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Sinéad O’Connor, victorias públicas y derrotas privadas (segunda parte)

En Música 27 enero, 2024

Fernando Ruiz Goseascoechea

Fernando Ruiz Goseascoechea

PERFIL

Brixton puede ser el barrio perfecto para que se instale Sinéad O’Connor, una cantante querida en todo el mundo e idolatrada en Irlanda, aunque para muchos jóvenes es una vieja gloria que lleva toda la vida  intentando equilibrar sus victorias públicas con sus frecuentes derrotas privadas.

Ahora atraviesa una de tantas infaustas rachas vitales, se encuentra enferma y ha adquirido un físico irreconocible. La verdad es que se siente triste y abandonada, tanto por médicos como por familiares. Parece una buena idea instalarse en este barrio de Londres tan dinámico y vanguardista; quizá es el sitio  adecuado para darle otro empujón a su vida y remontar el vuelo, como ha hecho otras veces. Puede ser el lugar perfecto.

Puede ser, pero va a ser que no. Sinéad no para de darle vueltas a la cabeza y duerme mal; bueno, duerme mal desde 1999 cuando intentó suicidarse por primera vez con 33 años, afectada por los problemas por la custodia de sus dos hijos mayores. En 2015 intentó de nuevo quitarse la vida, tras someterse a una histerectomía total con algunos errores médicos en la intervención. Me lanzaron a la menopausia quirúrgica, diría más tarde. A partir de ahí todo fue a peor.

Esta mañana de julio la ha pasado con su rutina habitual en los últimos tiempos: fumando, tuiteando y haciendo comentarios en Facebook e Instagram. Lleva ya muchos años dependiendo de las redes sociales y, la verdad, es que se expresa de maravilla y tiene buena mano escribiendo. Da la impresión de que de no haber sido cantante le hubiera encantado ser periodista, como su hermano Joseph. La prueba son sus  artículos publicados en diversos diarios, como Una variante brutal del catolicismo, firmado por ella en El País en 2010, en el que analiza las características del catolicismo vaticanista en Irlanda.

Sinéad O'Connor

Joseph O’Connor.

A estas alturas de la vida, la orgullosa irlandesa sólo gime y se rebela por la injusta soledad que sufre. Y si hay algo equiparable a eso es la condena forzada a la lejanía con sus hijos. Con lo amorosa y madraza que ha sido con ellos cuando eran pequeños… Ha tenido durísimos encontronazos con su hijo mayor, Jake, y el padre de este, John Reynolds, que imprudentemente ventila en las redes sociales. Les culpó, tanto de que le quitaran la custodia de sus dos hijos pequeños como de sus intentos de suicidio. Los dos sois responsables de esta destrucción psicológica y emocional que sufro continuamente, colgó en su FB. Más tarde, suavizó el enfado: No debe ser fácil para la familia cuidar de personas con problemas mentales.

Cuando piensa en Roisin, su hija de 27 años, con facciones casi idénticas a las suyas, y amante también de la música, no puede evitar las lágrimas, aunque le ayuda el bálsamo de los recuerdos de ambas cantando juntas, haciendo coros a Jhon Grant o a capela. Pero, sobre todas las amargas negruras en su vida está la desaparición y suicidio de su amado hijo Shane, quien heredó el talento musical de su madre y, lamentablemente, también sus luchas con la salud mental.

La idea de Shane muerto la derrumba. Se sigue preguntando cómo pudieron permitir que el joven de 17 años desapareciera en los días previos a su muerte de la Lynn Ward (una sala privada de 36 camas) del Tallaght University Hospital, situado en las afueras de Dublín. El caso todavía está siendo investigado por las autoridades.

Al atardecer sale con una taza de té a la terraza y le asaltan fogonazos de su niñez. Ve a su padre, que era de Crumlin, un suburbio al sur de Dublín, con una voz de tenor estupenda, entonando viejas canciones irlandesas. Luego se ve trasladada al salón de la casa de su infancia y observa a toda la familia junta cantando delante de un pequeño dictáfono. Su padre todavía tiene guardadas las cintas, que son uno de los tesoros de la familia.

