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Cultura

“The Terror”: infamia contra el nipón

En Hermosos y malditas, Cultura miércoles, 15 de julio de 2020

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

El mismo día del ataque japonés a Pearl Harbor, un 7 de diciembre de 1941, la infamia cayó contra la población nipona de EEUU. No solo los emigrantes que buscaron en su día la suerte en la tierra de las oportunidades sino sus hijos, jóvenes ciudadanos norteamericanos (más que emigrantes de segunda generación) aficionados al béisbol, las hamburguesas y el rock and roll fueron injusta e histéricamente señalados como enemy aliens, bípedos súbitamente extraños, seres de fuera, potenciales enemigos del país.

The Terror

Niños norteamericanos encerrados en el campo de Manzanar.

I am American, escribían los atemorizados ciudadanos de origen nipón en sus cuidadísimos establecimientos comerciales, ante una psicosis que hoy podría recordarnos la situación de muchos musulmanes americanos tras el 11/S, o la de algunos desgraciados emigrantes europeos entre las espadas de la COVID-19 y la guerra interminable. Al poco, el 19 de febrero de 1942, Franklin D. Roosevelt, el 32º presidente del país de la libertad, firmaba la orden ejecutiva 9066 por la que autorizaba el internamiento de americanos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.

Ancianos, madres, padres, jóvenes y niños tuvieron que meter las cosas en una maleta y ponerse en fila para subir a un autobús. Los campos se levantaron sobre todo en la costa oeste, los llamaron Centros de Reubicación, barracones franqueados con alambradas de espino vigilados por guardias armados, que podían registrar a cualquier hora las viviendas paupérrimas de unos antiguos vecinos que nunca soñaron con tener que sobrevivir entre la arena del desierto.

Más de 120.000  ciudadanos fueron identificados con placas, insultados por sus paisanos y encerrados el suficiente tiempo como para que se hiciera necesario levantar allí mismo escuelas, comercios, guarderías, y, como fue el caso del campo Manzanar en California, un cementerio.

¿Puede una democracia levantar campos para sus propios representados? Creo que la mejor expresión de esos lugares, entre el eufemismo y la falsa equiparación, es la de Centros de Internamiento (¿nos es familiar esta expresión?). James Ellroy escribió alguna de sus novelas negras en ese trasfondo de la infamia contra el nipón. Es cierto que esos campos ignominiosos no eran equiparables en modo alguno a los terribles campos de concentración de la Alemania nazi, pero la pregunta sigue siendo pertinente: ¿puede un gobierno encerrar a sus propios ciudadanos sin que estos hayan hecho absolutamente nada para merecerlo?

Este es el trasfondo de la segunda temporada de la serie de AMC The Terror, una ficción independiente de la desasosegante desventura de la expedición británica perdida entre los hielos del Ártico.

The Terror

The Terror Infamy repite una estructura de dos niveles, el hecho histórico, terrible y desgraciado (entonces la expedición Franklin, ahora la infamia japonesa en EEUU durante la Segunda Guerra Mundial) , y sobre él, una criatura fantástica (el tuunbaq, entonces; el fantasma del yurei o bakemono, ahora).

Es cierto que la serie vuelve a contar con un diseño de producción apabullante, con una puesta en escena virtuosa, pero lo mejor y lo peor que se puede decir de ella es que el recuerdo de ese episodio histórico agota prácticamente el interés de la segunda entrega de una franquicia, cuya mejor baza fue el compromiso con la madurez del espectador.

Esto es su compromiso no solo con una sensibilidad adulta, sino sobre todo con una inteligencia adulta. Como sucede con los productos de ficción destinados a todos los públicos, se sustraen imágenes, tonos y atmósferas que hubieran permitido, como fue el caso del enloquecimiento metafísico de la tripulación de la bombarda de la Marina Real Británica, un padecimiento, pero también un disfrute para mentes y corazones mayores de edad. No se trata, por supuesto, de que las criaturas del folclore sobrenatural nipón no resulten creíbles (nos encanta el cine de terror) es que paradójicamente , en lugar de endurecer, logran suavizar el clima de terror.

The Terror

Kiki Sukezane como Yuko en la segunda temporada de The Terror.

Al mismo tiempo, la denuncia  de la infamia histórica se conjura para debilitar la parte terrorífica del asunto. La realidad se antoja mucho más terrorífica que su representación, mientras que lo sobrenatural destinado a intricarse en el cuadro de esta infamia —como sucedía en el barco encallado en el Ártico—, queda paradójicamente desactivado.

A esto podríamos añadir una desdichada serie de actuaciones que a algunos nos ha recordado la es-cue-la-de-pau-sas-dra-má-ti-cas de las series más grises de Antena 3, en la que solo sobresalen Shingo Usami y Naoko Mori, la presencia del activista y mítico piloto George Takei, (Sulu, de la Enterprise en Star Trek) y algunos resquebrajamientos íntimos de Cristina Rodlo, quien nos gustó muchísimo más en su depravado papel en la serie de Nicolas Winding Refn Too Old to Die Young.

Los soldados norteamericanos de origen japonés combatieron en Europa y sus unidades fueron las más condecoradas, se tomaron en serio la honorable superación de la (prescindible, injusta y gratuita) infamia del inmigrante, ese inmigrante intemporal siempre destinado a demostrar en cada segundo de su dura existencia su honradez, su honor, su patriotismo, su particular test de extranjería; en el más exitoso de los casos, su humanidad.

Hermosos: Sueños de una vida digna.

Malditas: Centros de Internamiento de Extranjeros.

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