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«Architecton», sobre la permanencia

En Cine y Series 23 febrero, 2024

Aleix de Vargas-Machuca

Aleix de Vargas-Machuca

PERFIL

La 74ª Berlinale ha estrenado en Competición el documental Architecton, del director ruso Victor Kossakovsky, cuyo talento ya fue reconocido en su primera película, Belovy (The Belovs), ganadora del  VPRO Joris Ivens Award y el Audience Award en el Festival Internacional de Documental de Amsterdam, en 1993. Sus películas han cosechado más de cien premios internacionales y se han proyectado en los festivales más importantes del mundo, habiendo sido dos de ellas, Aquarela (2018) y Gunda (2020), nominadas a los Oscar al Mejor documental.

Entre un prólogo y un epílogo, Kossakovsky nos sumerge en una catarata de piedras, en una orgía de demolición, un estallido de rocas en slow motion, que en su intensidad y duración ejercen un efecto envolvente, como esas imágenes de desestructuración de elementos físicos que nos abducen a través de la mirada. Hipnóticamente, acompañados por la banda sonora de Evgueni Galperine entramos en un trance solo interrumpido, a otra escala, por la presencia del arquitecto italiano Michele De Lucci, dando instrucciones a un par de operarios para que construyan un círculo de piedras semienterradas en su jardín, un proyecto a cuya compleción asistiremos al final del documental.

Architecton

El arquitecto Michele De Lucci y el director Victor Kossakovsky en el epílogo de Architecton.

Al haber utilizado el socorrido y omnipresente dron, el efecto de inmediatez, sensorialmente amplificado de la cantera desangrándose ante nuestros ojos, es efectivo y por la reiteración, también saturante. Las montañas que estallan, piedras disparadas en todas direcciones, que nos limitamos a ver caer en cataratas, rodando, filmadas en una cantera con una limpieza absoluta por Ben Bernhard, alternan en un momento dado con las ruinas de Baalbek, con un yacimiento arqueológico y los despojos arquitectónicos tras el último devastador terremoto de Turquía, transportados en interminable procesión de camiones cargados de escombros. Todo ello vehicula una meditación fílmica sobre la permanencia, no solo de nuestras edificaciones sino también de nuestras culturas y civilizaciones, mostrando la arquitectura como reflejo de la acción del hombre y los medios que utiliza y prioriza para construir sus hábitats a lo largo de la historia. Nuestros materiales de construcción nos definen y nos retratan en la fugacidad o en la eternidad, en la vocación de inmediatez o de pervivencia.

En el prólogo asistimos a vista de pájaro a la devastación causada por los bombardeos rusos en Ucrania, con una intensidad inédita, pero Kossakovsky no nos lleva a reflexionar sobre los horrores de la guerra sino sobre la acción del hombre en su ecosistema, en cuanto a los materiales que ha utilizado a lo largo de la historia para construir sus abrigos, refugios, viviendas y grandes edificios. La cámara recorre piso a piso construcciones abiertas en canal, mostrando las entrañas de lo habitado, las huellas del hombre en sus cuevas contemporáneas. Y percibimos que lo que contemplamos tiene un significado diferente, Kossakovsky no está documentando las consecuencias de la guerra, la crueldad de la destrucción, sino que está tomando esos cadáveres arquitectónicos como argumentos para la tesis que desarrolla su documental.

El director, con los insertos del arquitecto, al que acompañará en el epílogo, expone la deriva decadente de nuestras técnicas de construcción y cómo el abandono de los materiales nobles directamente extraídos de la tierra has sido sustituidos por el imprescindible hormigón. Las antiguas civilizaciones han legado edificios que siguen en pie tras avatares que han durado milenios, mientras que los materiales modernos y sus procesos nos abocan a una obsolescencia programada de unos cuarenta años, tras los cuales nuestros edificios comenzarán a ser inexorablemente vulnerables.

«No solo diseñamos edificios», es la sentencia clave de De Lucchi que define su trabajo, «Diseñamos el comportamiento de las personas». El arquitecto admite con vergüenza su complicidad con la evolución de la construcción y su participación en el diseño de rascacielos en Milán. Architecton nos lanza su propia reflexión sin voz en off confiando en la austera eficacia de sus imágenes y su efecto en el espectador, que ya no volverá a mirar su propia casa de la misma forma.

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