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Abandonen el edificio

Hoteles de cine #1

En Lifestyle, Abandonen el edificio 16 julio, 2017

Sandra Jiménez

Sandra Jiménez

PERFIL

En los últimos años, las ciudades de España están experimentando un nuevo boom inmobiliario en forma de apartamentos turísticos. El modelo de vacaciones ha cambiado, ya no está de moda alojarse en un hotel. La tendencia actual es hospedarse en pisos, en albergues, en bed and breakfast y en otros establecimientos de características similares, que compiten en calidad, precio y diseño con los hoteles de toda la vida, que mantienen y conservan el aspecto y la configuración de la época en la que fueron construidos.

Un ejemplo de este tipo de edificios es el Hotel María Cristina en San Sebastián, alojamiento principal de las estrellas que acuden a su Festival internacional de cine, que, pese al paso del tiempo, conserva intacta su elegancia y majestuosidad. Actualmente, la arquitectura hotelera ha evolucionado mucho y, con ella, sus construcciones, que han transformado esa solemnidad propia de los edificios señoriales en cierta osadía, atreviéndose con propuestas arriesgadas, de gran impacto en el entorno urbano. Aunque se siguen construyendo hoteles, su oferta se ha visto superada por la de los edificios con apartamentos turísticos.

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Hotel Maria Cristina en San Sebastián (España).

Los hoteles están concebidos y diseñados, fundamentalmente, para alojar personas en su desplazamiento. Podríamos decir que son la modernización hecha lujo de las antiguas posadas.

¿Por qué elegir un hotel? ¿Qué es lo que buscamos en él?

La respuesta es sencilla: buscamos lo que no tenemos en casa. Esperamos encontrar comodidad y servicio, no tener que preocuparnos de nada, ser atendidos por personal especializado que se encargue de cocinar, de servir, de ordenar y de limpiar por nosotros. Y es esto, precisamente, lo que lo diferencia de un apartamento turístico, donde cambiamos de casa, pero no dejamos de estar en una vivienda, en la que tenemos que realizar tareas similares a las que hacemos en nuestro hogar.

Para mí, las cinco letras que componen la palabra hotel llevan asociado un cierto aire de novedad, aventura y magia, que hacen de este tipo de establecimientos algo especial y único.

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¿Pero qué es lo que realmente lo hace tan especial? En primer lugar, su arquitectura. Los antiguos hoteles solían ser edificios sobrios y elegantes, en los que la distribución interior de los espacios jugaba (y juega) un papel muy importante.

En el programa funcional de un hotel encontramos una amplia y vistosa zona de recepción, un hall de acceso, a doble (o triple) altura -de cuyos techos colgaban grandes lámparas de araña, reflejo del esplendor de esa época y de su categoría-, unas espaciosas habitaciones con baño propio, unos elementos comunes -largos pasillos, escaleras y ascensores- minuciosamente diseñados y proyectados para facilitar la evacuación de todos sus ocupantes en el caso de un incendio. Completando el conjunto, no falta una amplia y variada oferta de espacios dedicados al ocio, al deporte, al relax…

Una cuidada y exquisita decoración interior contribuía a hacer el resto: alfombras de vivos colores, moquetas, revestimientos de madera y textiles, lámparas, muebles y objetos singulares de decoración… Su clasificación o categoría está en función de los servicios que ofrece y la calidad de los mismos.

Alojarse en un hotel es una experiencia muy grata. Un hotel es un lugar de encuentro y de intercambio, donde poder soñar e inventar una historia en la que uno se siente importante, protagonista de su propia película. El cine ha contribuido en gran medida a ello, ya que nos ha mostrado infinidad de historias que transcurrían entre sus pasillos y habitaciones.

Sería difícil enumerar todas las películas cuya acción transcurre en un hotel,  pero entre mis favoritas se encuentran dos, ejemplo claro de lo que he comentado al inicio.

La primera de ellas es Con faldas y a lo loco, dirigida por Billy Wilder en 1959. La acción se sitúa en el Hotel Del Coronado, situado en San Diego (California).

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Hotel Del Coronado como Seminole Ritz Hotel, en Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959).

