¿Hasta cuando es creíble tu héroe de acción?

Me comentan que en la nueva aventura de superhéroes Flash (2023), dedicada al Usain Bolt de DC, tenemos, por una mezcla de los consabidos viajes temporales, la nostalgia y un talonario con muchos ceros, el regreso de Michael Keaton a su personaje de Batman, abandonado hace 32 años y pseudo retomado en 2015, en ese interesantísimo experimento llamado Birdman. El asunto es que Keaton ya ronda los 70, y más que piruetas, ahora se le piden únicamente frases ingeniosas, consejos propios del que se va al que se queda, todo ello enmarcado en una despedida cuanto menos emotiva.

Por estas cosas del calendario, Michael Keaton va a compartir cartelera con Harrison Ford, que estrena aventura icónica con 81 años (rodó Indiana Jones 5 con 79) y con Tom Cruise, al que cumplidos los 61, si que se le piden aún saltos y cabriolas en Misión Imposible: Sentencia mortal, parte 1, 2023. Examinado este panorama, tendríamos la sensación de que la nostalgia vende, pero es posible que lo que venda sea buenos personajes que por sí solos pueden sustentar franquicias enteras. Y si no buenos, lo bastante carismáticos. De eso puede hablar mucho Sylvester Stallone que con 73 añitos encarnó por última vez a un cromosoma loco llamado John Rambo, en su lucha contra ese mundo injusto que le va buscando siempre las cosquillas, y al que le espera una nueva dosis de su metafranquicia revisionista Los mercenarios. Su colega de mamporros Arnold Schwarzenegger hizo lo mismo a la misma edad reencarnando al androide T800 en Terminator Dark Fate, 2020. Algo más joven, Keanu Reeves se ha metido al borde de la sesentena en una saga particularmente movida y truculenta como John Wick, recuperando contacto con una fama que parecía haberlo dejado atrás con la trilogía de Matrix.

Que la nostalgia no la ha inventado este siglo es fácilmente demostrable, al igual que las proezas físicas fuera de tiempo, y casi diríamos de contexto. Me viene a la memoria cierta persecución interminable por las calles de Paris en la que un Cary Grant de 59 años se quedaba al borde de la embolia intentando atrapar a una incrédula Audrey Hepburn, que tenía sobradas razones para dudar de su palabra. Todo ello sucedía como parte de los entresijos de Charada, 1963.

Más recientemente, Clint Eastwood, a poco de cumplir los 72, encarnaba a un remedo de Harry el Sucio que perseguía por una gincana de obstáculos al asesino interpretado por Jeff Daniels, para recibir un infarto de premio cuando estaba a punto de atraparlo (Deuda de sangre, 2002). En contraste y como reivindicación de la eterna juventud, deberíamos mencionar a Burt Lancaster que como sexagenario agente doble o triple, se permitía dejar atrás a un Alain Delon, al que le doblaba en edad, en una de las persecuciones más largas de todos los tiempos. Ubicada a mitad de uno de estos thrillers que crecieron como setas a la sombra del noir Skorpio (1973), vemos en ella a Burt hacer acrobacias, tirabuzones, saltos al vacío y todo tipo de arabescos con una bala en el vientre. Y lo peor del caso, nos lo creemos.

Es muy posible que todo se reduzca a la aprensión que nos produce que nuestros símbolos envejezcan.

¿Entonces, hasta cuando es creíble el héroe de acción? ¿En qué momento la suspensión de la realidad se viene abajo ante lo que nos chirría de tal o cual situación (chirridos que muy bien pueden corresponder a las articulaciones de los protagonistas)? Es muy posible que todo se reduzca a la aprensión que nos produce que nuestros símbolos envejezcan. El mismo Clint  Eastwood, que a los 72 años acababa en cardiología, echaba 20 años después por tierra todo el argumentario con un mamporro poco creíble que tumbaba al sicario de turno en Cry Macho, 2021. Clint tenía por entonces apenas 91 años, pero respecto a la vida media de un icono, era poco más que un adolescente.