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‘1999’ de Prince: La creación de una estrella

En Música 29 octubre, 2022

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

En enero de 1982, el mes en el que Prince se metió a grabar 1999, el artista que iba a dominar artísticamente la música de los 80 todavía no había cumplido los 24 años pero ya había grabado cuatro discos de estudio, había tenido un éxito en las listas con “I Wanna Be Your Lover”, había teloneado a los Rolling Stones y había sacado su primera obra maestra, Dirty Mind.

Pero para un tipo con un ego como el suyo eso no era nada, él lo quería todo y su cabeza bullía de ideas y canciones. En ese año, 1982, no solo le daría tiempo a hacer el disco que le convertiría en una estrella —uno doble, por cierto—, sino que también escribiría y produciría el What Time Is It? de The Time y el debut de Vanity 6, además de grabar material para sacar, por lo menos, otro disco rozando el sobresaliente, baste recordar cosas como “Irresistible Bitch” o “Moonbeam Levels”…

Así que comencemos poniendo en situación el lugar en el que se encontraba el joven Prince. Antes de cumplir los 20 años había conseguido un contrato con Warner Bros en el que le dejaban casi completa libertad artística, siendo el responsable de producir, arreglar, tocar casi todos los instrumentos y voces y escribir las canciones de sus propios discos, era un excelente ejemplo de Juan Palomo, y había debutado con For You, un disco pasable de R&B que no vendió mucho pero que era una exhibición de todo lo que era capaz este joven Mozart, su segunda obra, Prince, le había dado un éxito en las listas estadounidenses con el número 11 de “I Wanna Be Your Lover”, que fue número uno en las listas R&B, después de aquello sacó el increíble Dirty Mind, el disco en el que se encontraba finalmente pero, a pesar de ser reverenciado por los críticos, se vendió menos que el anterior, y sus sencillos, principalmente “Uptown”, solo triunfaron en las listas R&B. Luego llegó el continuista Controversy, que rozó el Top 20 en las listas de discos, pero volvió a ver como sus canciones quedaban arrinconadas en las listas negras.

Y es que en 1981, la separación entre música blanca y negra era bastante pronunciada, algo que se veía claramente en el canal de televisión musical que acababa de nacer, la MTV, claramente orientada al rock y la música blanca, llegó a recibir fuertes críticas, incluida la de David Bowie, por no poner casi música negra. Prince y 1999 serían de los primeros en romper ese tabú. Y es que Prince era un artista lleno de dualidades que estaba cansado de tener que ser etiquetado de una forma u otra, rock o R&B, blanco o negro, heterosexual u homosexual, para Prince todo se mezclaba como en ese famoso símbolo que haría famoso que unía hombre y mujer.

Ya lo había avisado en “Controversy”: No puedo creer todas las cosas que dice la gente (controversia) ¿Soy negro o blanco, soy heterosexual o gay? (Controversia), Prince estaba totalmente de acuerdo con sus ídolos de Funkadelic cuando cantaban aquello de ¿Quién dice que una banda de funk no puede tocar rock? y 1999 volvería a ser una prueba de ello. Prince venía del funk de Sly & The Family Stone y James Brown pero también le gustaban cosas de la Nueva Ola y el Punk y supo combinar ambas cosas en un sonido totalmente propio que pasaría a ser conocido como Funk de Minneápolis, del que este 1999 es la prueba más perfecta.

Baterías programadas y sintetizadores se mezclan con bajos funk y solos de guitarra para crear un sonido totalmente nuevo que sería increíblemente influyente, no solo en todo el R&B posterior sino en la aparición del Techno, el House y en todo el pop de los 80. Prince creaba un disco doble claramente dividido en dos discos, el primero era el de los sencillos, el segundo el de las canciones más experimentales, más de 70 minutos de música y solo 11 canciones, en una obra en la que solo dos canciones bajaban de la marca de los cinco minutos, aunque las dos se iban por encima de los cuatro.

El disco se abría con los cuatro sencillos del mismo, en la misma posición en la que fueron publicados, 1999, Little Red Corvette, Delirious y Let’s Pretend We’re Married. La canción titular abría el disco con un mensaje claro, viviendo en la era de la alarma atómica, Prince lo tenía claro, si el apocalipsis iba a llegar mejor que le pillara bailando, o si hacemos caso del resto de canciones del disco, practicando sexo, si voy a morir, mejor voy a escuchar a mi cuerpo esta noche. En la canción, puro funk sintetizado con un estribillo glorioso, le ayudaban como cantantes extra Lisa Coleman y Dez Dickerson, miembros de su banda de directo, The Revolution, a los que haría un guiño en la portada (en la i de Prince se puede leer al revés & The Revolution) a pesar de que Prince volvía a encargarse de prácticamente todo. Y si digo prácticamente es porque en la siguiente canción, “Little Red Corvette”, en un hecho extraordinario, Prince le cedía el solo de guitarra a Dickerson y este le devolvía el favor dando uno que fue considerado por la revista Guitar World como uno de los mejores de la historia.

