El arquitecto Dibedó Francis Kéré nació en Gando, una pequeña aldea de Burkina Faso, en la provincia de Boulgou y el departamento de Tenkodogo. Su nombre burkinés, Dibedó, significa el que viene a arreglar las cosas, un nombre que profetizaba lo que llegaría a ser. Como primogénito del jefe de su pueblo, su padre le permitió asistir a la escuela, pese a que muchos de los habitantes de su aldea pensaban que la enseñanza convencional occidental era una pérdida de tiempo. Para llegar a esa precaria escuela que estaba en el siguiente pueblo, el pequeño Dibedó recorría diariamente casi 40 kilómetros.
Este no es un hecho aislado, sino que es una constante que se repite en países menos desarrollados. En el caso concreto de África, a este trayecto se unen las propias condiciones geográficas y climatológicas de un continente que tiene un clima horrible, una tierra muy mala y poco productiva y una enorme escasez de agua.
Todos estos pequeños detalles, así como la falta de recursos la viabilidad de la construcción, eran temas que preocupaban al pequeño Dibedó y que iban dando vueltas en su cabeza en esos largos peregrinajes de camino a la escuela.
El tema de la educación en África es un asunto que, además de a organizaciones mundiales, también ha preocupado a numerosos cineastas que, en colaboración con diversas organizaciones, han intentado plasmar esta triste realidad en numerosos documentales y películas, como por ejemplo:
Camino a la escuela del director francés Pascal Plisson, del año 2013, cuenta la historia de Jackson (Kenia), Carlitos (Argentina), Zahira (Marruecos) y Samuel (India). Estos cuatro niños recorren grandes distancias para llegar a la escuela y salvan toda clase de obstáculos, en ese largo camino hacia una educación que les permitirá conseguir un trabajo, gracias al cual podrán ocuparse de su familia, ayudar a los demás y participar en la vida de su país.
El filme de Plisson describe una hermosa y emotiva aventura en la que los niños aprenden a ser solidarios, compañeros que comparten ilusión, coraje y esfuerzo. Aunque sus vidas no son parecidas, sus realidades y esperanzas son similares, ya que tienen en común las ganas de aprender, el espíritu de sacrificio y la constancia necesaria que exige estudiar.
Como ya hemos comentado, esta circunstancia es habitual en otros países, como es el caso del documental Girls Rising (Richard Robbins, 2013). En él se narra el poder de la educación en la transformación personal. En este caso, son nueve historias protagonizadas por niñas de diferentes países: Sohka (Camboya), Wadley (Haití), Suma (Nepal), Yasmin (Egipto), Azmera (Etiopía), Ruksana (India), Senna (Perú), Mariama (Sierra Leona) y Amina (Afganistán).
El documental aborda el tema de la educación y las grandes distancias que tienen que recorrer los niños para obtenerla, como en el caso de Kéré, pero está más enfocado a la inserción escolar femenina, tratando aquellos aspectos de su acceso a la misma que afectan visiblemente a sus derechos como mujer.
Sin embargo, si hacemos un breve repaso mental a las películas más comerciales que transcurren en África, el tema principal suele ser los conflictos bélicos, externos o internos, entre tribus de diferentes etnias y sus masacres, como en el Hotel Ruanda (Terry George, 2004); otros relacionados con la gestión y aprovechamiento de los recursos naturales, en Diamante de sangre (Edward Zwick, 2006); la mutilación genital femenina, en Flor del desierto (Sherry Hormann, 2010); el SIDA, en Yesterday (Darrell Roodt, 2004); la experimentación con fármacos, en El jardinero fiel (Fernando Meirelles, 2005) y las idílicas historias de amor, como en Memorias de África (Sidney Pollack, 1986), entre otras. Pero hay pocas, de las denominadas comerciales, que traten directa o abiertamente el tema de la educación.
Algo que siempre ha llamado mi atención de estas películas es la imagen arquitectónica que nos muestran de la escuela. Generalmente, es un edificio con un volumen rectangular compuesto por pilares, unidos entre sí por un murete perimetral de unos 50-60cm de alto, con un acceso sin puerta y una cubierta generalmente a dos aguas, cuyo material de cobertura son ramas, paja o troncos. No existen paredes, a excepción de la del muro hastial que es donde va la pizarra y a veces ni esa. Un ejemplo de esto que comento aparece en la escuela creada por Meryl Streep en Memorias de África. En las películas anteriormente mencionadas, no recuerdo ningún fotograma en el que aparezca una escuela.
