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«La tête haute», los trabajos sociales de Bercot y Deneuve

En Cine y Series 14 mayo, 2015

Emilio Doménech

Emilio Doménech

PERFIL

Emmanuelle Bercot y Catherine Deneuve abren la 68 edición del Festival de Cannes con un filme social demasiado correcto.

La sonrisa de Ingrid Bergman, imagen del cartel del Festival de Cannes 2015, parece recibir esta 68 edición con el mismo entusiasmo que el cronista que les escribe. Ya había rumores durante la Berlinale que apuntaban que la sección oficial de este año podría ser una de las mejores de toda la historia, y es cierto que por nombres y expectación la cosa promete.

Varios realizadores consumados en los circuitos del cine de autor se pasan al habla inglesa. Matteo Garrone (Gomorra) presenta hoy Tale of Tales, con Salma Hayek y Toby Jones; Yorgos Lanthimos (Canino) contará mañana con Rachel Weisz y Colin Farrell para The Lobster; y Paolo Sorrentino (La gran belleza) traerá la semana que viene a Paul Dano y a Michael Caine para presentar Youth.

Vienen con buenas menciones Carol de Todd Haynes (Mildred Pierce, Safe) o Sicario de Denis Villeneueve (Enemy), aunque esto son todo rumores de discoteca que me han llegado por chivatazo. Las apuestas seguras parece que sí van con Hou Hsiao-Hsien (Millennium Mambo) y su por largo gestada The Assassin o la trilogía de seis horas Arabian Nights, del portugués Miguel Gomes (Tabú).

Los últimos largometrajes de Jacques Audiard, Joachim Trier o Gaspar Noé también se esperan con ganas, pero son algunas de las pequeñas las que tiene visos de dar la sorpresa en la Croisette. En ese plano menos mediático es difícil olvidarse de Alice Winocour (Augustine) y su Maryland, con Diane Kruger y Matthias Schoenaerts; Jeremy Saulnier (Blue Ruin) y su Green Room -la It Follows de este año, dicen-; Kiyoshi Kurosawa y su Kishibe No Tabi; Apichaptong Weerasethakul (Tropical Malady) y su Cemetery of Splendor; Rick Famuyiwa y su Dope -que viene con mucho éxito tras su paso por Sundance-; o Roberto Minervini (Stop the Pounding Heart) y su The Other Side. Para aburrir, vaya.

Michale Caine. Paolo Sorrentino

La tête haute de Emmanuelle Bercot

Como inauguración del Festival, Cannes ha abandonado el glamour de colchoneta de Grace de Mónaco y se ha pasado a la reivindicación social francesa de La tête haute, dirigida por Emmanuelle Bercot (El viaje de Bettie).

La tête haute sigue la adolescencia de Malony, un joven malcriado con un maravilloso historial de centros juveniles y entrevistas en el juzgado que no levanta cabeza. Precisamente, es en la corte donde su mayor aliado, una jueza interpretada por Catherine Deneuve, dibujará el trazo de su destino: a qué centros asistir, por cuánto tiempo… Ella representa a una suerte de madre estatal que se apiadará del crío y servirá como representante de un ente social siempre entre la complacencia legal y el puño firme.

La tete haute. Emmanuelle Bercot

El problema es que Bercot hace evidentes los caminos por los que transcurren sus personajes y nunca tiene claro cómo darles finiquito a esos recorridos. Los arrebatos de violencia de Malony son siempre respondidos con violencia, órdenes judiciales o, y aquí viene lo bueno, simples caricias. Caricias que amansen a la fiera, nada menos.

Porque hay obviedad en la forma en la que Bercot presenta las distintas fases por las que pasa Malony y en el cómo su personaje crece dentro de los entornos en los que se mueve -en una ocasión ve a dos chavales renunciar a su orgullo y perdonarse tras una pelea-, pero la realizadora no puede pretender que el punto de inflexión definitivo de su protagonista nazca de un masaje facial. No.

Bercot es lo suficientemente inteligente como para realizar una construcción crítica de una historia con una clara dependencia política (jóvenes problemáticos «protegidos» por el estado), salvo que parece desconocer las circunstancias de las que depende y lo apresurado (o tardío) que puede llegar a sentirse el uso de esas ramas argumentales. Tanto es el favoritismo con el que cuenta Malony por parte de la jueza que Bercot pasa a un debate político casi por sorpresa. Coloca a un grupo de jóvenes discutiendo sobre un tema de actualidad, la injusticia racial frente a los juzgados, con un cambio en las formas demasiado marcado. Y el eco se pierde.

La tete haute. Emmanuelle Bercot

Hay también una intención manifiesta de ligar elementos superficiales con las catarsis emocionales de los protagonistas. A Bercot le cuadra su película cuando son los protagonistas, a través de sus interpretaciones, los que transmiten nervio, histeria o cariño; y no en cambio cuando son un pañuelo o un pisapapeles los que pretenden actuar como representantes de los sentimientos de los personajes.

La tête haute queda, cierre panfletario incluido, como una nueva intentona de asimilar las herencias dardennianas de reivindicación social con historias exigentes, pues cuesta cogerle cariño al chaval; y redenciones lo suficientemente sensibles como para que la empatía no se nos escape de los dedos. A Bercot en cambio el melodrama le sale alargado, reiterativo y, esto ya lo hemos dicho, demasiado obvio. Eso sí, el chaval (Rod Paradot) está perfecto.

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