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El gran Lebowski, el Nota y el reverso del sueño americano

En Cine y Series miércoles, 29 de marzo de 2023

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Hay distintas formas de ver El gran Lebowski, la película más divertida de los hermanos Coen (que Arizona Baby y O Brother, me perdonen). Por un lado, es un nuevo pastiche de los hermanísimos de otro de sus queridos escritores de novela negra. Si ya les habíamos visto hacer una película basada en los escritos de James M. Cain, en su debut Sangre fácil, y de Dashiell Hammett en Muerte entre las flores, entonces era normal que llegara el momento de homenajear al que puede que sea el más grande de todos ellos, Raymond Chandler.

Y es que Lebowski parte de los escritos de Chandler, especialmente El sueño eterno, y puede ser vista también como una especie de reverso cómico de Fargo, su anterior película, en la que una vez más el noir y la comedia se mezclaban, aunque aquí se daba la vuelta a la ecuación y se tiraba más por el lado humorístico. Pero que sea más divertida no hace que sea menos profunda o interesante y es que, a parte del pastiche de las novelas de Chandler, metiéndolas en su mundo, El gran Lebowski es, también, la gran mirada de los Coen al sueño americano, a ese ideal americano del hombre construido a sí mismo que puede lograr cualquier cosa. Los Coen miran con ironía esa ambición desmedida y plantean un personaje que sirve como espejo deformado de esa realidad, una especie de esperpento valleinclanesco que se lo toma con calma y sigue la corriente, el Nota.

Quizás estemos hablando del personaje más icónico de la carrera tanto de los Coen como de Jeff Bridges, el actor que le dio vida, y eso es mucho si nos referimos a que unos han creado personajes tan inolvidables como el Tom Reagan de Muerte entre las flores, la Marge Gunderson de Fargo o el Anton Chigurh de No es país para viejos; y el otro ha protagonizado cosas como La última película, Los fabulosos Baker Boys o Comanchería.

El caso es que el Nota se ve metido en el papel de Marlowe, pero en vez de un tipo cínico y duro, a lo Bogart, nos encontramos con un ex hippie, tan vago como divertido (quizás inspirado en esa versión del papel que interpretó Elliott Gould en Un largo adiós, de Robert Altman, y que también sirvió como inspiración para el Puro Vicio de Paul Thomas Anderson.

Como en las novelas pulp de Chandler —en las que más que el crimen en sí lo interesante era el ambiente que se recreaba, uno de corrupción y sueños rotos—, El gran Lebowski parte de la anécdota más trivial, unos tipos se meten en casa del Nota, confundiéndole con un millonario por culpa de su apellido, para que pague las deudas de su mujer con un mafioso. Le sacuden y, peor aún, orinan en su querida alfombra, esa que le da realmente ambiente a su habitación de soltero.

La cosa no hubiera pasado a mayores si el Nota no hubiera decidido contárselo a sus amigos del equipo de bolos, una de sus tres pasiones en la vida, siendo las otras: los combinados Ruso Blanco y la Creedence Clearwater Revival (añadan también, por si acaso, la marihuana). Uno de sus colegas, el ex veterano de Vietnam y fanático de las armas, Walter Sobchak (fabuloso John Goodman), decide que no está bien que alguien se mee en la alfombra de su amigo, solo porque la mujer de otro vaya dejando deudas en todos los garitos, y piensa que sus amigos no cayeron en el país asiático hace muchos años para que sucedan estas cosas ahora. El Nota toma nota y se presenta en casa del gran Lebowski, el millonario con el que le han confundido.

Y aquí es donde los Coen nos muestran a ese ideal de hombre hecho a sí mismo, alguien que, supuestamente, ha trabajado toda su vida y ha hecho una gran fortuna, a pesar de estar postrado en una silla de ruedas. Lebowski se rodea de todas las cosas que se asocian con el poder, tiene a un acólito pelota que va enseñando sus fotos con la antigua Primera Dama y que solo está allí para agrandar su ego (un magnífico, como siempre, Phillip Seymour Hoffman). Pero, a lo largo de El gran Lebowski, veremos que todo es una fachada, que Lebowski consiguió su fortuna casándose con una mujer rica y que lo único que ha hecho es perder dinero. Alguien más que se ha beneficiado de las desigualdades sobre las que está construido el mundo.

El Nota, que se niega a ser llamado Lebowski (Yo no soy el señor Lebowski, usted es el señor Lebowski. Yo soy El Nota, así tiene que llamarme, ¿entiende? Así o Su Notísima o Noti o El Notarino…) es la versión alternativa de ese mundo, él no quiere pisotear a nadie, puede que no sea un tipo muy productivo, de hecho está en el paro, pero, desde luego, no es destructivo. Lo suyo es tomárselo con calma y tratar de lidiar con lo que sea que el mundo le vaya echando en el camino. Para alguien como el gran Lebowski, el Nota lleva la palabra perdedor tatuada en la frente, pero él está contento con su suerte, pensando en otro día más de bolera y rusos blancos.

Su filosofía es clara, si la vida te manda a un par de tipos a mearse en esa alfombra que le da un toque a tu cuartucho, simplemente lo aceptas, aunque puede ser que tu amigo Walter no esté tan de acuerdo con tu filosofía y quiera que el responsable indirecto de todo esto, que bien podría ser un millonario con tu mismo apellido, pague por ello. Puede que, a partir de ahí, la cosa se descontrole y te veas envuelto en una trama desquiciante, en la que se mezcla un secuestro y un rescate, un magnate del porno y una pintora feminista a la que le gusta la palabra vagina, también hay una panda de locos nihilistas y un adolescente con tendencia a robar coches ajenos, además de un pederasta que es también un jugador de bolos profesional… Ah y puede que a tu amigo Donny (un Steve Buscemi al que después del verborreico papel de Fargo, le entregan un papel en el que siempre le están mandando callar) le dé un ataque al corazón en medio de todo esto, pero la vida es demasiado dura como para intentar controlarla, así que el Nota sigue la corriente (permítaseme esa libre traducción del mítico The Dude abides).

Y puede que por eso al final nos sintamos tan agradecidos y aliviados con el Nota sabiendo que está ahí fuera, tomándoselo con calma por todos nosotros, pecadores. Porque el Nota es una forma de vida en la que es fácil verse reflejado. Si la miras con un poco de cinismo el Nota es el rey de esos conformistas a los que desde Pantomima Full han clavado hace poco, pero visto con buenos ojos y un poquito de la indulgencia del Extraño que interpreta Sam Elliott, tampoco está tan mal ser el Nota y dejarse llevar por la corriente. Para los grandes Lebowskis del mundo representa el triunfo de la mediocridad, para el resto del mundo, un consuelo y el triunfo de las pequeñas cosas.

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