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Están vivos #2: Setenta y tres Challengers de Guillem López

En Cultura 8 julio, 2015

Edu Reptil

Edu Reptil

PERFIL

Una crónica de lo que fue, pudo haber sido, o tal vez fuese, el día en que el transbordador Challenger se deshizo en el aire.

Es martes 28 de enero de 1986, un potente chorro de fuego eleva una nave que parte del Centro Espacial Kennedy en Florida dispuesta a cumplir su misión en el espacio. El despegue es seguido con atención a lo largo y ancho del país y también fuera de él, hay muchas esperanzas depositadas en el Challenger. Setenta y tres segundos después, esas esperanzas se han convertido en una nube de vapor que adopta extrañas formas a casi quince quilómetros sobre el Atlántico. No se produce ninguna explosión. El transbordador se ha desintegrado arrojando como una bala la cabina de los astronautas, que acaba precipitándose contra el océano tras haber subido más todavía, alcanzando casi los veinte quilómetros de altura. No hay supervivientes.

Mientras tanto, un niño vive la década de los ochenta en un país en el otro extremo de la masa de agua sobre la que se estrella la nave. Es uno de los recuerdos vívidos de mi infancia. Tenía once años. No sé por qué motivo se me quedó grabada aquella imagen del transbordador desintegrándose en una nube blanca sobre un cielo azul intenso. Tal vez fue un momento de infancia perdida, de sueños rotos, como una representación visual del cénit de aquella década. Su nombre es Guillem López y por entonces no sabe que acabará escribiendo una magnífica historia tejida con muchas historias sobre aquel acontecimiento.

Nacido en Castellón en 1975 y autor de dos novelas de fantasía, La guerra por el norte y Dueños del destino (Ajec, 2010 y 2011), Guillem López, que invierte medio año en su trabajo como vigilante forestal y medio en escribir y otras ocupaciones literarias, es el artífice de esta obra articulada sin fisuras en el casco, sólida y con capacidad para volar, en la que a lo largo de setenta y tres capítulos, tantos como segundos duró la aventura del Challenger, se narran paisajes humanos -no solo humanos en realidad- que tienen lugar simultáneamente al accidente del transbordador y alrededor de él. Dice el autor al principio de la novela que todos los personajes de esta novela existen en la actualidad o existieron durante el momento en que se narran los hechos. Lo que no especifica es dónde existen. Porque Challenger (Editorial Artistas Martínez, 2015) es una crónica de lo misterioso, de lo probable y del quizás, de lo plausible; una dilatación en horizontal y en varias dimensiones de la realidad durante los setenta y tres segundos hasta la tragedia.

En sus páginas existen trampas que nos arrastran al fondo del abismo del enigma mundano, de la duda inquietante de a pie, al pozo del pavor primitivo que hunde sus raíces en el origen de nuestra especie o más atrás. En sus páginas hay monstruos, porque como él mismo asegura, la monstruosidad acompañará siempre a la especie humana. Es algo que pertenece a nuestro imaginario colectivo. El monstruo ya no está en la jungla, en la noche, ha evolucionado con nosotros, un paso por delante siempre. Pero, ¿qué aspecto tiene el monstruo arquetípico del S.XXI? A mitad del siglo pasado descubrimos que el monstruo vestía trajes de marca y lucía una sonrisa deslumbrante. El postmodernismo lo convirtió en una masa ciega y sin juicio que arrasaba todo, en un monstruo anónimo y sin rostro. Sin embargo, hoy en día, el monstruo se ha convertido en su propio fruto. El monstruo más terrible al que nos enfrentamos es el miedo. Así que, otra vez habita en nosotros, pero no porque seamos malvados, sino porque somos cobardes.

La del Challenger no ha sido sin embargo la única tragedia de la carrera espacial; desde sus desastrosos inicios para los pilotos de prototipos, recogidos de un modo magistral en la novela-reportaje Lo que hay que tener (elegidos para la gloria), de Wolfe, hasta el Columbia, pasando por la muerte de todos los cosmonautas de la Soyuz 11 en su regreso a La Tierra, han sido muchas las vidas que se ha cobrado la expansión hacia las estrellas del ser humano. ¿Por qué entonces esta catástrofe y no otra? Tenía que ser el Challenger. Un despegue hacia el espacio exterior tiene una significación trascendente, es algo profano, como un acto de descaro suicida. Pero, además, el momento de euforia colectiva, la significación de una carrera espacial en la vía muerta y el lanzamiento del programa Teachers in Space, con la inclusión de una maestra de secundaria en el transbordador. ¿Qué objetivo tenía aquello? La realidad hizo trizas muchas cosas aquella mañana. A mí me interesaba plantear la aparición de lo improbable en ese momento exacto, cuando lo inesperado se hace real.

Desintegración Challenger

Desintegración Challenger

Lo inesperado se hace real constantemente en este libro. Como se dice en el mismo, ¿se pueden calcular las variables de la vida? Los sucesos con posibilidades ínfimas de ocurrir no constituyen imposibilidades; por extraños que resulten, tienen también su ocasión de ser. Por eso quién sabe si la batalla épica entre el hombre y la bestia del subsuelo, la desconcertante llegada de una carta perdida durante décadas, la belleza del capítulo en que un Zippo narra su propia historia, la génesis y la fuga de un coloso en una base científica submarina secreta, la presencia extraterrestre o antehumana en busca de huésped, o el desvanecimiento inexplicable de una bala en el cielo una mañana cualquiera, podrían estar teniendo lugar o manifestándose ahora mismo a la vuelta de la esquina.

¿Accederemos algún día a ese lugar al que van las balas que se desvanecen en el aire sin más? Es probable que ya estemos en él. Porque, si la probabilidad obliga al desvanecimiento de aquello que suponemos estuvo ahí, pero no vimos, ¿por qué no va a poner aquello que no estuvo pero creímos ver? La lógica, a veces, parece cosa de magia.

Libro Challenger Guillem López

Libro Challenger Guillem López

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