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El juego del calamar: el fenómeno coreano

En Cine y Series, Serial Watcher martes, 30 de noviembre de 2021

Aníbal Moltó Barranco

Aníbal Moltó Barranco

PERFIL

No cabe duda de que El juego del calamar (Squid Game, Hwang Dong-hyuk, 2021) es la serie de Netflix que, recientemente, ha conseguido conquistar a la audiencia, augurando convertirse en la serie del año. Hasta no hace mucho, pocos habrían esperado que la cinta más vista de esta plataforma fuera de producción coreana.

No obstante, su inesperada popularidad resulta ser una buena noticia, ya que pone de manifiesto que el público general empieza a no considerar las obras cinematográficas asiáticas productos exóticos, anodinos e  incomprensibles. El hecho de que películas como Parásitos u Oldboy estén calando incluso en el mundo adolescente, supone un soplo de esperanza para la cultura cinematográfica. Todo esto demuestra que Occidente está progresivamente abandonando sus prejuicios etnocentristas, al menos en el mundo audiovisual.

Influída por producciones occidentales como Cube o la saga Saw, pero también asiáticas como Battle Royale, no solo ha alcanzado la cúspide de la fama como serie de televisión, sino que ha logrado convertirse en un fenómeno de masas. Desde su estreno, las redes sociales se han inundado de vídeos y juegos relacionados con ciertas escenas, incluyendo su ya icónico vestuario, que ha sido el más popular en las fiestas de Halloween de este año.

El juego del calamar

Esta popularidad ha llevado consigo la inevitable sombra de la polémica entorno a su difusión entre el público infantil y adolescente, propiciando el debate de si los padres y madres deberían, o no, permitir a su vástagos su visionado. Son muchos los que temen que El juego del calamar se convierta en un referente negativo en la educación de sus hijos, llegando incluso a especular sobre la posibilidad de que las pruebas sangrientas presentes en la trama puedan reproducirse durante el recreo o en el parque.

El juego del calamar, sin embargo, es algo más que una ficción dotada de una inquietante ambientación, ya que cuenta también con cierta carga de críticia social y económica, un elemento últimamente muy presente en las cintas coreanas. Su temática gira en torno a la plutocracia y los efectos negativos del dinero sobre las personas, y sus protagonistas son individuos endeudados, ahogados por una situación económica adversa. A través de estos personajes, muy diferentes entre sí, a través de su participación en una sucesión de juegos macabros, no se busca otra cosa más que criticar al sistema.

El juego del calamar ofrece una adictiva montaña rusa de suspense, aderezada con cierta dosis de crítica social y un toque polémico.

La trama, en definitiva, pretende poner de manifiesto lo que los seres humanos somos capaces de hacer por el dinero. Nos jugamos la vida, renunciamos a nuestra moral, a nuestros principios, e incluso a nuestra propia dignidad, presentando un retrato de nuestra decadente sociedad, a través de una terrorífica alegoría.

En cualquier caso, la serie no busca realizar un análisis minucioso y complejo sobre la existencia en un mundo decadente y consumista, ni elaborar un retrato distópico de nuestra sociedad mediante una sofisticada metáfora orwelliana, sino entretener, ofreciendo una visión crítica simple, aunque inteligente.

Una de las virtudes de esta cinta es la de transmitir terror y tensión al espectador sin la necesidad de ser excesivamente efectista. La presencia de escenas de gore está muy dosificada, apostando por crear atmósferas amenazadoras mediante escenarios de color pastel que evocan una ternura macabra, con numerosos guiños a obras de icónicos artistas como Edvard Munch, Dalí o Escher.

El juego del calamar

Por otro lado, si bien los personajes resultan ser bastante estándar, cuentan con un conjunto de características bien definidas que confieren credibilidad a sus acciones. Aunque no presentan un profundo desarrollo psicológico y no disponen de una compleja evolución dramática, su desarrollo es lógico y, de alguna manera, verosímil, excepto en cierto giro de guion hacia el desenlace, que considero su punto más endeble y decepcionante.

En definitiva, El juego del calamar es una ficción que cumple con lo que promete: ofrecer una adictiva montaña rusa de suspense, experiencia que no resulta hueca al aderezarla con cierta dosis de crítica social y un toque polémico que la hace atractiva e interesante para el público joven. Sería falaz afirmar que se trata de una obra de culto, pero también lo sería negar el hecho de que nos encontramos ante una serie original y que funciona a la hora de transmitir aquello que pretende.

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