Claro que esa canción fue mucho más que eso, siendo uno de los estribillos más memorables de Prince y una de sus canciones más recordadas, una que le abrió a un público mucho más masivo. Y es que si “1999”, el sencillo, se quedó por poco fuera del Top 40 del Billboard (tras el éxito del disco se reeditaría y llegaría al 12), “Little Red Corvette” fue el primero de los 19 Top Tens de la carrera de Prince, logrando además que su vídeo se viera a todas horas en la MTV y que su público pasase de ser 90 por ciento negro, a ser mayoritariamente blanco, convirtiéndose en una estrella capaz de rivalizar con Michael Jackson, el otro artista negro que, gracias a “Billie Jean”, se consagró totalmente en la MTV.

“Delirious” demostraba que a Prince no le importaba ese nuevo público, siendo una especie de rock & roll de los 50 construido con sintetizadores y baterías robóticas, y es que da igual que tipo de canción fuera, 1999 sonaba a retro futurismo, como si fuera una especie de Blade Runner hecho música. El caso es que su estribillo infeccioso también la convirtió en un éxito, a pesar de que en su letra Prince volvía escandalizar con sus guiños al sexo sádico, perfectamente acompañado por su cara B, “Horny Toad”, otro de esos rockabillies sintetizados totalmente irresistibles, aunque con una melodía muy parecida al “Jack U Off” de Controversy.

Claro que los excesos líricos de “Delirious” eran una tontería comparados con “Let’s Pretend We’re Married”, una joya synthpop en la que Prince llegaba a soltar Look here, Marsha; I’m not saying this just to be nasty. I sincerely wanna fuck the taste out of your mouth. Y es que el sexo en Prince siempre era sucio y en parte culpable, posiblemente por otra de esas dualidades tan propias de Prince y que han estado presentes en la música negra estadounidense desde el principio, y era esa contraposición entre sexo y pecado vs Dios y Amor, en el caso de Prince muchas veces se mezclaban, aunque en estos primeros años la balanza se solía inclinar hacia su lado más profano.

El primer disco se cerraba con la única canción del mismo que no se utilizó como cara A de un sencillo, se trataba de “DMSR” o, lo que es lo mismo, “Dance Music Sex Romance”, no se sabe muy bien porqué ya que era absolutamente brillante, quizás la más funk del disco, con un gélido riff de sinte, seguido por un bajo y una guitarra con mucho sabor funk.

El siguiente disco se abría con “Automatic”, que no fue sencillo pero sí tuvo vídeo, aunque esta vez la MTV no lo emitió entre otras cosas por su carácter sado en el que se veía a Lisa Coleman y Jill Jones, las chicas de la banda, atar y golpear con un látigo a Prince. Musicalmente, era otro tema de funk sexy y con los sintetizadores al máximo, además se iba por encima de los 9 minutos, adelantando esos sencillos de 12 pulgadas perfectos para la pista de baile. “Something in the Water (Does Not Compute)” era la pieza más experimental del disco, con su preocupación por la era de los ordenadores que se ve tan bien se ve reflejada en la música.

“Free” era una balada patriótica en la que hablaba de lo orgullosos que deberían sentirse sus compatriotas de las libertades que disfrutaban. Puede sonar a peloteo en plena época de Reagan pero parece claro que Prince, con sus letras sexuales sin filtro, hablaba principalmente la libertad de expresión, adelantándose al ataque que sufriría un par de años más tarde a cargo de Tipper Gore, la mujer de Al, que llevaría a que los discos tuvieran que llevar una etiqueta avisando a los padres de las letras explícitas.

Luego llegaba otro funk explosivo con “Lady Cab Driver”, otra canción que se iba por encima de los ocho minutos, y en la que Prince tenía dos papeles, el primero el de una adolescente parecida al personaje de Jodie Foster en Taxi Driver, el segundo el de alguien parecido al personaje de Robert De Niro en esa misma película. Siendo una canción de Prince y no una película de Scorsese, aquí el segundo terminaba llevando a la primera al orgasmo mientras hablaba de los males de la sociedad, en vez de orgía de sangre había, sencillamente, orgía. También tiene un explosivo solo que demuestra que Prince podría haberse quedado sin problema con el de “Little Red Corvette”.

Las últimas dos canciones del disco eran “All the Critics Love U in New York”, una cínica mirada a su papel como favorito de la crítica (pero no del público) con un genial uso del Linn LM-1 que marcaría el sonido de los 80. Por último llegaba “International Lover”, una balada de piano en la que Prince te embarcaba en sus particulares líneas aéreas, unas cuyo destino era, como no, el orgasmo. Vocalmente es una de las mejores canciones del disco demostrando su excelente rango, desde su conocido falsete a su voz más grave, pasando por esos alaridos únicos a los que era tan aficionado.

El disco se publicaría el 27 de octubre de 1982 y le convertiría, finalmente, en estrella, vendiendo más de cuatro millones de discos en todo el mundo y asfaltando el camino para la aparición de Purple Rain, el disco y la película que harían elevarle junto a Michael Jackson y Madonna como uno de los tres tipos más populares de la década, eso sí, a pesar de mi amor por los otros dos, estoy en el bando de Bowie, si hablamos solo de valor artístico, el triunvirato se queda en principado, y es que los 80 pertenecieron a Prince.

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