Le viene a la cabeza un vecino del barrio, su amigo Conor McGregor, ex doble campeón peso pluma y peso ligero de la UFC. En 2015 McGregor le pidió que cantase para ambientar su salida al octágono, en Las Vegas, cuando estaba a punto de proclamarse campeón del peso pluma, que ganaría frente a Chad Mendes. Sinéad entonó uno de los himnos de lucha más emblemáticos de Irlanda, vistiendo una camiseta con la foto de Arthur Griffith, el fundador del Sinn Féin en 1905. The Foggy Dew narra los hechos del  Alzamiento de Pascua y las represalias que se tomaron contra los independentistas irlandeses alzados contra el gobierno del Reino Unido en abril de 1916. Miles de irlandeses la vitorearon aquella noche en Las Vegas.

Sinéad lleva unos días fumando mucho. Los ceniceros de la terraza rebosan colillas, junto a un par de tazas de té sin recoger, y su cabeza no para de dar vueltas. Intenta reflexionar sobre su trayectoria de vida y las distorsiones que ella misma ha provocado. Quizá el uso compulsivo de las redes sociales no haya ayudado a clarificar nada, y la transparencia permanente ha sido perniciosa.

Es posible también que, en medio de su apetito comunicativo, ni tan siquiera hayan quedado claros cuáles han sido sus sentimientos y apegos. Y en ese preciso momento le vienen a la cabeza muy pocos nombres, entre ellos el de Peter Gabriel, a quien encontró en 1990 en el viaje a Chile con Amnistía Internacional, junto a Tracy Chapman, Sting, Ruben Blades, y los españoles Luz Casal y Los Ronaldos. En plena cúspide de su carrera (dos años desde su despegue y dos años antes de su aterrizaje papal), Sinéad fue una de las protagonistas del evento, celebrado en el emblemático Estadio Nacional, usado como centro de detención y tortura durante la dictadura militar, y que nunca podrá olvidar su emotivo encuentro con las madres de los asesinados y desaparecidos.

Y sigue recordando sus colaboraciones con Peter Gabriel en 1993, sobre todo los tiempos de la gira con Secret Word Live (considerado como uno de los mejores conciertos de la historia del rock) y su voz y presencia en el video de «Blood of Eden». Pero sonríe cuando piensa que es una gran canción con un video horroroso.

Y aquí le viene a la cabeza la canción que escribió sobre ese tiempo con Gabriel, «Thank You For Hearing Me», un tema que canta con frecuencia en sus últimas actuaciones y que es mucho más que el recuerdo de una relación; es toda una declaración de principios de su estado emocional. En sus memorias escribe que ella y Peter salieron juntos después del divorcio de su primera esposa, aunque él no la trataba con el mayor respeto, porque la sentía como su coño de fin de semana.

Un alma atormentada

Resulta difícil escribir acerca de Sinéad O’Connor desde una perspectiva única por muy panorámica que sea. Se podría hablar de Sinéad desde varios ejes. Quizá el nudo más difícil de desenredar es el de su personalidad, en la que confluyen varios elementos y que se pueden resumir en los hechos objetivos en el marco de una infancia complicada y dolorosa; las más que probables secuelas físicas y mentales de la misma, y su propio tipo de personalidad, descrito por diversos especialistas británicos en los últimos meses y que la sitúan como un tipo de persona idealista, generosa, dispuesta a sacrificarse por una causa y que se siente con el deber de cumplir con una vocación superior, el bien mayor.

La otra característica, que es un contrapeso a lo descrito, es que se muestra intransigente cuando se toca uno de sus grandes problemas o retos; y que cuando se contradicen sus valores, puede adoptar un tipo de rol más estridente y que, con frecuencia, se enfrenta al problema de su propia perfección ética. Y es que, de alguna manera, Sinéad no sólo desafió a lo largo de su vida los límites de la crítica política, de la religión, de la familia, de las redes sociales, del género y la sexualidad, sino que también desafió los límites de su propio tipo de personalidad.

En este mismo eje hay una derivada, que es el límite entre la vida pública y privada, y cómo fue manejado este aspecto a lo largo de su vida. La mayoría de los personajes públicos están sometidos a múltiples fugas de información que afectan a su privacidad, desde la salud a la familia y los proyectos personales, e intentan mostrarse opacas en este aspecto. Pues la O’Connor hizo en cada caso todo lo contrario. Pero no deja de ser curioso el hecho de que con una personalidad como la descrita no haya rastro de ese impulso obsesivo necesario para mantener en alto una carrera artística, tal y como tienen la mayoría de las grandes estrellas.

