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Música

Haz un cadáver bonito

En Vidas salvajes, Música 27 agosto, 2014

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

«Vive rápido, muere joven y haz un cadáver bonito.» Un axioma tan fatídico como maldito el pronunciado por el legendario James Dean, un intérprete que sin desearlo se convirtió en símbolo de los jóvenes díscolos de la época y espejo de parecidos razonables como el de un trompetista al que ni el romperle los dientes le sirvió para dejar de tocar ni coquetear con la desgracia y manosearla de forma reiterada: Chet Baker.

Chet Baker encarna a la perfección no sólo el título de este blog sino también la jodienda del talento desaprovechado. La trompeta era su aliada, pero la pala que cavó su fosa fuera de lo común, una fosa ganada a pulso por su carácter inestable que nadie consiguió enderezar. En 1952 formaba parte de un cuarteto de éxito liderado por Gerry Mulligan, un saxofonista barítono también lleno de talento. La melodía de Chet era tan sutil y armoniosa que llegaron a compararle con el gran Miles Davis o con el no tan conocido Bix Beiderbecke. Quizás dos losas que le aplacaron por la responsabilidad que suponían.

Con la prematura detención de Mulligan, se allanó el terreno para crear su propio cuarteto e incluso atreverse a cantar, nada mal por otra parte. Sin artificios ni trucos, Chet llegaba a los tímpanos selectos de esos humeantes bares y lo hacía sin pedir permiso. Era blanco, con cara de niña, pero muy osado y muy vicioso. La heroína llegó a su vida y todo se fue al carajo. Fue detenido y encarcelado en la Gran Manzana, que para él ésta estaba ya llena de gusanos. A partir de ahí, un peregrinar por Europa, donde intentó encauzar su ya maltrecha carrera. Lo hizo en compañía de mujeres que quisieron convertirle al menos en un hombre sin esos aspavientos y cambios de humor que le lapidaban. Sin embargo, fue de nuevo encerrado, esta vez en Italia, de donde huyó a Alemania para ser deportado, tras múltiples escalas en Europa, a su América natal en 1961… y vuelta a empezar. Aunque todo era susceptible de empeorar: durante una pelea mientras «pillaba» su consuelo intravenoso en San Francisco fue despojado de un puñetazo de todos sus dientes, algo que no le impidió no obstante seguir tocando su otro consuelo: la trompeta (aunque con una boquilla adaptada).

El gafe parecía perseguirle y decidió ingresar en un programa de tratamiento con metadona, todavía sin dientes y con un aspecto demacrado. El mito de Narciso se repetía de forma maquiavélica y eso no le impidió ser enaltecido más tarde por los correligionarios de la Generación Beat. Casi coincidiendo con su muerte, en 1988 se estrenó «Let’s Get Lost», una película documental sobre su vida salvaje gracias a la ayuda de la Big Band alemana NDR. Pero como si jamás quisiera que su camino se encauzase, se tiró por la ventana de un hotel en Ámsterdam. El resto es la leyenda que se corona con una curiosidad: Dio su último concierto en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid, también conocido como el «Johnny», la noche del 11 de Marzo de 1988. Una vida salvaje de alguien que lo tenía todo… pero que prefirió ser salvaje.

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