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Nunca digas Picard

En Cine y Series 10 febrero, 2020

Ángel Pontones

Ángel Pontones

PERFIL

2020 viene con el Nunca digas nunca jamás más sorprendente desde que en 1983 los cheques en blanco hicieron regresar del retiro al primer James Bond, un Sean Connery que ya había organizado su carrera por otros derroteros. Hace 18 años que un tipo tan versátil y elegante como Patrick Stewart consideraba que ya era demasiado viejo para interpretar a Jean Luc Picard, el más admirado capitán de la flota estelar, esa especie de ONU regularmente avenida que conforma el universo Star Trek.

Le ayudó a dar el paso la mala recepción generalizada de Némesis (Stuart Baird, 2002), la última aventura cinematográfica de su tripulación, la llamada “Nueva generación”. Némesis jugaba con la idea y posibilidades que planteaba la figura del Doble como adversario, pero traslucía una desgana que de algún modo traicionaba un legado de 15 años de aventuras comandadas por la inteligencia y la reflexión, oscureciendo a la par que simplificaba a los personajes, preparando un escenario adecuado para hacer inevitable un adiós.

Star Trek: némesis (Stuart Baird, 2002).

Némesis (Stuart Baird, 2002).

La sensación de puerta mal cerrada no cedió hasta 2018, cuando Patrick Stewart no dijo no a volver a su personaje icónico, curiosamente a través de una historia en la que el propio Picard regresa de su retiro autoimpuesto por una cuestión de principios y una necesidad de reivindicar la memoria de uno de sus mejores amigos: El androide Data fue volatilizado y repudiada su memoria, tras el incidente con el que comienza esta serie, la destrucción de los astilleros espaciales de Utopia Planitia en Marte, por una rebelión de sintéticos que llevan a su ilegalización.

El universo Trek en su formato televisivo había entrado con el nuevo milenio en una crisis de saturación tras una década dorada en que tres series derivadas de la matriz original compartieron cuota de pantalla. Enterprise, su última vuelta de tuerca, mostró quizás sin merecérselo el agotamiento de la fórmula. En 2005 dejó de emitirse. Durante 10 años el único signo de vida de la franquicia vino por parte del reboot cinematográfico de la tripulación clásica, los Kirk, Spock y compañía, resucitados por J.J. Abrams en dos historias bien presentadas y dotadas de malvado carismático (Benedict Cumberbatch, especialmente), y enterrados para bastante tiempo por una tercera aventura lamentable en donde se desperdicia hasta el talento de Idris Elba.

Star Trek: en la oscuridad (J.J. Abrams, 2013)

Benedict Cumberbacht en Star Trek: en la oscuridad (J.J. Abrams, 2013).

Los fastos del 50 aniversario de la serie original en 2016 ya hablaban de nuevos proyectos de series para la pequeña pantalla, presuponiendo un público con mono acumulado de espacio y exploraciones a rincones donde nadie había llegado antes. El buque insignia se basaba en las andanzas de la nave USS Discovery, casi paralela en el tiempo con la primera USS Enterprise. El primero entre los muchos problemas de Discovery fue una primera temporada sumida en una indefinición constante (que ya comenzó en su génesis con el abandono de su showrunner Bryan Fuller), que la llevaba a dar bandazos sin terminar de decantarse en una dirección clara, manejada por una protagonista ciclotímica e imposible, con la que se hacía un gran esfuerzo tener alguna empatía, y un conjunto de secundarios que iban de lo soso a lo irritante y que, por si fuera poco, prescindía con reiteración de la gente más interesante (Jason Isaacs, Michelle Yeoh).

En Discovery desaparecía cualquier cualquier atisbo del espíritu aventurero e investigador marca de la casa, y lo inverosímil solía campar a sus anchas. Lo curioso del caso es que tal batiburrillo contara con la plena confianza de su estudio. Una segunda temporada que terminaba por enderezar un poco el rumbo tiene posiblemente la culpa.

La afortunada respuesta a Discovery vino de fuera de la franquicia y de mano de un enfant terrible como Seth McFarlane, trekkie de la vieja escuela, creador de un vehículo irreverente y muy reconocible, identificado de nuevo con el nombre de la nave estelar protagonista: The Orville.

The Orville (Seth McFarlane, 2017).

The Orville (Seth McFarlane, 2017).

Si separamos el grano de la paja y miramos más allá del trazo grueso habitual de McFarlane, encontramos que el meollo de la cuestión se centra en una serie de problemáticas de lo más interesante, que remiten a temas siempre candentes: intolerancia, responsabilidad, ideales, racismo o soledad encajan en la historia como el mejor guante. The Orville mantiene un nivel notable con un presupuesto ridículo, con episodios que meten el dedo en la llaga de tal modo que a veces nos dejan con la boca abierta. Tras dos temporadas muy estimables, y prueba de que el bien no siempre triunfa, la apuesta de McFarlane se las ve y se las desea para poder estrenar una tercera.

Picard aparece en escena como un hype descomunal, pues trae consigo y en papel mayestático a uno de los personajes más carismáticos de la franquicia. Ni siquiera la presencia a los mandos de buena parte de los ideólogos de Discovery (el perejil de todas las salsas, Akiva Godsman, entre ellos) ha conseguido minorar la expectación de esta aventura única repartida en diez capítulos. Ni Patrick Stewart ni Jean-Luc Picard son los mismos que se fueron, eso es evidente. Su edad obliga a redefinir el ritmo de la historia, y aunque esto conlleva interesantes reflexiones sobre los cambios y las diferentes formas de adaptarnos a ellos, trae también consigo un desajuste respecto a un reparto que funciona a otra velocidad, y que palidece cada vez que coinciden en plano con Stewart.

Únicamente la pareja de asistentes romulanos que residen con Picard en su retiro campestre (Château Picard) y los cameos entrañables de miembros la antigua tripulación, u otros interpretes de la franquicia (“Seven of nine” la medio humana medio sintética Borg, que se convirtió hace 20 años en parte imprescindible del mosaico Trek) parecen responder a las exigencias de una historia que irá in crescendo según esta mezcla de aventurero y hombre del renacimiento, vaya saltándose todo protocolo legal para comandar una misión ilegal y presuntamente suicida.

De momento lo que hemos visto es interesante hasta que se empeña en ser embarullado (justo lo que Star Trek: Next Generation se empeñaba en no ser). No siempre es necesario explicarlo todo, ni tiene mucho sentido que la explicación enrede el asunto más todavía.

Picard llega como apuesta segura dirigida no tanto a neófitos de este universo como a los fans clásicos de Star Trek. O eso es lo que pretende. De momento ha conseguido renovar una segunda temporada. Conforme vaya desarrollándose veremos si ha valido la pena la espera por sí, o si debemos contentarnos con disfrutar en streaming al epílogo de una leyenda, que no encontró mejor modo de cerrar la puerta que hace 18 años alguien se dejó abierta.

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