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Cultura

Novela con cocaína

En Hermosos y malditas, Cultura 29 febrero, 2016

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Novela con cocaína (M. Aguéev, 1934) es una de esas obras hermosamente extrañas, tan sórdidas como poéticas, que añaden a la rareza de la trama, el negrísimo misterio que rodea al autor.

Escribe Lydia Chweotzer en la introducción de Roman avec cocaïne que, en los años 30, un paquete procedente de Constantinopla (nombre histórico de Estambul) llegó a la revista Números de París: el manuscrito firmado por un tal M. Aguéev tenía por título Relato con cocaína.

Los años 30 no eran años gobernados por el signo de la droga (Saviano aún no podía escribir su Zero, Zero, Zero) y al decir de Chweotzer, el escándalo se produjo más por la franqueza con la que el autor hablaba de ciertas realidades que por sus experiencias de cocainómano.

Jason Eskenazi “Wonderland: A Fairytale of the Soviet Monolith"

Jason Eskenazi “Wonderland: A Fairytale of the Soviet Monolith»

Sí, hay algo sucio, escandaloso y marchito en Vadim Maslenikov, joven lúcido que discierne perfectamente el lado en que cae su brutalidad moral (con las jóvenes a las que seduce, con su nodriza), pero se muestra incapaz de querer dejar de actuar como lo hace. Vadim no se apasiona con nada ni siquiera con su maldad. No parece, sobre todo, dolerle la crueldad con su madre. Así se nos presenta justamente Vadim informándonos de que ha olvidado el sobre con dinero del semestre que su madre ha dejado en el comedor la víspera por la noche:

No fue hasta el comienzo del recreo principal (…) en el último rellano, vi a mi madre, y sólo entonces, acordándome del sobre, pensé que no había podido contener sus deseos de venir a traérmelo. Con su pelliza raída, su toca ridícula de la que sobresalían pequeños cabellos grises, mi madre estaba allí sola, apartada, y su visible inquietud acentuaba en cierta manera esta lastimosa apariencia (…) algunos se volvían para mirarla y reían burlonamente.

Vadim, (mal hijo, como el extranjero de Camus) quiere escabullirse, se averguenza de sus manecitas amarillas, de su aspecto limosnero, niega ante sus compañeros conocer a ese payaso con enaguas. Su corazón sufre cuando las carcajadas se prolongan, pero sabe que pronto se le pasará. Y con esa frialdad del ánimo Vadim-Aguéev conocemos la vida en el instituto moscovita: compañeros, caligrafías, luchas de inteligencia.

Eskenazi “Wonderland..."

Eskenazi “Wonderland…»

Habrá una gran Historia (entre la primera guerra mundial y la revolución rusa) paralela a la pequeña historia de Vadim pero aquella se nos presenta carente de importancia. Al principio fue el Instituto, ahí leemos la tensión de los estudiantes en un microcosmos atribulado que nos recuerda al joven Törless de Musil, al centro Benjamenta de Robert Walser. Y una palabras enigmáticas, más importantes de lo que el apresurado lector de esta novela rara y maldita puede pensar: Burkevitz se ha negado.

A la vida en el instituto siguen las correrías y el amor de Sonia, detalles de afán similar al de Proust, lúcidas reflexiones sobre asimétrica libertad sexual hombre-mujer, perlas sobre la guerra, joyas de este tenor: nunca me acercaba a las mujeres que me contestaban con una sonrisa, sabía que a una mirada como la mía sólo podía contestar con una sonrisa una prostituta o una virgen”. Y pronto, como si la vida circulara por una vía sin alma: la cocaína.

Poesía sórdida, hundimiento, imágenes sorprendentes, negrura del corazón, violencia moral, metafísica de la drogadicción (estupenda la forma de marcar el tiempo-droga a partir de la descripción del mobiliario que rodea a Vadim), todo en Novela con cocaína es atípico, nihilista, nevado. A uno le resulta curioso que el manuscrito de Aguuév proviniera de la reina de las ciudades, de la encrucijada del mundo. A uno le resulta dificil olvidar la encerrona de los cuatro jóvenes moscovitas y el viento de Moscú. Uno sospecha, también, que esta novela con cocaína fue la que escribió a Aguéev y no al revés.

Novela con cocaína

Una novela escribiendo a un hombre, por eso el improbable Aguéev la expulsa desde la encrucijada del mundo tan lejos de sí. Tras el exorcismo, la decadencia. Y, como diría Céline: que no se escriba más de nada.

Sí, uno es capaz de observar en la minuciosidad con que se describe la entrada de la droga en el cuerpo y mente de Vadim, el final de Vadim, pero también la decadencia de todo: (…) en la oscuridad de mi habitación se inició un largo aullido, y un instante después comprendí que era yo el que aullaba y que era mi propia mano la que me tapaba la boca; O: (…) tampoco puedo ya imaginar algo más espantoso que, justamente, la llegada a esta habitación oscura y silenciosa de un hombre diurno, despierto y ruidoso que viera nuestros ojos.

Eskenazi "Wonderland"

Eskenazi «Wonderland»

Sí, uno es capaz de observar en la minuciosidad con que se describe la entrada de la droga en el cuerpo y mente de Vadim, el final de Vadim, pero también la decadencia de todo: (…) en la oscuridad de mi habitación se inició un largo aullido, y un instante después comprendí que era yo el que aullaba y que era mi propia mano la que me tapaba la boca; O: (…) tampoco puedo ya imaginar algo más espantoso que, justamente, la llegada a esta habitación oscura y silenciosa de un hombre diurno, despierto y ruidoso que viera nuestros ojos.

Tras la edición en Seix Barral que manejamos, se supo que no fue Nabokov, ni el falso Aguéev sino Marko Levi (una suerte de Bartleby en la categoría acuñada por Vila-Matas) el nombre del exorcista que escribía como Aguéev y que dejó de escribir. El hombre-novela habría nacido en Moscú en 1898; en 1930, se trasladó a Turquía donde fue profesor de idiomas; allí expulsó al mundo su cuerpo-novela. En 1942 fue repatriado a la URSS por la policía turca. Anduvo hasta Yerebán (Armenia). Murió en 1973.

Quedarán en la retina y en la memoria del lector el cuadro de vida cotidiana de Vadim. Idas y venidas por el Moscú de los bulevares, insólito, decadente y decrépito, horror de golpes en una puerta que no existe, el fin de los efectos del sueño poderoso, el agarrotamiento y la culpa. Pero sobre todo queda destinada a nuestra retentiva la noche fantasmática. Noche del alma, confusa y definitiva como la muerte donde todos los jóvenes vagan, al menos unas horas interminables de su vida.

Doble es la oscuridad para el joven y doble siempre su extravío: extravío fuera, allá en la la calle nocturna pero también extravío por el interior de sí mismos. Así vienen las cosas. Y así se marchan ellos, extraños trenes sobre los raíles por donde se sale del mundo.

Hermosos: libros de ocasión, Rückert-Lieder de Mahler.

Malditas: drogas.

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