La cantante ha levantado acta musical de sus traumas y complejidades mentales y las ha plasmado en canciones de sorprendente franqueza y poder conmovedor. En «Reason With Me», interpreta el papel de un adicto a la heroína. En «I Had a Bay» reflexiona sobre la suerte de su hijo Shane. Y tanto en «Voice of My Doctor» como en «8 Reasons» aborda el tema de su propia salud mental.

Y saltamos ahora al segundo eje, el musical. Sinéad poseía una gran sensibilidad musical desde niña, una desarrollada curiosidad a través de estilos y géneros, y una excelente formación de música celta y un magnífico registro de mezzosoprano. Además, tenía muchas cosas que contar y escribía muy bien, con lo que consiguió ser una letrista de primer orden. Tiene producido un catálogo de temas impresionante que va a ser recordado por mucho tiempo y esperemos que entierre la cantidad de obra escrita acerca de su vida privada. Hace tiempo ya advirtió: No quiero que las cosas oculten mis grabaciones. He tenido 13 años de muchos problemas. Merezco ser respetado simplemente como artista… y no envuelta por un montón de basura. Aunque la utilización abusiva que hizo de las redes tampoco la ayudó mucho…

Ya hemos hablado de las influencias musicales de O’Connor y hemos recordado que su característica más destacada fue la impresión que causó desde el primer minuto. Pero no es justo quedarse en este punto. La cantante tenía una capacidad excepcional para crear letras únicas; no se puede soslayar la extraordinaria  madurez que muestra ya a los 14 años, cuando se pone a escribir canciones como «Take My Hand»:  Hombre solitario/Hombre cansado/Toca el blues/Has hecho todo lo que puedes/No vivas más/Cierra tus ojos/Ciérralos lentamente/Ve a dormir/Duerme mientras tengas sueños que mantener.

La otra característica es que no sólo escribía buenas letras sino que era poseedora de un gran instinto para detectar temas de otros e insertarlos en su propia biografía y estado anímico para elaborar un producto en el que, una vez que ha derramando su espíritu y visión del mundo, logra transformar un cover en algo único e intransferible.

Obviamente, «Nothing Compares 2 es el ejemplo paradigmático pero no el único, ni mucho menos. Sinéad ha dado un toque incomparable a canciones importantes como el dúo con Peter Gabriel de su exitazo «Dont Give Up», que también la ha cantado a trío con el autor y con Sting.

En los directos, aparte de su permanente obsesión por la calidad del sonido, Sinéad hace versiones que parecen paridas por ella misma. Es increíble hasta qué punto se apropia de una canción sin concesiones. En los directos que hizo con Queen of Denmark de su amigo John Grant, al público le encantaba cómo se adueñaba de la letra (Quería cambiar el mundo/Pero ni siquiera podía cambiarme la ropa interior) y adaptaba su voz más profunda dejando al público electrizado.

Sinéad O'Connor

Un ejemplo de versión en directo histórica es el «Mother» que interpretó en 1990 en el concierto The Wall – Live in Berlin del álbum de Pink Floyd The Wall, escrito en gran parte por Roger Waters durante su tiempo con la banda. La versión de la irlandesa, con su 1,60 de estatura y, además descalza, apoyada por  miembros de Pink Floyd, con Waters a la cabeza y con los coros de los integrantes de The Band, se agiganta con su voz y su estática actitud escénica.

La versión que hizo de «All Apologies» de Nirvana es un claro ejemplo de su talento y sensibilidad artística. Pero es que lograba versiones delicadísimas de temas icónicos como «I Believe In You» de Bob Dylan, «Streets of London», de Roger Whittaker o el gran clásico de los 60 «The House Of The Rising Sun» famoso gracias a The Animals y Joan Baez.

Y lo mismo hace con las canciones tradicionales irlandesas que interpreta o graba, especialmente, las que incluyó en el álbum Sean-Nós Nua (2002) como «Óró, Sé Do Bheatha ‘Bhaile», la canadiense «Peggy Gordon», la canción de despedida irlandesa por excelencia «The Parting Glass« o la leyenda de «Molly Malone«.

