lo que es lo mismo, Jimi Hendrix. Prince canalizaba al de Seattle y entregaba su canción más recordada en una toma en directo, la primera vez que la guitarrista rítmica Wendy Melvoin, de 19 años, tocaba en directo con The Revolution, la banda de acompañamiento de Prince, era ella la que tocaba los acordes con su Rickenbacker 330 púrpura. Y es que, al principio, «Purple Rain» había sido una especie de canción country que Prince intentó dar a una Stevie Nicks que se vio sobrepasada por la misma.

La historia podría haber sido bien diferente pero, al final, Prince se quedó con la canción y junto a The Revolution la convirtió en su himno definitivo, coronándose como uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos en el camino, con su increíble y melódico solo, alternando fraseos rápidos con temas repetidos y fácilmente tarareables que hacen de “Purple Rain” una de las grandes canciones de la historia.

El disco y la película (con la que ganó un Oscar por su banda sonora) hicieron de él una megaestrella, con sus cinco sencillos convertidos en éxitos mundiales y más de 25 millones de copias vendidas en todo el mundo. En enero de 1984 cuando las mayores estrellas del mundo se reunían para grabar «We Are The World» Prince era la más esperada pero no apareció, odiaba la canción y, posiblemente, no soportaba que estuviera compuesta por su rival Michael Jackson…

Aun así, la gira de Purple Rain no hizo sino confirmar su estatus, el 23 de febrero de 1985, cuando cierra la gira con un concierto en el Fórum de Los Ángeles, en «Baby I’m A Star» se suben al escenario Bruce Springsteen a la guitarra y Madonna con una pandereta, tres de las cuatro máximas estrellas de la década juntas en el escenario, coronando al Príncipe como el puto amo de la década, cantando lo que siempre había sabido Soy una estrella, no pienso parar hasta llegar a la cima.

Hasta el propio Springsteen, el hombre de los conciertos de más de tres horas con su E Street Band, se da cuenta que lo de Prince encima de un escenario estaba a otro nivel, era James Brown y Jimi Hendrix a la vez, y, además, con más éxitos que ambos. Madonna no parará hasta conseguir que aquel tipo tocara en uno de sus discos, mientras que la cuarta estrella ausente, ya saben quién es, terminaría llamando a uno de sus hijos Prince…

Si preguntas al póker de megaestrellas de los 80 quien fue el mejor de todos ellos tendrás un resultado por unanimidad y es que Prince no solo sacó los mejores discos o dio los mejores conciertos, sino que, sencillamente, se convirtió en la estrella definitiva de la música pop, el hombre que derribó todas las barreras, respondiendo a las preguntas sobre sí mismo que hacía en «Controversy»: Prince era hombre y mujer, hetero y homosexual, negro y blanco, era rock y soul, cantante, compositor, multinstrumentista, arreglista y productor. Era Stevie Wonder y Joni Mitchell, Brian Wilson y los Beatles, George Clinton y Little Richard. Prince fue todo a la vez en todas partes.

Purple Rain fue su ‘Big Bang’, se puede discutir si es su mejor disco o lo es el colosal doble Sign O The Times, publicado tres años después, lo que no tiene discusión es que es el más importante e icónico de su carrera o, lo que es lo mismo, uno de los discos más importantes y mejores de todos los tiempos. Hace 5 años Pitchfork lo colocaba como el mejor disco de los 80 por delante del Thriller de Michael Jackson (con Sign O The Times, 1999 y Dirty Mind entre los 40 primeros). Pero es que en un año en el que esas listas de los mejores discos de todos los tiempos parece que se han vuelto a poner de moda, Purple Rain ha aparecido como el 4º mejor disco de la historia para Apple y 19º para Paste (con Sign O The Times como 4º), así que no creo que haya dudas de que estamos ante uno de esos discos a los que el calificativo de imprescindible no solo se les queda grande sino ridículamente pequeño…

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