El libre albedrío es un tema que viene pintiparado, que diría Cassen en Amanece que no es poco, a la hora de hablar de La naranja mecánica. Y es que Stanley Kubrick es un defensor a ultranza del mismo, considerando que es mejor, o menos malo, que haya un psicópata capaz de hacer las atrocidades que hace Alex en la película a que haya un estado represor que impida a este la posibilidad de escoger entre bien y mal, esa elección moral que es la que nos hace humanos. Y es que si el hombre no escoge, deja de ser hombre, pasando a ser una naranja mecánica, algo que parece una naranja, pero no lo es.
La novena película de Stanley Kubrick es, además de una conferencia sobre el libre albedrío, fascinante en cada fotograma, desde el momento que empieza y la cámara nos presenta a Alex y sus Drugos, comenzando por un primer plano de Malcolm McDowell, el actor que interpretó a Alex, y abriendo el plano para enseñarnos a sus Drugos y el lugar en el que beben, el Korova Milk Bar, referencia absoluta del arte pop, en el que maniquíes desnudos de mujeres sirven de mesas y decoración. Entonces Alex comienza a contar su historia y, desde ese momento, a la fascinación le acompañará un sentimiento de malestar. Esta es la película más controvertida y polémica de la carrera de Kubrick, una de las películas más problemáticas jamás estrenadas por un director tan conocido como el creador de 2001: Odisea del espacio.
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Ese trato a las mujeres no cambiará con las de carne y hueso, que también serán objetos con los que practicar el viejo mete saca, posiblemente combinado con algo de ultraviolencia. Es lo que llevó a la prestigiosa crítica Pauline Kael a calificarla como pornográfica y a decir que Kubrick utilizaba un truco para hacer que las víctimas de los ataques de Alex tuvieran rasgos menos humanos que él, haciendo que el espectador no sintiera empatía por ellos. Pero creo que, esta vez, Kael se equivocaba.
Es cierto que muchos han visto en La naranja mecánica una glorificación de la violencia y del propio Alex, pero no hay que olvidar que Kubrick, y Anthony Burgess en la novela en la que se basa la película, cuentan la historia desde el punto de vista de Alex. Es cierto que eso la convierte en muy peligrosa, porque puede dar la impresión de que el director está con Alex, el único personaje, a pesar de ser un asesino y un violador, con cierto carisma, humor y simpatía en toda la película, pero repito la película nos la cuenta el propio Alex, es normal que su personaje salga bien parado y el resto no, estamos viendo la historia con sus ojos, escuchándola a través de sus oídos y nos la cuenta en primera persona, recordemos los ojos, oídos y boca de un psicópata.
El caso es que Kubrick lo rueda tan maravillosamente bien que hace que nos sintamos un poco culpables, experimentando a través de Alex, si nos ponemos freudianos, nuestros impulsos salvajes más reprimidos. Además Kubrick, siempre deleitándose en lo macabro, nos lo pone fácil, las víctimas son vulgares objetos de deseo, las mujeres, o individuos indeseables, como ese vagabundo que no dudará en tomarse la venganza por su mano o el escritor al que terminamos viendo en éxtasis mientras tortura al “pobre” Alex. La película es puro humor negro de un conocido misántropo como Kubrick, normal que le resultara tan maravillosa a ese otro misántropo reconocido que era Luis Buñuel que terminaría diciendo de ella La naranja mecánica es mi favorita actualmente. Estaba predispuesto en contra de la película. Después de verla, me di cuenta de que es una película sobre lo que significa realmente el mundo moderno.
Y es que La naranja mecánica, en la versión de Kubrick, deja claro que el hombre es un lobo para el hombre y que la redención no es posible, algo que sí acababa ocurriendo en la novela de Burgess, en un último capítulo que la edición americana, y el propio Kubrick, decidieron omitir.
Esa omisión es otro de los argumentos de todos aquellos que piensan que La naranja mecánica glorifica y justifica la violencia. Lo que sí está claro es que tras su estreno hubo varios crímenes basados en ella, lo que hizo que Kubrick decidiera retirarla de las pantallas del Reino Unido, a pesar de dejar claro que no creía que una obra de ficción pudiera ser responsable de estos crímenes.
Algo con lo que coincido totalmente, la culpa de un acto deleznable, ejecutado usando el muy humano libre albedrío, no puede achacarse a una influencia externa como esta. Es evidente que si alguien después de verla decide ponerse una pestaña postiza y salir a agredir a otras personas, lo hubiera hecho de todas formas, aunque de otra manera. El tema clave de la película es, como decía al principio, el libre albedrío y ver una película libremente te puede impresionar, pero si acabas ejerciéndolo para realizar una acción deleznable moralmente no puedes culpar al arte.
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Llegados a este punto no se puede hablar de La naranja mecánica sin olvidarse de su carismático protagonista, Malcolm McDowell, un actor que encontró el papel de su vida y que añadió varias de las cosas más recordadas de Alex, sin ir más lejos su inolvidable atuendo, que no era otra cosa que su ropa de críquet, aunque Kubrick le hizo ponerse la coquillera por encima de los pantalones, en vez de por debajo. Eso sí, su aportación fundamental, aparte de irradiar maldad y encanto a partes casi iguales, fue ponerse a cantar “Singin’ In The Rain” en medio de la escena de la violación.
La cosa ni aparecía en el libro, ni estaba preparada, estaban ensayando la escena y Kubrick le preguntó al actor si sabía bailar, ni corto ni perezoso McDowell se puso a cantar la mítica canción y a hacer una coreografía mientras daba patadas y golpes. Kubrick salió disparado del rodaje, nadie sabía qué mosca le había picado. Cuando volvió había comprado los derechos de la canción y daba una vuelta de tuerca más al humor negro de la película, transformando la banda sonora de la película más cercana a la felicidad de la historia en la banda sonora de tu peor pesadilla. Gene Kelly jamás se lo perdonaría, ni a Kubrick, ni a McDowell, al que se negó a saludar en una fiesta, aunque hay quien piensa que fue porque Kubrick no le pagó nada a él, consiguiendo los derechos de los compositores, Arthur Freed y Nacio Herb Brown, a pesar de que es la mítica versión de Kelly la que suena al final de la película. Es el golpe en el estómago final de Kubrick, dejarnos tarareando la canción más feliz de la historia del cine, después de haber curado a Alex…
Hasta en ese cierre, La naranja mecánica es una película casi perfecta pero es cierto que su mensaje es demasiado cínico, oscuro y retorcido para ingenuos idealistas como el que esto escribe, capaces todavía de emocionarse con Cantando bajo la lluvia. Aun así no creo que Kubrick despreciara a toda la humanidad, sencillamente era un pesimista que puede que no expresara el suficiente desprecio por Alex en esta sátira despiadada sobre un futuro no tan lejano. Aun así, tampoco me engaño, cada vez tengo más claro, Trump, Bolsonaro, manadas y demás mierda mediante, que el presente se parece un poco más a la película de Kubrick que a la de Kelly y Stanley Donen…
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