En otras ocasiones ha construido piezas interesantes asumiendo grandes riesgos. En «I Am Stretched on Your Grave«, toma un poema del siglo XVII que había sido un himno en los años 20 y lo canta con un fondo de percusión como el de Funky Drummer de James Brown. ¡Y funcionó!

Sinéad O'Connor

Sinéad O’Connor junto a Kurt Cobain, Courtney Love y su hija Frances Bean Cobain.

A pesar de la calidad artística de O’Connor, de su rango vocal y sus composiciones, el conflicto aparece pronto. El mercado del disco no tarda en percibir que tiene infiltrada a una recién llegada insolente y deslenguada que, además, mantiene una actitud social y política incómoda; y esto sucede en un marco musical en el que se precisan bellas voces en el universo del pop, y con cantantes muy femeninas y dóciles. La descarada anti Barbie responde a la primera de cambio negándose a ponerse una minifalda, afeitándose la cabeza y pariendo un bebé a los 20 años, justo cuando está a punto de lanzar su primer álbum.

El tercer eje es la demolición estelar, a raíz de la noche del 23 de octubre de 1992 cuando rompe la foto del Papa en un directo del late show más famoso del planeta. Pero Sinéad, desde el primer momento del «periodo post crisis», hace una detallada deconstrucción de los hechos del escenario y del tiempo. Puede que por sinceridad, puede que por ganas de sentirse en paz consigo misma, el hecho es que en aquel momento es la única que responsabiliza de su crisis profesional y existencial a otra fecha anterior, marzo de 1990, el día que sale al mercado su canción gloriosa y universal, a pesar de estar escrita por Prince.

La fotografía del Papa Juan Pablo II que Sinéad hace trizas la había sacado del dormitorio de su madre, una vez fallecida, con la precisa intención de romperla algún día ante el público y así escenificar su desacuerdo con la ocultación histórica del Vaticano de sus incontables casos de pederastia alrededor del mundo.

A juicio de O’Connor es, precisamente, «Nothing Compares 2 U» y su éxito inmediato, lo que quiebra la carrera de una compositora y cantante de protesta, comprometida y noble, y la arroja al estercolero de la historia, involucrándola con la música pop, y con un universo y un público vacio y frívolo. Ella misma lo explica clarito: Lo que hizo descarrilar mi carrera fue tener un disco en el número uno y romper la foto me devolvió al camino correcto. Tenía que volver a ganarme la vida actuando en directo. Porque he nacido para eso. No nací para ser una estrella del pop. Porque para eso hay que ser buena chica. No ser demasiado problemática.

Pero la cantante nunca calculó que el mundo—especialmente el mundo de muchos cristianos de Estados Unidos—, en plena era Reagan/Bush (padre), llevaban ya 12 años en el poder pero estaban locos por impedir la llegada de Bill Clinton a la Casa Blanca. Además, la mayoría de la izquierda (que carecía de una facción progresista sólida) y que esperaba una victoria en el colegio electoral en noviembre, no quería formar parte de su cruzada. El ciudadano medio consideraba mucho más pecaminoso que la pederastia vaticana que una cantante rompiese una foto que guardaba su madre en el dormitorio. Y se ha tardado 20 años en empezar a creer que a la O’Connor no le faltaba razón, lo que le faltaba era, simplemente, olfato comercial. Y es que la controversia siempre es buena para los negocios artísticos, como lo ha demostrado Madonna. Pero la convicción, cuando está construida para antagonizar, no lo es.

Hoy día es una inmensa mayoría los que ya comprenden que Sinéad O’Connor tenía, -independientemente de la escenografía y la coreografía-, absolutamente toda la razón tal y como se está certificando muchos años después. ¿Cuál fue mayor delito: romper una imagen o proteger a pedófilos depredadores a gran escala? ¿Quién ha causado mayor daño a la credibilidad de la Iglesia Católica? De todo esto se deduce que la campaña de odio y burla que se desató hacia la artista se puede catalogar tranquilamente de hipócrita, mentirosa e injusta.

