El mayor problema que tienen las series de las cinco networks como Los 100 (The CW) es el peligro a consumirse. El ritmo argumental de las series que se emiten en abierto en Estados Unidos es mayor por su dependencia a las audiencias. En el cable, la volatilidad argumental es menor porque también influyen las suscripciones a los canales.
La diferencia de las series de networks con respecto a las demás se hace más flagrante cuando las colocamos en la nueva dictadura de las plataformas de streaming. Netflix encabeza la conocida estrategia de estrenar temporadas enteras de golpe. Es así que sus estrenos se permiten varios capítulos intermedios de menor impacto. Miren Bloodline, o The OA, o cualquiera de las recientes adaptaciones de Marvel. Muchas de ellas son dadas al binge-watching pero perecerían en el semana a semana, porque también exigen mucho de los espectadores por su falta de cadencia.
En networks como ABC, fenómenos como Cómo defender a un asesino han pasado a ser anecdóticos, por no poder estar a la altura en su segunda temporada, tras haber agotado expectativas en la primera. Algo parecido le pasó al hit de Fox Empire, que ya ha perdido su estatus de megaserie, por no haber sabido gestionar la cantidad de giros argumentales que desvelaba por capítulo. Por ahora, en NBC, This is Us ha sabido aguantar el tirón, pero vayan a saber qué harán en la cadena del pavo el año que viene para contentar a los millones de seguidores que ha amasado la serie en su primera temporada. A muchas de estas producciones, lo único que les queda es refugiarse en su etiqueta de placeres culpables, donde entrarían a disputarle el puesto a la prestigiosa, por sus rocambolescos secretos, Scandal.
Pero quien aguanta el tirón de forma encomiable para no entrar en ese grupo, tras ya cuatro temporadas, es Los 100. Y la verdad es que no lo tenía nada fácil, tras la cantidad de cosas que ya ha contado a estas alturas.
El mundo de Los 100 ya ha estado al borde del colapso muchas veces. Parecía, incluso, que sus puntos de mayor drama habían quedado atrás con diversas muertes de personajes clave. Ni tan siquiera el cliffhanger de la tercera temporada apuntaba nada demasiado emocionante tras un 2016 en el que las ambiciones de la serie habían alcanzado cotas increíbles —sobre todo si se tiene en cuenta lo floja que empezó, cuando llegó por primera vez a The CW.
Pero aquí está. Cuatro años después, Los 100 sigue como cuando empezó. Es un entretenimiento difícilmente comparable a cualquier otra serie de network y su redistribución de personajes, alianzas e intereses románticos no sólo se ha renovado, sino que además se ha hecho fácil abrazarlo sin demasiado reparo. La transición que ha hecho la serie para cambiar los papeles de los diferentes personajes, la forma en la que ha girado el tablero de disputas o las ambiciones y dificultades que ha puesto sobre los hombros de los protagonistas ha encajado bien. Y eso, en general, es suficiente.
Las decisiones de Clarke en el contexto del acabóse; su renovada relación con un Bellamy con el que ha compartido casi todo; los poderes de Raven en su lucha por demostrar que no está lisiada; los politiqueos con un Roan que se mueve entre dos frentes distintos; el constante flirteo de Murphy con el egoísmo; la necesidad de Morty por empatizar con quienes lideran el grupo; el belicismo de una Octavia siempre llena de ira; la introducción del personaje de Echo; la casi irrelevancia de los adultos en el marco global. Y las ganas que tenemos todos de matar a Jasper desde hace dos temporadas.
Son, prácticamente todas, tramas que justifican haber llegado así a este momento, sea por el desarrollo que ha tenido hasta ahora Los 100, sea porque cuadran en la ornamentación de un entretenimiento que necesita de muchos personajes para mantenerse a flote.
Es pronto para saber si Los 100 aspira a algo más que a saber enganchar a sus espectadores pegados a la pantalla esperando a ver el siguiente giro. Creo que no decepcionará en su vertiente dramática, pues es lo que generalmente ha sabido gestionar mejor, pero sería brillante que también supieran darle vida a un discurso sci-fi lo suficientemente interesante como para darnos esperanzas, de cara a una quinta temporada que ya ha sido confirmada por su cadena.
Es lo que tiene saber aguantar una audiencia fija, algo que lleva meses haciendo bien Los 100. Que las networks, al final del día, te respetan lo suficiente como para renovarte una vez más.
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