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Gianluca Vacchi, exhibicionismo 2.0

En Lifestyle 15 agosto, 2016

Jesús Andrés

Jesús Andrés

PERFIL

Gianluca Vacchi… ¿No te suena? Es el último fenómeno viral… o el próximo freak que protagonizará tus pesadillas, que son casi sinónimos. ¡Pero si han hablado de él El País y el Corriere della Sera! ¡Hola y People también! ¡Y hasta TVE se ha hecho eco de su fama en un telediario!

El señor Vacchi, para los despistados, es un talludito ricachón italiano que se dedica a enseñarnos su estresante rutina a través de Instagram. Mucho musculito, mucho yate, mucha novia treintañera en bikini. Y sobre todo mucho baile y mucho riesgo de ruptura de cadera (que ya no tiene edad, el hombre). En la susodicha red social, este Casanova acumula más de tres millones de seguidores y el más notorio de sus vídeos supera los siete millones de reproducciones. El porqué de la repercusión de sus publicaciones escapa, como en cada nuevo caso de fama instantánea a través de internet, a cualquier lógica.

Gianluca Vacchi

Gianluca Vacchi, Giorgia y la mordidita.

Porque Instagram, ese entorno en el que la valía de uno hay quien la mide en Ks, está repleto de otros muchos individuos que hacen de la ostentación su afición cotidiana. Hay quienes presumen de trapitos y tacones, quienes muestran bíceps y pectorales y hasta quienes por privado -bendita censura- te envían fotos de sus partes pudendas. Es el exhibicionismo 2.0.: en vez de enfundarse en gabardinas y deambular por parques, los guarros de 2016 se escudan tras un smartphone y espantan a los incautos paseantes a golpe de imágenes efímeras.

A Vacchi le reconozco la confluencia de una serie de ingredientes que hacen que ver sus vídeos sea más entretenido que contemplar macacos en un zoo. Resulta gracioso, es innegable. No se puede apartar la mirada de la pantalla del teléfono mientras él y Giorgia, su enamorada, pergeñan su danza al son de Ricky Martin. Porque Vacchi es una especie de Pepito Piscinas pero venido a más: resulta igual de peripatético y el espectador teme -y ansía- que en el momento menos pensado se revele la mediocridad que se le adivina bajo el bronceado. Ahí reside la hipnótica tensión de sus vídeos. ¿Resbalará y acabará en urgencias? ¿Se despatarrará y acabará enseñando el escroto? ¿O simplemente el viento se llevará el decorado y descubriremos la trampa y el cartón que envuelven su espectáculo?

En pleno auge del fenómeno y hasta que arribe su ocaso, disfrutemos de la cimbreante cadera del madurito. A ver quién es el listo que no acaba tarareando «La Mordidita» después de ver cómo la baila… ¡Eso es influir!

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