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“Indiana Jones y el dial del destino”, la última aventura

En Cine y Series viernes, 30 de junio de 2023

Aníbal Moltó Barranco

Aníbal Moltó Barranco

PERFIL

No cabe duda de que Indiana Jones y el dial del destino es una de las películas más esperadas desde la adquisición de Lucasfilm por parte de Disney. Desde el fatídico estreno de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, los incondicionales del arqueólogo más famoso del séptimo arte esperaban con ansia la cinta que redimiera a la saga y que concediera al inconfundible héroe de acción de sombrero y látigo una despedida a la altura de las expectativas. En palabras de su director, James Mangold, Dar a los fans la película de Indiana Jones que merecen.

Mangold, encargado de esta difícil (y arriesgada) tarea, puso de manifiesto su talento a la hora de retratar el adiós de un héroe en el ocaso en Logan, donde un viejo Lobezno, con unos poderes de regeneración en pleno proceso de deterioro, emprende una última aventura en calidad de uno de los superhéroes más célebres y queridos de la franquicia Marvel.

En esta cinta, al igual que en Logan, se presenta a un Indiana Jones (Harrison Ford) anciano, solo y decadente, con un ligero olor a naftalina, cuyos días de aventuras ya han caído en el olvido, que ya no supone un ejemplo intrépido y atractivo para su alumnado y que espera, con pesar, la llegada de su inminente jubilación. El Dr. Jones es una vieja reliquia, similar a aquellos pistoleros solitarios y crepusculares que presentaba John Ford en sus films, decadentes y obsoletos, evidencias de una época pasada que ya no volverá.

No obstante, una serie de circunstancias obligarán al viejo caballero cruzado a vestir de nuevo el sombrero y la cazadora para volver a llevar a cabo una última cruzada contra sus clásicos enemigos: los nazis. En esta ocasión, un científico alemán (Mads Mikkelsen), antaño al servicio del Tercer Reich, anda en busca del dial del destino, un invento del griego Arquímedes, que dota a su portador de la capacidad de viajar en el tiempo. Con este artefacto, los villanos no buscan otra cosa que corregir los errores cometidos en la Segunda Guerra Mundial y, así, lograr que el nacionalsocialismo se imponga en el mundo. En la caza de este prodigioso artilugio, se le unirá su ahijada Helena Shaw (Phoebe Waller-Brige), una cazadora de tesoros, hija de un antiguo camarada.

Indiana Jones

El dial del destino, el artilugio protagonista de esta cinta.

La película supera considerablemente en calidad a su predecesora y, por otra parte, no llega a alcanzar la maestría que rezuman las tres entregas originales, surgidas de la imaginación y el talento de Steven Spielberg y George Lucas. Sin embargo, esta condición no es óbice para que esta entrega contenga algunas de las mejores escenas de la saga, como lo es su prólogo, en el que se presenta a un joven Indiana Jones en acción en una misión, durante la Segunda Guerra Mundial.

Esta escena ha sido una de las más comentadas desde la salida del primer tráiler, debido al rejuvenecimiento de Harrison Ford mediante la técnica digital del de-aging, que si bien funciona en primeros y medios planos, en los generales resulta bastante artificial, como si de un personaje de videojuego se tratara. No obstante, más allá de la cuestión técnica, esta primera secuencia es un emocionante no parar de acción trepidante al más puro estilo Indy que sirve, además, para resaltar el contraste entre el héroe esplendoroso del pasado y el decadente protagonista del resto de la trama.

Indiana Jones

Indiana Jones (Harrison Ford) rejuvenecido con la tecnología del de-aging.

Por otro lado, la historia capta la esencia de film de aventuras que las tres primeras entregas encarnaban y que se lamentablemente se perdió con la cuarta. Presenta, asimismo, una serie de propuestas tan originales como interesantes, siempre manteniendo un pie en lo ortodoxo y tradicional, suponiendo además la ambientación sucia y polvorienta y el equilibrio entre escenarios naturales y de estudio, una experiencia inmersiva de lo más efectiva para el espectador. Todo ello, aderezado con la mágica banda sonora de John Williams, que logra dotar de alma a la acción y a los personajes. El maestro Williams, con cada partitura, constata que, a pesar de la edad, no ha perdido facultades.

Los personajes que acompañan a la trama resultan atractivos y simpáticos. El anciano Indiana Jones inspira realismo y credibilidad, presentando un diseño dramático y una evolución respecto a las entregas anteriores muy inteligentes e ingeniosos. A ello hay que añadir la labor de Harrison Ford como intérprete, que con cada mirada, gesto y frase pone de manifiesto el especial cariño que tiene a Indy. Su acompañante femenino, Helena Shaw, resulta un buen complemento para el protagonista a través del contraste de sus respectivas formas de ver el mundo y, finalmente, Mads Milkensen evidencia, una vez más, sus más que altas capacidades para interpretar villanos, encarnando a uno de los antagonistas más fríos y retorcidos de la saga.

Cabe resaltar, no obstante, que el personaje de Teddy (Ethann Bergua-Isidore), constituye la única falla dentro del elenco de personajes. Encarna una especie de versión tangerina adolescente de Tapón, cuya presencia se fundamenta únicamente en ejercer como reclamo y alivio cómico del film, haciendo que su aportación a la trama resulte profundamente nula y prescindible. En cine, como en cocina, lo que no suma, resta.

Indiana Jones

Indiana Jones (Harrison Ford) y Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge).

Sin embargo, pese a las generosas dosis de acción y diversión que ofrece la película, esta presenta una tara que empaña, de alguna manera, las virtudes mencionadas. La trama cuenta con un ritmo excesivamente acelerado, transmitiendo una sensación de prisa y de impaciencia por avanzar. Esto hace que la evolución de la historia sea precipitada, provocando una profunda sensación de agotamiento en el espectador, impidiéndole, además, empatizar con los personajes secundarios. Este ritmo atropellado hace que ciertas escenas queden desaprovechadas y que la resolución de la trama resulte excesiva en inmediatez y prontitud.

Si por algo se caracterizan las películas de Indiana Jones no es únicamente por sus escenas de acción épica, sino también por el virtuosismo de su acción dialéctica. Ahí está, por ejemplo, la conversación entre Indy y Belloq (Paul Freman) en la taberna egipcia en En busca del Arca Perdida (Raiders Of The Lost Ark, 1981), tan rebosante de intensidad y tensión; o el divertido e hilarante coqueteo entre Jones y Willie Scott (Kate Capshaw), en Indiana Jones y el templo maldito, inspirado en las comedias screw-ball. Todas ellas secuencias que desarrollan a sus respectivos personajes, haciéndolos brillar, mientras conceden unos minutos de respiro al público.

https://www.youtube.com/watch?v=_cTfqh93rRw

Indiana Jones y el dial del destino no es capaz de encontrar el equilibrio entre la acción física y la dialéctica, lo que hace que no luzcan su energía y potencial, y así, pese a su originalidad, su ingenio y la diversión que provoca, este desacierto hace que funcione solo como obra de esparcimiento, entretenimiento y evasión. Una obra que, no obstante, hace que los que crecimos con las aventuras de Indy y que quisimos, alguna vez, ser como él o acompañarle en uno de sus extraordinarios viajes, esbocemos en repetidas ocasiones, una sonrisa nostálgica.

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