Dos semanas después del incidente en Saturday Night Live, decenas de miles de personas también la insultaron y abuchearon en un concierto tributo a su admirado Bob Dylan, en el Madison Square Garden. Los artistas presentes, muchos de ellos progres y solidarios, miraron para otro lado; Bob Dylan, el cantante protesta por antonomasia, podía haber salido al escenario a calmar al público y pedir que la dejasen cantar, pero se arrugó. Sólo dio la cara y la consoló en el escenario el presentador del acto, Kris Kristofferson, quien un tiempo después le dedicaría el tema Sister Sinéad, se harían amigos y hasta cantarían juntos.

Un aislado detalle fraterno llegaría de la mano de un rebelde del folk estadounidense, Willie Nelson, un hombre noble y una leyenda viva. La noche del incidente se encontraba allí y al ver la forma en que trataban a O’Connor, la invitó a unirse a él en el estudio al día siguiente. La canción que grabaron juntos, lanzada en su álbum de 1993, Across the Borderline, es «Don’t Give Up», de Peter Gabriel con un estribillo que es todo un himno a la solidaridad y la resiliencia: Reposa tu cabeza/Te preocupas demasiado/Todo va a estar bien/Cuando los tiempos se ponen difíciles/Puedes recurrir a nosotros/No te rindas/Por favor no te rindas.

Pero aquel día Sinéad O’Connor, de 26 años, y más allá de la tormenta mediática, quedó fulminada de la industria musical. Como ella sentenció con sorna: He tenido una carrera breve pero espectacular. Su castigo fue rápido y salvaje, y se convirtió en un espectáculo prolongado. Las mujeres que desafían las jerarquías religiosas y reclaman cualquier tipo de autoridad espiritual, a menudo son consideradas brujas heridas o perras locas. Como escribió alguien en esos tiempos: «Los hombres hablan en nombre de Dios; las mujeres escuchan voces».

En Estados Unidos, la reacción de algunos artistas fue especialmente agresiva, como Frank Sinatra y el actor Joe Pesci, quienes manifestaron públicamente su deseo de golpear físicamente a la cantante. La burla también llegó a la televisión de España, y a la mayoría les parecía acertado. Así éramos hace sólo 20 años.

A pasar de todo, Sinéad fue una mujer excepcional que públicamente y sin disculpas desafiaba a la iglesia, el abuso de los niños y el menosprecio a las mujeres, y aún así conservaba una fe que tomó innumerables y fascinantes formas: paganismo, hinduismo, rastafarismo, cristianismo copto, catolicismo tredentino, islam…

Compromiso y activismo

El cuarto elemento es el sociopolítico. Sinéad vive muy de cerca los años 80 y 90 de Irlanda, y conoce de primera mano los dos terrenos más pantanosos de la sociedad irlandesa que van de la mano desde hace siglos: la política y la religión. No sería el primer caso de un irlandés notable agobiado por la presión política y religiosa. El mismo James Joyce, irlandés de pura cepa, se aferró al pasaporte británico hasta el final porque se sentía asfixiado en su país. Sinéad también se sentía así por la presión religiosa irlandesa aunque por encima de todo —sobre todo en su juventud— estaba su amor a la patria y su distancia con el engreimiento y la altanería británica.

A los 23 años, en 1989, Sinéad declaró su apoyo al IRA. Eran tiempos muy complicados y todavía coleaban los casos terroristas de Los cuatro de Guildford y Los siete de Maguire, condenados injustamente por los atentados con bomba en pubs de esas poblaciones. Las condenas fueron anuladas, tras largas campañas por la justicia, y los casos, junto con los de Los Seis de Birmingham, destrozaron la confianza pública en la integridad del sistema de justicia penal inglés.

Años más tarde la cantante explicaría que en ese momento era demasiado joven para comprender la situación en Irlanda del Norte. En cualquier caso, siempre se ha solidarizado con la causa republicana de Irlanda. Y ha colaborado con artículos en la prensa de la izquierda irlandesa como es el caso de la revista irlandesa Socialist Worker.

Sinéad O'Connor

Sinéad también tomó partido decididamente a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y, por tanto, también a decidir sobre si desean tener hijos y cuándo quieren que esto suceda. Habló abiertamente sobre su decisión de abortar en 1990 después de un embarazo planificado. Su canción «My Special Child» de su álbum I Do Not Want What I Have’t Got, se inspiró en su experiencia de aborto.

