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54 Festival de Sitges #1: Ana Lily Amirpour (y Benny), Julia Ducournau y Noomi Rapace

En Cine y Series 11 octubre, 2021

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Ya hemos llegado al final del primer fin de semana del Sitges-54 Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, y de momento se confirman dos claves que apuntaba ya en la previa: la importancia de la presencia femenina y el éxito en la venta de entradas.

Respecto a lo segundo no me alargaré mucho, las cifras hablan por sí mismas: es prácticamente imposible desde hace días encontrar alguna entrada para cualquier sesión durante este largo puente del 12 de octubre, y aunque las posibilidades aumentan si se sale de ahí, la cosa sigue siendo bastante complicada. No es ninguna sorpresa: la organización ya anunció justo una semana antes del inicio del festival que ya llevaban vendidas más entradas que en toda la edición de 2020.

Respecto a lo primero, la mirada femenina que el festival lleva anunciando y potenciando desde hace meses se ha traducido en estos primeros días en películas muy destacables y en otras no tanto. Empezaré por Titane, de Julia Ducournau, directora que hace algunos años impactó aquí en Sitges con su ópera prima, Crudo.

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El principal problema de Titane es que no esconde bajo su (teórica) provocación constante nada más que un galimatías de ideas que no apuntan a ninguna parte, y que a la postre revelan una alarmante falta de discurso artístico. Su primera mitad remite mucho más a David Lynch en su anarquía argumental que al extensamente citado David Cronenberg, del cual tampoco es que Ducournau rescate demasiado. Pero luego la cinta deviene un tedioso drama con el que es imposible comulgar a causa, justamente, de la impostada introducción de elementos surrealistas como esa barriga que pierde aceite y de la que nunca sabemos si saldrá un bebé o un coche. Dichos elementos perturban lo que, de otra manera, podría haber sido una película mucho menos intensa pero quizás más coherente.

Pero a Ducournau parece no interesarle en absoluto nada que no sea provocar o llamar la atención, de ahí lo que decía antes de “teórica” provocación: insiste tanto Titane en incomodar (gesto totalmente inútil en un festival como Sitges, sea dicho de paso), que la provocación se torna inofensiva al menos para cualquier espectador mínimamente familiarizado con la crudeza visual de la que es capaz la industria audiovisual en este siglo XXI.

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El caso de Ana Lily Amirpour es totalmente distinto. Su Mona Lisa and the Blood Moon, que inauguró el certamen el 7 de octubre, recoge el testigo de una cierta corriente de películas de terror que, en la segunda mitad de la década de los años 70, tuvo como protagonistas a personajes con poderes telequinéticos. Películas como Carrie, La furia (curiosamente, ambas dirigidas por Brian De Palma), o Patrick, tienen su reflejo en esta emocionante historia de una chica joven sin pasado que huye de la institución donde está presa y en su escapada termina entablando amistad con una stripper y su hijo preadolescente.

Amirpour nos regala un bellísimo homenaje a los losers, los incomprendidos, los marginados, los materiales de derribo de esta sociedad (la stripper lo es, por ejemplo), a través de los ojos de otra perdedora, la protagonista, que si es una marginada lo es precisamente por sus poderes mentales (causa de incomprensión y rechazo social, y en última instancia de su reclusión). Es curioso el detalle de que quien acaba prestando una ayuda decisiva a la protagonista es un camello de baja estofa, un chulo-piscinas que se aproxima a ella con intenciones (supuestamente) turbias, pero que acaba revelándose como un personaje que, en su humilde y estrafalaria escala de valores, antepone la nobleza y la lealtad a todo lo demás.

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Benny y Ana Lily Amirpor

Película de estética rabiosamente cool (esa selección musical terriblemente ecléctica y apasionante), debería confirmar de una vez por todas para el gran público el talento de una directora que todavía no se ha consagrado pero que ha demostrado, con esta y con su anterior cinta, The Bad Batch, una fuerte personalidad. Personalidad que, por cierto, se traslada a sus apariciones en festivales: tanto en Venecia como aquí en Sitges ha venido acompañada de Benny, su adorable perrito. Benny ha sido la gran estrella de los primeros días de Sitges 2021, y si bien Amirpour no es (como erróneamente se dijo en un principio) la primera mujer que inaugura el festival con una película suya, creo poder afirmar con bastante rotundidad que Benny sí es el primer perro que lo hace.

También dirigida por una mujer, en este caso Elle Callahan, se ha proyectado Witch Hunt, cinta humilde que traslada de manera bastante obvia el conflicto racial de Estados Unidos a un universo fantástico, sustituyendo a negros por brujas, pero manteniendo la idea central de persecución racista… y exagerándola, ya que la historia transcurre en un futuro distópico. No es redonda, pero termina por resultar satisfactoria gracias al empeño de sus intérpretes, y a la cita a Thelma & Louise que impregna a sus dos protagonistas y que se vuelve explícita en el último segundo de la proyección.

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Por último, en este apartado de películas dirigidas por mujeres, una de las grandes apuestas del festival, Censor, en la que Prano Bailey-Bond utiliza el retrovisor para desarrollar un doble ejercicio. Por una parte, uno metalingüístico que ofrece una mirada crítica hacia una determinada parte de la industria cinematográfica: la acción transcurre en el Reino Unido de los 80s y la protagonista es una censora que se dedica a revisar películas de terror y a decidir si se suprimen escenas o si se prohíben directamente. El otro es un ejercicio de exploración de las fronteras compartidas entre realidad y ficción, y de cómo pueden afectarse mutuamente, lo que Censor expone de manera muy gráfica en una última parte de película tan alucinógena que seguramente Gaspar Noé la aplaudiría a rabiar.

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Termino hablando de la que seguramente será la principal estrella cinematográfica que va a pisar este Sitges 2021: Noomi Rapace. La excelente actriz sueca ha pisado la alfombra roja sitgetana este fin de semana en dos ocasiones, para presentar The Trip y Lamb. En el momento de escribir estas líneas tan sólo he podido ver la primera de las dos, un divertidísimo thriller de humor negro, negrísimo, en el que una pareja que languidece en la prisión en la que se ha convertido su matrimonio decide acabar por las bravas con el sufrimiento: cada uno de ellos planea en secreto el asesinato del otro aprovechando un fin de semana en el bosque.

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Película de presencia obligada en Sitges, el uso explícito de la sangre con fines grotescos la acerca al primer y juguetón Peter Jackson, y a nivel formal recuerda muchísimo a las primeras películas de los hermanos Coen, sobre todo a Arizona Baby. El festival de mamporros, fracturas y lesiones físicas es tan exagerado, que por momentos parece una versión en clave de humor de The Raid. Portentosa Noomi Rapace, The Trip se estrenará pronto en Netflix y es una película que, si bien no es recomendable para todos los paladares, sí que depara momentos de verdadera gloria para los que, como yo, disfrutan con este tipo de humor inscrito en la tradición del Grand Guignol más contundente.

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