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Sitges 2023 #1: Paco Plaza, Nick Cassavetes y los gnomos asesinos

En Cine y Series domingo, 8 de octubre de 2023

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Completado el primer tercio de la 56ª edición del Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, destaco aquí tres películas que han acaparado la atención por diversos motivos: la de Paco Plaza porque inauguró el certamen, la de Nick Cassavetes por su calidad, y la de los gnomos asesinos… bueno, qué puedo decir de una película con gnomos asesinos proyectada en Sitges: una de las más disfrutadas y aplaudidas en lo que llevamos de festival.

Hermana Muerte, de Paco Plaza

No parece el cine fantástico español muy empeñado en ofrecer visiones, idearios, sensaciones muy distintas de las que viene ofreciendo desde que, a finales de los 90 y principios de los 2000, se convirtiera en uno de los géneros más explotados en nuestra cinematografía. Casi podría decirse que, al contrario de lo que ocurre en otros países europeos, se trata de un género estancado en sus propios límites.

Son estos límites precisamente los que Hermana Muerte termina por evidenciar y los que convierten una propuesta con posibilidades en una película mediocre. Me refiero, por ejemplo, a una puesta en escena carente de la menor imaginación, a un guion moroso que confunde contexto con lo que es puro relleno argumental y, sobre todo, a una concepción de lo terrorífico trillada: objetos que se mueven solos, efectos sonoros siniestros, planos cargados de oscuridad y, en fin, el habitual montaje sincopado cuando la película se enfrenta a sus supuestos momentos más terroríficos.

Digo que la propuesta tenía posibilidades, porque la historia transcurre casi por completo en un convento de la España de postguerra, un escenario ciertamente original. También cabe destacar el buen oficio que demuestra Paco Plaza en el tercer acto, cuando todo el misterio se resuelve y el terror se desata pero en dos líneas temporales diferentes.

Es un tercer acto, sin duda, interesante, pese a no poder evitar sucumbir a ciertos maniqueísmos previsibles (el origen del Mal, claro, reside en la Guerra Civil española). Lo que ocurre es que los dos actos anteriores no consiguen levantar el vuelo en ningún momento, no escapan de lo formulaico ni en lo formal ni mucho menos en lo argumental.

Sin ningún tipo de dudas, el cine fantástico español necesita un revulsivo, una entrada de ideas nuevas que permitan superar una producción dominada por el conformismo. Y Hermana Muerte no es precisamente la película que venga a aportar este aire fresco.

Sitges 2023

There’s Something in the Barn, de Magnus Martens

¡Ah! ¡Qué delicioso sabor tienen las películas que pervierten el espíritu familiar y amoroso de la Navidad! El género fantástico hace muchos años que decidió disparar a bocajarro contra esos clásicos edulcorados, tipo Cuento de Navidad o De ilusión también se vive. Ya en los 70, el terror ofreció cosas como Navidades negras, proto slasher estrenado en 1974, cuatro años antes que La noche de Halloween, en la que un maníaco persigue y asesina en plena época navideña a las chicas de una hermandad, o ya en los 80s Noche de paz, noche de muerte, con un Papá Noel asesino absolutamente desatado y sangriento.

Son películas que utilizan el espíritu navideño casi como MacGuffin: la ambientación navideña es tan solo una excusa, un truco para acabar entrando en una narrativa que se aleja de la -a priori- esperable historia bienintencionada y familiar. Es lo que, más allá de los límites del terror, hicieron también dos clásicos ochenteros como Gremlins y Jungla de cristal.

There’s Something in the Barn se mira precisamente en la famosa cinta de Joe Dante para perpetrar una gamberrada de manual: una familia estadounidense se traslada a vivir a una casa en mitad de las nevadas montañas de Noruega y allí descubren que en el granero vive un duende, un elfo que es muy amistoso y hasta ayuda en las tareas del hogar si se cumplen ciertas normas… pero si no se cumplen se transforma en un ser diabólico que hará lo que haga falta para deshacerse de sus nuevos vecinos.

Con esta premisa, la cinta transcurre por senderos, es cierto, más o menos previsibles y no se aparta casi nunca de lo que se espera de ella. Quizás ese sea justamente un valor que convendría argumentar en sentido favorable: para variar, There’s Something in the Barn no esquiva la promesa de una fiesta de sangre y mala leche, y acaba ofreciendo (en su segunda mitad) bastante de todo ello.

Por supuesto, el desaguisado sirve para unir a una familia que, durante la primera mitad de proyección, está al borde del colapso. Es otro guiño al cine de fantasía de los 80 sobre los que se cimenta esta atractiva propuesta que, también para variar, no se estanca (como tantas otras) en la simple réplica nostálgica de las constantes del cine fantástico de los 80, tampoco en el homenaje autoconsciente, sino que sabe desenvolverse como una verdadera película del siglo XXI pero usando resortes argumentales propios del fantastique de los años 80. Formidable.

Sitges 2023

God Is a Bullet, de Nick Cassavetes

Desconcertante y errática, la filmografía de Nick Cassavetes se ha movido casi siempre dentro de los márgenes mainstream más convencionales, habitualmente con intérpretes de peso comercial como Denzel Washington (John Q), Cameron Diaz (La decisión de Anne y No hay dos sin tres), o John Travolta y Sean Penn (Atrapada entre dos hombres).

En un nuevo paso dentro de esta filmografía difícil de definir, el hijo del inolvidable John Cassavetes y de la no menos formidable Gena Rowlands se adentra con God Is a Bullet dentro de ese thriller áspero, desesperanzado, casi crepuscular (no por la edad de sus protagonistas, sino por el tono) tan habitual en estos últimos tiempos.

La película no se despeina en cuanto a contenido, ni mucho menos. Nos encontramos ante un más o menos conocido descenso a los infiernos de un policía que busca a los secuestradores de su hija para matarlos a todos. Nada que no haya explorado antes esa obra maestra llamada El fuego de la venganza, con la que God Is a Bullet tiene no pocas concomitancias (lo latino como fuente del mal, los paisajes urbanos degradados, etc.).

La película, sin embargo, consigue sobreponerse a sus propias limitaciones a partir de una puesta en escena sobria, elegante, majestuosa, que recuerda al mejor (e imprescindible) Walter Hill en casi todo su metraje. No es habitual poder disfrutar hoy día de un thriller que se tome la molestia de contextualizar a sus protagonistas dentro del marco de sus imágenes, por ejemplo.

Y digo que se parece a Hill en casi todo su metraje porque sus últimos 30 minutos, de manera casi tan imprevisible como lo es la propia filmografía de Cassavetes, God Is a Bullet se revuelve como un animal salvaje y ofrece una lluvia de violencia seca, contundente, sangrienta, que abandona las raíces clásicas que había exhibido hasta entonces para abrazar con deleite los tintes de explosión de ultraviolencia surrealista de todo un S. Craig Zahler.

Thriller, pues, que se toma en serio a sí mismo y que sabe desenvolverse evitando interferencias disonantes, siempre atendiendo a una admirable coherencia interna tanto en la forma como en el texto, y con interpretaciones valientes de todos sus protagonistas con mención obligada para una —como siempre— espectacular Maika Monroe y, particularmente, para un Jamie Foxx cuya aparición episódica y su presencia como uno de los productores de la cinta resulta tan insólita como lo es la propia película.

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