El 22 febrero de 1992, medio año antes de la noche en que rompe la foto del Papa públicamente, la cantante se manifestó y tomó la palabra en un mitin en Dublín en respuesta al Caso X, en el que los tribunales irlandeses impidieron que una joven anónima de 14 años, víctima de violación viajara a Inglaterra para interrumpir su embarazo. La cantante, que en muchas ocasiones se mostró contraria al aborto, defendió ante los manifestantes el derecho a decidir: Si vas a admitir que a una niña que ha sido violada se le debe permitir salir del país para abortar, ¿por qué no decir abiertamente y admitir que se le debe permitir hacerlo aquí? Enviarla a otro país es una solución irlandesa a un problema irlandés.

Una vez explicado todo esto conviene recordar que en declaraciones a The Guardian en 2014, le preguntaron a O’Connor cómo el movimiento feminista de la tercera ola había ayudado a cambiar la industria del pop. Ella respondió: No me considero feminista, así que, para ser honesta, no pienso mucho en el feminismo. No me interesa nada que de algún modo excluya a los hombres. Lo que sí parece que concita unanimidad es que Sinéad es una de las cantantes que ha escrito las mejores letras sobre las emociones conflictivas de la maternidad.

​En 1993 Sinéad participó junto a Bono en la banda sonora de la película En el nombre del padre (In the Name of the Father, Jim Sheridan), que trata, precisamente, sobre Los cuatro de Guildford (protagonizada por Daniel Day-Lewis y Emma Thompson, y con siete candidaturas al Oscar) con el tema «You Made Me the Thief of Your Heart». El vídeo musical que acompaña a la canción, también de Jim Sheridan, fue nominado en la categoría de Mejor vídeo de una película en los MTV Music Awards de 1994.

El conflicto de Irlanda, con mucha violencia y enquistado en el tiempo, ha sido abordado por músicos de renombre, como U2, con su Sunday Bloody Sunday, que en 1983 recordaron el Domingo Sangriento de 1972, en el que murieron 14 personas.

Sinead participó en 1993 en las protestas tras el atentado del IRA en la localidad de Warrington, muy cerca de Liverpool, en el que murieron dos niños, de 3 y 14 años, y se hirieron 56 personas. Unos años después ,No Need to Argue el segundo álbum de estudio The Cranberries incluyó el que sería uno de sus temas más emblemáticos, «Zombie», que escribió Dolores O´Riordan en memoria de las víctimas del atentado y de la espiral de violencia de aquellos años. Este tema lanzó la carrera de la banda, el álbum vendió más de 15 millones de copias y recibió varios premios, entre ellos el MTV a mejor canción del año.

En 1998 se produce el atentado de Omagh, reivindicado por el IRA Auténtico (RIRA), una escisión del IRA Provisional opuesta al proceso de paz, en el que murieron 29 personas y cerca de 220 resultaron heridas. Un año después del atentado Sinéad participa en Across the Bridge of Hope, un álbum destinado a recaudar fondos para las víctimas de la explosión de Omagh y en el que participan canciones de renombrados artistas irlandeses:Van Morrison, U2, Paul Brady, Boyzone, The Corrs, Daniel O’DonnellAsh, Juliet Turner, Enya, y también un poema de Seamus Heaney’s en la voz del actor Liam Neeson. Sinéad O’Connor colabora y sorprende con una versión estremecedora de Chiquitita, el éxito de Abba.

En 2014 la cantante presentó una solicitud para afiliarse a Sinn Féin, el antiguo brazo político del ya inactivo IRA. La cosa se complicó cuando añadió a su petición de afiliación la de renuncia del líder del partido, Gerry Adams y de otros dirigentes veteranos. En ese momento, Adams hacía frente a críticas por su manejo de dos casos de abuso sexual. Pero la cantante no se queda ahí. Compara el liderazgo del Sinn Féin con el de la Iglesia Católica y pide a los ancianos del partido que renuncien de la misma manera que lo hizo el último Papa. Parece que finalmente no se concretó el ingreso en el partido.

