A pesar de los numerosos aplausos al final de la velada, el Fidelio de Beethoven que ha inaugurado la nueva temporada del Teatro La Fenice de Venecia no resultó un espectáculo totalmente logrado, tanto en el terreno musical como en el escénico. En la nueva producción veneciana el director coreano Myung-Whun Chung tuvo varias dificultades para ofrecer una lectura interesante y sugestiva de la partitura, entregado una ejecución, sin duda muy pulida, pero poco sugestiva en lo que se refiere a la intensidad expresiva, bien ejecutada pero, en general, bastante plana y sin demasiada trascendencia interpretativa.
Tamara Wilson en el segundo acto del Fidelio de La Fenice de Venecia. Foto ©Michele Crosera
Fidelio es una ópera compleja en lo dramatúrgico y en su estilo musical, dividida entre dos géneros distantes como la comedia larmoyante y la tragedia burguesa. El realismo de algunas situaciones escénicas, con un estilo cercano al de la ópera cómica, choca, pero también se funde, con momentos donde lo trágico y lo sublime de la música son protagonistas de la escritura beethoveniana. Conseguir un equilibrio entre todo este material es sin duda complicado y requiere una gran atención, no solo a cada detalle, sino también a la relación entre el entramado instrumental y la palabra cantada. Algo ausente en el trabajo de Chung que, pese a intentar realizar sonoridades terciopeladas no supo establecer una relación fructífera entre foso y escena, dejándonos una lectura bastante anodina de la partitura. Aspecto que se evidenció ya desde la no demasiado afortunada idea de elegir la Leonore 3 como obertura de la ópera: pieza impactante sin duda y que contiene momentos interesantes –ya que anticipa temas que se escucharán en el segundo acto– pero que resultó demasiado larga y finalmente poco efectiva con respecto a la que originalmente se usa para comenzar el Fidelio.
Oliver Zwarg, Tamara Wilson y Tilmann Rönnebeck en el primer acto del Fidelio de La Fenice de Venecia. Foto ©Michele Crosera
El reparto vocal fue muy desigual y algo decepcionante sobre todo en los dos papeles principales. Tamara Wilson (Fidelio/Leonore), con bastantes problemas en su actuación escénica, tuvo que luchar constantemente con una sección aguda bastante comprometida que no le permitió abordar con la necesaria tranquilidad interpretativa los momentos más atormentados de sus personajes. Lo mismo se puede decir de Ian Koziara, un tenor con una voz bastante adecuada al papel de Florestan pero con demasiadas desigualdades en la emisión de voz, sobre todo en la sección aguda. Oliver Zwarg trabajó sin duda mucho para evidenciar la potencia malvada de Don Pizarro, pero el resultado dejo algo que desear, apelando a menudo a una vocalidad estentórea y permanentemente forzada. Algo mejor, pero sin brillo, el Juaquino de Leonardo Cortellazzi y la Marzelline de Ekaterina Bakanova y excelentes el Rocco de Tilmann Rönnebeck y el Don Ferrando de Bogani Justice Kubheka.
Ian Koziara en el segundo acto del Fidelio de La Fenice de Venecia. Foto ©Michele Crosera
La puesta en escena de Joan Anton Rechi dejó poco en la memoria del espectador. La escenografía de Gabriel Insignares fue bastante anodina: la cabeza de una estatua rodada de estructuras en madera el primer acto no consiguió sustituir con eficacia la original casa sevillana del guardia de prisión Rocco. Mejor quedó el segundo acto, donde una obertura dentro de una pared de piedra tuvo más acierto en sugerir la oscura prisión que encierra al prisionero político Florestan. Los juegos de luz de Fabio Barettin resultaron ser muy planos, así como los trajes de Sebastian Ellrich, y se echó en falta una idea interpretativa impactante capaz de ofrecer cierto interés a una dirección escénica que demasiadas veces pareció olvidarse casi premeditadamente de las evidentes indicaciones dramatúrgicas propuestas por la partitura de Beethoven. Algo que lamentablemente es cada vez más habitual en las puestas en escena actuales. Pese al rotundo y ya citado éxito final, un inicio de temporada que en resumidas cuentas no creo dejará un gran recuerdo en la historia del prestigioso teatro veneciano.
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