Pocas actrices en el cine mundial encarnan la transformación con tanta radicalidad como Isabelle Huppert. Incansable, imprevisible y siempre fascinante, ha dedicado casi cinco décadas a habitar personajes muy distintos sin perder nunca la intensidad que la distingue. Este noviembre, el 66.º Festival Internacional de Cine de Tesalónica le rinde homenaje con una retrospectiva que ilumina no solo una trayectoria deslumbrante, sino también su don único: convertir cada papel en una experiencia irrepetible y, al mismo tiempo, inconfundiblemente suya.
El festival proyectará 15 películas que trazan el mapa de su carrera, recorriendo décadas, geografías y colaboraciones. El conjunto revela un talento casi alquímico para la metamorfosis: reinventarse una y otra vez sin perder coherencia.
Isabelle Huppert, una presencia más allá de las etiquetas
Los logros de Huppert impresionan: dieciséis nominaciones al César (récord absoluto), dos premios César, un Globo de Oro, una nominación al Óscar, galardones en Cannes, Venecia y Berlín, y un sinfín de distinciones internacionales. En el teatro, ostenta el récord de nominaciones a los premios Molière, confirmando su dominio dual de la escena y la pantalla. Pero lo que distingue su arte no son las cifras, sino su negativa a refugiarse en la comodidad o la previsibilidad, ya que, con más de 120 películas en su haber, Huppert ha buscado siempre el riesgo, la ambigüedad, la incomodidad fértil.
Durante su estancia en Tesalónica impartirá una clase magistral abierta al público, From Screen to Stage, sobre las diferencias y similitudes entre cine y teatro. También presentará proyecciones, ofrecerá una rueda de prensa y se acercará a la ciudad, a sus monumentos y a su tradición gastronómica.
Isabelle Huppert. Foto: Driu&Tiago (cortesía de TIFF).
Un recorrido por la carrera de Isabelle Huppert en 15 películas
La retrospectiva arranca con The Richest Woman in the World (2025), de Thierry Klifa, inspirada en el caso Bettencourt, donde Huppert interpreta a una heredera en el centro del escándalo. Su magnetismo aquí, entre el glamour y el enigma, condensa su madurez artística y contradicciones como en una síntesis de su carrera.
Títulos recientes como Sidonie in Japan (2023), una historia de fantasmas y renovación, o Frankie (2019) de Ira Sachs, sobre una actriz que enfrenta su final, muestran un registro íntimo y conmovedor.
El tributo del TIFF celebra cómo una actriz puede redefinir la interpretación.
La audacia de Elle (2016), dirigida por Paul Verhoeven, sigue siendo una de las interpretaciones más impactantes del siglo: un relato incómodo sobre poder y supervivencia. Por el contrario, en Valley of Love (2015), junto a Gérard Depardieu, convierte el duelo en un viaje metafísico por los paisajes abrasadores del Death Valley. En Louder Than Bombs (2015), de Joachim Trier, su ausencia es paradójicamente el núcleo de un drama familiar marcado por la memoria.
El ciclo recupera también clásicos como White Material (2009), la obra de Claire Denis sobre el colapso colonial; la comedia musical 8 mujeres (2002) de François Ozon, donde explota en clave camp; o La pianista (2001) de Michael Haneke, una disección brutal de la represión y el deseo.
Sus colaboraciones con Claude Chabrol —La ceremonia (1995) y La historia de mujeres (1988)— son hitos que radiografían la desigualdad y la hipocresía de la sociedad francesa. Desde el indie americano de Hal Hartley en Amateur (1994) hasta el western maldito de Michael Cimino, La puerta del cielo (1980), pasando por La truite (1982) de Losey, Huppert demuestra una curiosidad artística que trasciende los géneros y no reconoce fronteras
La actriz como cartógrafa
Lo que une a estas películas no es el género ni la estética, sino la radicalidad con la que Huppert se entrega a cada rol. Sus personajes desestabilizan, obligan al espectador a enfrentarse a lo inesperado. No son “mujeres modelo”, sino seres complejos que rompen moldes y amplían los límites de lo representable, descubriendo nuevos caminos e identidades.
Rendir homenaje a Isabelle Huppert es, en cierto modo, rendir homenaje al cine mismo: como espacio de riesgo, de ambigüedad y de transformación. El tributo de Tesalónica no es solo una retrospectiva, sino una invitación a revisitar cómo el arte puede rehacer la realidad y cómo una actriz puede redefinir lo que significa actuar.
Foto de cabecera © Milena Fontana (EL HYPE).
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!