Todo se acelera

Unos días después, quizá de repente, no lo sabemos, hay algo probablemente insignificante, pero que no encaja en el imponente puzzle mental de O’Connor. Son demasiadas piezas, el esfuerzo es grande, los ánimos bajos y el agujero profundo. La angustia, el malestar y el desconsuelo entran de nuevo y se empiezan a asentar. Como viene sucediendo cada vez con más frecuencia.

Conoce a Bob Geldoff desde hace años, se tienen mucha confianza. Le viene a la cabeza algo que alguna vez han comentado juntos y se han reído. En 1978 Bob y su banda Boomtown Rats acudieron a Top of the Pops —el histórico programa de música británico creado por la BBC—, para presentar su último tema «Rat Trap». Se les ocurrió, ante las cámaras, romper fotos de los líderes en aquel momento en la lista de éxitos, que no eran otros que John Travolta y Olivia Newton John, imbatibles durante meses con la banda sonora de Grease. Consiguieron al poco tiempo ponerse en la cabeza de la lista de éxitos con «Rat Trap». Eso fue catorce años antes de la noche en que Sinéad hace trizas la foto del Papa.

Sinéad tiene un aprecio especial a Geldoff y esa es la razón por las que no pierde el contacto con él. Forma parte del pequeño grupo de amigos a los que envía un whatsapp explicando que de nuevo se encuentra mal. Bob Geldoff diría unas semanas más tarde que eran mensajes cargados de desesperación y tristeza. Y el líder de Boomtown Rats sabe mucho también de desesperación y tristeza: su mujer, la presentadora de televisión Paula Yates falleció por sobredosis de heroína en el año 2000 y la hija de ambos Peaches, murió por la misma causa cuatro años más tarde. Por si fuera poco, el novio de Paula, Michael Hutchence, vocalista de INXS se ahorcó en un hotel de Sidney en 1997, minutos después tras discutir por teléfono con Geldoff acerca de la custodia de los hijos.

Muchos creen que el desencadenante que hizo saltar por los aires la frágil cabeza de Sinéad fue aquella tarde —cuando era joven, bella, querida y aclamada— en la que se vino arriba, rompió la foto del Papa y denuncio los abusos de pedofilia en el seno de la Iglesia Católica Romana. Y todo el mundo empezó a odiarla. A su juicio, la gente no entiende ese hecho como un escalón más en su vida y que tiene espinas clavadas en su corazón desde hace muchos años. Sí, de cuando era una niña y vivía con sus padres en un bonito y apacible barrio de Dublín; allí, en el burgués y coqueto Glenageary, conoció el infierno. Y ahora cunde la alarma, una vez más, entre sus amigos y familiares. La verdad es que es la última alarma. Sinéad está en la recta final.

Tiene un día tan triste que ni le levanta la moral saber que este invierno van a poner una de sus composiciones más preciadas, el mantra creado por ella y que le chifla cantarlo a capella junto a sus dos guitarristas y su hija Joselin. Sí, en la sexta y última temporada de Peaky Blinders, en la escena del funeral, sonará «In this Heart».

La cantante se siente pequeña, pone una canción a medio volumen y se tumba en la cama. No es un gran éxito, es simplemente un cover de ABBA de 1998 cuyos derechos de autor están donados a UNICEF. Se trata de «Chiquitita», uno de los sencillos más vendidos en el mundo, aunque hoy su ritmo dulzón pasa sin pena ni gloria. Eso sí, hasta que la oyes en la voz de Sinéad O’Connor y notas que un escalofrío recorre tu espalda, y te das cuenta de que se está mirando en el espejo, y que la imagen de la irlandesa iracunda poco a poco se desvanece.

Sinéad, una irlandesa universal, quiere dejar de estar perdida en el bardo sin la única persona que la amó incondicionalmente. Y sale al encuentro de su querido hijo Shane, su alma gemela, decidida a disfrutar de la gloria junto al Padre celestial y también, por qué no, con todas y cada una de las interpretaciones religiosas con las que ha convivido. La O’Connor será osada y deslenguada; pero eso sí, el cielo se lo ha ganado ella solita, sin ayuda. Y eso que la pidió a gritos.

La primera parte de este artículo puede leerse aquí.

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