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La Scala presenta la peculiar “L’Orontea”, de Antonio Cesti

En Música miércoles, 9 de octubre de 2024

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

La Scala, que desde hace tiempo ha tomado el camino adecuado hacia el redescubrimiento del teatro musical barroco (basta recordar las recientes y exitosas producciones de La Calisto de Francesco CavalliLi zite ngalera de Leonardo Vinci), presentó esta temporada L’Orontea de Antonio Cesti (compositor italiano del siglo XVII) en una nueva producción dirigida por Robert Carsen, a quien ya debemos el memorable Giulio Cesare de Händel, visto en La Scala en 2019.

De esta ópera, cuya grabación discográfica fue realizada en los años ochenta por René Jacobs, destaca el valor del libreto de Giacinto Andrea Cicognini, que previamente había sido musicado para los escenarios venecianos por Francesco Lucio, aunque de esa obra no queda rastro. El texto, lleno de giros inesperados y enredos, mezcla lo serio con lo cómico. Llegó a manos de Cesti cuando el compositor toscano (nacido en Arezzo en 1623 y fallecido en Florencia en 1669) ya había dejado Venecia, donde trabajó varios años como operista, para trasladarse a Innsbruck. Allí, invitado por el archiduque Fernando Carlos de Habsburgo, se convirtió en maestro de capilla de la corte y director de un teatro de ópera creado expresamente para él, donde presentó varias nuevas óperas, entre ellas L’Orontea en 1656, utilizando el texto de Cicognini ya estrenado en Venecia con la música de otro compositor, revisado y adaptado por Giovanni Filippo Apolloni.

La Scala

Luca Tittoto y Sara Blanch en sección final del primer acto de “L’Orontea”. © Vito Lorusso, Teatro alla Scala.

La comedia de los equívocos y los constantes tira y afloja amorosos giran en torno a la identidad oculta del humilde pintor Alidoro, de quien todas las mujeres se enamoran un poco, incluida la protagonista, Orontea, reina de Egipto. Esta, decidida a rechazar cualquier amor, cambia de parecer al conocer al joven pintor, aunque se ve convencida por su preceptor Creonte de no sucumbir a los encantos de alguien de tan baja condición. El final feliz que corona la obra es típico de los libretos del estilo de la ópera veneciana del siglo XVII, donde los elementos dramáticos confluyen para crear situaciones escénicas equilibradas en su alternancia de estilos. Esto deriva de los modelos del teatro español del Siglo de Oro, como los de Lope de Vega o Calderón de la Barca, y mezcla elementos patéticos con concesiones cómicas, siempre bajo el hilo conductor de los enredos amorosos. De este dinámico juego teatral surgen pasajes musicales que dan vida tanto a lamentos apasionados, consecuencia de los sufrimientos amorosos, como a escenas cómicas protagonizadas por personajes de bajo rango, llenas de insinuaciones pícaras, concesiones al placer del buen vino y deseos sensuales que la vejez no se resigna a dejar atrás.

La Scala

Francesca Pia Vitale en el segundo acto de “L’Orontea”. © Brescia Amisano, Teatro alla Scala.

Robert Carsen logró llevar todo esto al escenario sin caer en lo trivial. Junto con los decorados y el vestuario de Gideon Davey, concibió una ambientación contemporánea situada en el Milán actual, en un espacio artístico formado por una única escena giratoria. Dado que Alidoro es pintor y eje central de todas las dinámicas amorosas, Carsen utilizó la estructura escénica con fines dramáticos. Orontea es presentada como una mujer de negocios, responsable de una galería de arte: el espacio escénico alterna entre la galería, un gran ambiente semicircular con entrepiso, y la oficina de la protagonista, con vistas al skyline de la nueva Milán. Al girar la escena, se revelan los espacios donde actúan los personajes de bajo rango, como un sótano con cubos de basura y una biblioteca-depósito, en los que estos personajes se mueven continuamente. Estos cambios escenográficos dotan a la ópera de un ritmo narrativo vertiginoso, alineado perfectamente con los enredos amorosos.

Carsen, de acuerdo con el director musical, se permitió una única licencia: eliminar el prólogo, en el que Amor y Filosofía debaten cuestiones filosóficas. Lo que más sorprendió de esta excelente producción fue cómo Carsen, con su habitual maestría, captó la esencia íntima de los personajes en este espacio moderno, manteniéndose siempre fiel a su naturaleza. A pesar de la ambientación contemporánea, el director canadiense consiguió dar claridad al enredo sin distorsionar la trama, demostrando que la modernización del escenario no afecta la profundidad del drama, sino que la refuerza.

La Scala

Stéphanie D’Oustrac, Francesca Pia Vitale y Carlo Vistoli en el segundo acto de “L’Orontea”. © Vito Lorusso, Teatro alla Scala.

Giovanni Antonini dirigió magistralmente a la Orquesta della Scala, que interpretó la obra con instrumentos históricos, contando con la participación de un clavecinista y tres tiorbistas adicionales: Andrea Buccarella, Michele Pasotti, Elisa La Marca y Maggie Andersson, nombres conocidos por los aficionados al repertorio barroco. La orquesta, ligera y elegante, acompañó con gran finura los números vocales y destacó sobretodo en los intermedios instrumentales, ofreciendo una rica variedad de matices. A pesar de la excelente interpretación, la orquesta tuvo de toda formas algunas dificultades para llenar el vasto espacio del teatro, poco adecuado para un repertorio pensado para teatros más pequeños, de no más de 400 espectadores.

La Scala

La escena final del tercer acto de “L’Orontea”. © Vito Lorusso, Teatro alla Scala.

El reparto fue de muy alto nivel: Stéphanie d’Oustrac (mezzosoprano) interpretó a una Orontea con gran presencia escénica y sólida técnica vocal, mientras que su rival amorosa, Silandra, fue encarnada por la soprano Francesca Pia Vitale, una verdadera promesa con una brillante voz llena de matices y notables dotes actorales. Alidoro fue interpretado por el contratenor Carlo Vistoli, quien aportó un fraseo ocasionalmente oscuro. Mirco Palazzi, como Creonte, y Sara Blanch, como Tibrino, ofrecieron interpretaciones destacadas. Mención especial merece Luca Tittoto, quien dio vida al camarero y borracho Gelone, logrando arrancar carcajadas del público en su aria dedicada a la reina de Marruecos. Al final, los aplausos fueron unánimes, impulsados por Carsen, quien invitó al escenario a extras y personal técnico, manteniendo la ilusión de estar celebrando la inauguración de la exposición del pintor Alidoro, sin interrupciones.

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