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Por qué ‘The end of the f***ing world’ gusta tanto

En Cine y Series 14 febrero, 2018

Inés Calero

Inés Calero

PERFIL

Generalmente los buenos hitos seriéfilos vienen rodeados de una promoción potente para generar expectación entre los devoradores de capítulos, no obstante, The End of the F***ing World llegó sin avisar, como un spam entre el catálogo disponible. Esta comedia negra, retorcida y macabra, con denominación de origen británica, da motivos para conectar realmente bien con el espectador y ya ha revolucionado el primer mes de 2018.

La serie, basada en la novela gráfica The End of the Fucking World por Charles S. Forsman, ha conseguido convencer tanto a la crítica como a los suscriptores de la plataforma. ¿Por qué ha tenido esta fabulosa acogida? Porque ha sabido combinar con acierto temas y técnica de otras series que, agitadas con algo de sangre, Netflix ha sabido servir con elegancia.

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De hecho, Netflix no es la única responsable de la serie. Se trata de una producción del canal E4 –Skins– que encontró en Netflix a un coproductor a cambio de los derechos de emisión internacional de la serie, estrenada en la plataforma en enero. De ahí que no sorprendan los guiños a los adolescentes británicos que comparten con Skins o The Inbetweeners. Y aquí el análisis, sin spoilers en la trama:

Para empezar, The End of the F***ing World es atractiva por su duración. En ocho episodios de 20 minutos aproximadamente, se desarrolla una agitada historia que combina el humor negro, la comedia romántica y el drama existencial adolescente con un toque gore.

Los protagonistas: son el gran fuerte, unos personajes límite escritos con mucho humor negro. Alyssa –Jessica Barden– y James –Alex Lawther– atraen porque ambos, cada uno a su modo, están malditos y son desdibujados como personas que no encajan en sus círculos, marcados por tener unos padres que se alejan del idilio. Ella es una chica algo maníaca y con tendencias depresivas, él es un psicópata que de niño disfrutaba asesinando animales y ahora tiene ganas de más. Los dos, con diecisiete años, forman un dueto potente que logra llegar a quererse y a sentir lástima por el otro, a la vez que transmiten estar muertos por dentro.

The End of the F***ing World

La trama: inscrita en la fórmula coming of age, The End of the F***ing World es la retorcida historia sobre el intenso proceso de crecer y madurar y, sobre todo, la rebeldía y la necesidad de libertad ante unas figuras paternas decepcionantes o directamente ausentes –ya sea por abandono o por defunción.

La serie se queda en la superficie en los entresijos filosóficos, sobre los que regala un par de diálogos para paliar las cuestiones existenciales del espectador; sin embargo, ahonda con acierto en la psicología de los personajes. El autoconocimiento y la maduración de Alyssa y James no sólo van ligados al avance de la narración y del camino, sino también a su acercamiento al precipicio. El desencadenamiento de los hechos empuja a los protagonistas a huir hacia adelante mientras se dan cuenta de que se necesitan el uno al otro, de algún modo.

Una historia de amor poco convencional: juntos formarán una extraña pareja de adolescentes fugitivos inmersos en una historia de amor que los convertirá en una suerte de Bonny y Clide indies.

Su humor: los 19 minutos de su primer episodio son más que suficientes para observar que no es una comedia al uso, pero que tampoco es Dexter en versión para adolescentes. Un humor enriquecido con la contraposición entre las dudas que demuestran las voces narradoras de James y Alyssa y la aparente seguridad de sus actos y sus diálogos.

The End of the F***ing World

En cuanto a cuestiones técnicas, merece mención especial a la fotografía y al adictivo montaje de planos rápidos y flashbacks, casi esquizofrénicos, con el que el pensamiento asesino de James siempre se cuela entre las escenas.

Y no, por último, carece de importancia la excelencia de la banda sonora. Desde la música de la cabecera, Laughing from the outside hasta clásicos como Fleetwood Mac, Buzzcocks o Graham Coxon. Las selección de canciones empastan a la perfección con la narración y la estética ochentera de los personajes, metiéndose al público en el bolsillo, como ya hizo también Stranger Things.

Sin ser la serie que cambiará nuestras vidas, este torrente de humor negro y violencia al estilo británico atrae a adolescentes y adultos porque, si la vida es un drama que sobrellevar del mejor modo posible, ¿quién no sueña con escapar de su realidad?

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