Gran parte de los míticos chefs aprendieron a darle vueltas al cucharón de la mano de sus madres y abuelas, pero lo cierto es que en el mundo de la alta cocina hay una discriminación absoluta de la mujer.
El ama de casa que, con muy pocos recursos, hace un extraordinario esfuerzo de imaginación todos los días para dar de comer lo que más gusta a los miembros de su familia, la que hace “las mejores croquetas del mundo”, la trabajadora que al llegar agotada a casa soluciona la cena, no aparece nunca cuando se habla de reconocimientos y alta cocina. No vale decir que hay excepciones, las conocemos y sabemos que se trata de un porcentaje ínfimo e inamovible. Las facultades y escuelas de cocina están llenas de alumnas. Mujeres que pocas veces llegan a jefe de cocina y que jamás suben al podio.
La publicidad y la televisión juegan, por supuesto, en contra. Es fácil ver un programa de televisión en los que se intenta reforzar la idea de que los hombres son expertos y saben cocinar mejor que las mujeres. Hombres que saben elaborar sofisticados, saludables y delicados platillos, de excelente presentación, mientras la mujer parece que está destinada a limitarse a hacer los pucheros de la abuela. Hay anuncios de publicidad absolutamente denigrantes pero que pasan desapercibidos en ese universo machista pero hegemónico. Hay uno, de una famosa marca de sopa, en el que la mujer no sabe qué dar de cenar a los suyos hasta que llega un grupo de expertos varones y le dicen lo que tiene que hacer. Y sabemos muy bien que la mayor parte de los hombres del planeta sólo se ponen el delantal de moda cuando hay que prender la paella o darle la vuelta a los chorizos y las costillas en la barbacoa. Especialmente si hay cervezas y van los amigotes a comer.
Los World’s 50 Best conceden en cada edición el Veuve Clicquot a la Mejor Chef Femenina del Mundo. Es una manera de garantizar la presencia de la mujer en los premios, pero resulta, desde cualquier punto de vista, discriminador porque marca la diferencia. ¿Nos gustaría un Premio Planeta para el mejor novelista hombre y para la mejor novelista mujer? ¿Alabamos un premio para la mejor pintora y otro para el mejor pintor? ¿Entenderíamos un premio Nobel de la Paz para una mujer y otro para un hombre?. La alta cocina, asumámoslo, es un mundo de hombres.
Es muy probable que todo el exceso de marketing e intereses que rodea el mundo de la alta cocina sea imposible de erradicar a medio plazo. Más bien creo que vamos en sentido contrario. El chef exitoso luciendo como galán de cine es una de las peores señales. ¿Los cocineros son artistas?. Pues creo que algunos, muy pocos, sí, sin duda. Pero no vemos a pintores, que también son artistas, posando como galanes. Ni a escritores, ni a escultores. Vemos, eso sí, a futbolistas millonarios y de caprichosos peinados. Esos también posan como actores en la alfombra roja. El glamour de la alta cocina y del estadio deportivo a veces desfilan en la misma pasarela.
Por eso, otro elemento altamente tóxico es el fenómeno en alza de la hooliganización de la gastronomía. Se parte de un hecho falso y perverso como es la búsqueda de una conexión entre los premios gastronómicos y el triunfo de sus chefs con la calidad de la cocina en el mismo país. A partir de aquí, con criterios de forofos deportivos y con una pasión patriótica mal digerida se confunde tu propio país con las posiciones en los rankings de los premios. Como pasa con el fútbol. Pero los premios gastronómicos no son premios deportivos, en los que hay una competencia real y física que se puede medir por número de victorias o por tiempos cronometrados.
Hace poco acudí a casa de un amigo a recibir un curso de sushi. Cuál sería mi sorpresa al ver que entre la docena de asistentes solamente había dos mujeres. En el encuentro empezamos hablando de tendencias culinarias pero conforme íbamos apurando las botellas de Sauvignon Blanc la conversación derivó hacia el fútbol y ahí se estancó hasta que nos despedimos. Me dí cuenta esa noche que la tendencia de los gastrosexuales, descubierta en 2009 por la Future Foundation, ha sido superada por algo nuevo, -no sé el nombre todavía-, pero seguro que nos lleva por peores caminos.
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