Se trata de un resort de playa construido en 1888, considerado uno de los edificios de madera más grandes de California. En su día fue el más grande del planeta y el primero del mundo en usar luz eléctrica. Hoy en día conserva su aspecto original. Es un ejemplo de arquitectura victoriana, en el que destaca un pintoresco volumen cónico que articula la fachada de la entrada, con vistas a la playa.

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Hotel Del Coronado en San Diego (California).

Junto a este elemento tan destacado se articula el resto de edificios: unos volúmenes rectangulares, largos corredores exteriores, marcados con una disposición aleatoria de huecos, todos ellos con contraventanas mallorquinas, como sistema de protección solar. Los numerosos añadidos posteriores dan un aspecto al conjunto que bien pudiera parecer uno de los característicos palacios infantiles de Eurodisney.

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Hotel Del Coronado en San Diego (California).

El hotel Del Coronado, transformado para la ficción en el Seminole Ritz Hotel, será el escenario perfecto para protagonizar toda clase de equívocos y malos entendidos entre unos divertidísimos  y travestidos Jack Lemmon y Tony Curtis, dos músicos de Chicago perseguidos por una banda de mafiosos, que se infiltran en una orquesta feminina, donde la vocalista es Marilyn Monroe.

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Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959).

Mi segunda elección es El Gran Hotel de Budapest dirigida por Wes Anderson en 2014, una explosión de color y todo un derroche de imaginación. El encanto de esta película reside en su creatividad desbordante: un cuento llevado al cine. En cada una de sus páginas, las ilustraciones cobran vida. Cada uno de los decorados está pensado hasta el último detalle. Una brillante y muy personal elección de colores, junto con una obsesiva simetría en todos y cada uno de sus planos, hacen de El Gran hotel Budapest una auténtica joya.

El gran hotel de Budapest, Wes Anderson (2014).

El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014).

Esta peculiar historia narra las aventuras de Monsieur Gustave (Ralph Fiennes), legendario conserje de un famoso hotel europeo entre guerras,  y su amigo y leal botones Zero Moustafa (Tony Revolori). Juntos vivirán una gran aventura al verse implicados en el robo y la recuperación de una pintura renacentista de valor incalculable, que les llevará a huir y a enfrentarse a los herederos de una rica familia y su inmensa fortuna. La película recrea el espíritu de sus novelas del escritor austríaco Stefan Zweig.

El gran hotel de Budapest, Wes Anderson (2014).

El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014).

Nuestros personajes son títeres dentro de un teatro gigante, ya que se construyeron maquetas y reproducciones de elementos y de muchos de los espacios, paisajes y decorados que aparecen en ella. Para realizar ese trabajo se inspiraron en algunas ciudades alemanas como Görlitz, un pequeño pueblo en la frontera entre Alemania, Polonia y la República Checa, Patrimonio de la Unesco por su perfecta conservación.

El gran hotel de Budapest, Wes Anderson (2014).

El Gran Hotel Budapest (Wes Anderso, 2014).

La ficticia ciudad de Lutz, donde se desarrolla la acción, está a su vez inspirada en lugares como Viena, Praga o el mismo Budapest. Lutz se encuentra en una república también ficticia: La República de Zubrowka (nombre de un conocido vodka de origen polaco).

El gran hotel de Budapest, Wes Anderson (2014).

El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014).

El principal atractivo reside en una estética deslumbrante, en la que los interiores están cuidados hasta el más mínimo detalle. La historia representa tres épocas muy diferentes: años 30, años 60 y las escenas actuales.

El gran hotel de Budapest, Wes Anderson (2014).

El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014).

Es curiosísimo ver cómo los decorados, el mobiliario y los objetos de decoración van cambiando de tonalidad a medida que cambiamos de época y son capaces de adaptarse al desarrollo de la trama. Así, por ejemplo, del color rojo, rosa y morado de los años 30 pasamos a los amarillos, ocres y marrones actuales. Estos cambios nos ayudan a situar la acción en cada una de las citadas épocas.

El gran hotel de Budapest, Wes Anderson (2014).

El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014).

En el próximo artículo, siguiendo el camino iniciado aquí, abordaremos la construcción de nuevos hoteles: edificios atrevidos y originales que, tal vez por querer recuperar el terreno perdido con los apartamentos turísticos, pretenden alejarse de la imagen hotelera tradicional que acabamos de comentar.

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