Pero, a pesar de las adversidades, las interminables caminatas y la asistencia a una precaria escuela mal iluminada y ventilada, Kéré lo tenía claro quería estudiar y ser arquitecto. Para ello, tras finalizar sus estudios, trabajó como carpintero y gracias a una beca pudo completar su formación como arquitecto e ingeniero en Alemania. Debido a su doble nacionalidad, burkinesa y alemana, este arquitecto siempre ha tenido muy presente, a la hora de concebir y diseñar su proyectos, en qué marco se iban a desarrollar. En el caso de la cultura occidental, ésta está basada en el desarrollo, a diferencia de la africana, centrada en la supervivencia. Kéré es consciente de que en ambos mundos la gente pone mucha energía y esfuerzo en los proyectos, pero mientras que en la primera, la energía humana está concentrada en el desarrollo técnico y científico, en la segunda, dicha energía está centrada en sobrevivir: en comer y beber un día más.
Kéré no quería que los niños de Gando tuviesen que dejar su hogar para poder estudiar. Por ese motivo, dos años antes de terminar la carrera inició la construcción de su primer proyecto: la escuela primaria de Gando. A pesar de que los planos fueron dibujados por él mismo, consciente de la importancia de las tradiciones y teniendo en cuenta que, en su aldea, el fracaso de uno es el de todo el pueblo —y esto no podía ocurrir siendo él hijo del jefe, y sus tíos los responsables de la iglesia católica—, Kéré involucró a todo el poblado en la construcción.
Esta costumbre de construir y reparar entre todos las casas de las zonas rurales es común en otros países africanos. Los niños reunieron piedras para la cimentación y las mujeres trajeron agua para la fabricación de ladrillos. A las técnicas tradicionales se unieron los métodos actuales de ingeniería con el fin de obtener la mejor solución constructiva.
Para el diseño de la escuela primaria, Kéré toma como puntos de partida los orígenes y principios de la arquitectura y sus elementos esenciales: el suelo es la base que se pisa, sobre la que se reúne a la comunidad y se asienta el edificio; el techo es el componente de acogida y protección; y las paredes normalmente son decoradas con textiles con los patrones geométricos tradicionales de la región africana a la que pertenezca. El hecho de que se trate de un clima cálido, desértico en algunas zonas, no implica que no se necesiten paredes, ni una buena ventilación e iluminación, es decir unas mínimas condiciones de confort.
Con el fin de maximizar los resultados con los mínimos recursos disponibles, el material que se utiliza principalmente es una construcción híbrida de arcilla/barro. La arcilla está disponible en abundancia en la región y se utilizó para la fabricación de ladrillos que formarían los cerramientos exteriores de la escuela que, además de ser baratos y fáciles de producir, proporcionan la masa necesaria para proteger térmicamente el interior de los bruscos cambios de temperaturas entre el día y la noche. Los huecos de la fachada, protegidos con persianas metálicas de vivos colores con la capacidad de abrirse en múltiples configuraciones, permiten la entrada de luz y aire y representan la alegría de esta cultura.
Para Francis Kéré el material de cobertura de la escuela era de suma importancia, ya que debía permitir la ventilación de las zonas de aprendizaje. Este es un problema que afecta a muchas casas en Burkina Faso y, en general, en muchas zonas de África, donde usan techos de metal corrugado que absorben y mantienen el calor del sol, haciendo que la temperatura de sus espacios interiores sea insoportable. Si recordamos la película El jardinero fiel, en varios planos el vuelo de la cámara retrata a la perfección el caos, amontonamiento y la superposición de mantas de placas onduladas metálicas, como telas arrojadas sobre las construcciones de barro de algunas de las ciudades remotas de Kenia que visita Tessa Quayle (Rachel Weiz) en la película.
Puesto que en aquellas zonas no existe un concepto de urbanismo, como tal, para crear un orden lógico que respetase la delicada y sencillísima trama urbana de los poblados africanos, Francis Kéré proyectó una cubierta metálica sobre una estructura ligera de barras de acero que proporcionaba sombra a la fachada y, a su vez, la protegía de la lluvia. Debajo, un techo de arcilla perforada compuesto por ladrillos apilados en seco permite la ventilación máxima, tirando aire frío por las ventanas interiores y liberando el aire caliente a través de las perforaciones del mismo, sin necesidad de instalar aire acondicionado.
Aunque esta situación está cambiando muy muy lentamente, el acceso a la educación es el privilegio de unos pocos. La historia nos muestra que todo es posible con coraje, predeterminación y esfuerzo. Francis Kéré no quería que ocurriera esto en su país, quería facilitar que todos los niños que quisiesen estudiar no tuviesen que abandonar su hogar, como hizo él.
En el año 2004, la escuela de Gando recibió el Premio Aga Khan. A día de hoy, se ha completado con una escuela secundaria, biblioteca, centro de salud y clínica y en breve contará con un taller dedicado a promover el desarrollo de proyectos que involucran artesanía, construcción y arquitectura. El objetivo de la arquitectura de Kéré es dar servicio a los más desfavorecidos, respondiendo a las necesidades de la gente, creando espacios donde las personas pueda sentirse cómodas, protegidas, donde puedan interactuar unas con otras, respetando las tradiciones africanas.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!