El 28 de agosto de 2021 se conmemoró el centenario del nacimiento de una figura imprescindible de la cultura de nuestro país: Fernando Fernán Gómez (Lima, 1921-Madrid, 2007). Actor polifacético, protagonista de más 200 largometrajes, mago de la comedia y la tragedia, puso de manifiesto su transversalidad como artista a través de su rol como director de casi 30 producciones, guionista, dramaturgo, novelista y articulista. Sus dotes para las letras le permitieron ocupar la silla B en la Real Academia Española de la Lengua en el año 2000.
Como dice Ramón Barea, su obra es la de un cómico, hijo de cómicos, criado entre cómicos. Nace en Lima en plena gira teatral de su madre, la actriz Carolina Fernández Gómez, trasladándose posteriormente a España donde cursaría estudios de Filosofía y Letras en Madrid. Al igual que otros hombres de su tiempo, las circunstancias políticas que vivió le obligarían a madurar precozmente. Descubierto por Enrique Jardiel Poncela, inició su andadura como actor en Eloísa está debajo de un almendro, finalizándola con papeles de la altura de El abuelo o La lengua de las mariposas. Como escritor, fue asiduo integrante de las tertulias del café Gijón y reputado autor de novelas, artículos y obras teatrales.
Su obra, de marcado carácter autobiográfico, cuenta con algunas de las creaciones más relevantes de la literatura española del último siglo, como El viaje a ninguna parte, su obra más representativa, en la que habla del mundo del cómico, que conoció a la perfección, su origen y su vida, una alegoría del universo teatral. Está considerada como una de las 100 mejores novelas escritas en español del siglo XX, que adaptaría más tarde al formato cinematográfico en calidad de director, guionista y actor protagonista. Por otro lado, entre sus libretos destaca Las bicicletas son para el verano (1978), obra teatral que encarna fehaciente la atmósfera social de la Guerra Civil Española, por la que le otorgarían el Premio Nacional Lope de Vega, recibiendo también el Premio Nacional de Teatro en 1985.
Como actor, durante más de cincuenta años, deleitó con su talento interpretativo a varias generaciones, a través de las más de 200 películas que conforman su filmografía. Actor de carácter, singular y versátil se convertiría en todo un referente para futuros actores y actrices de nuestro país. Fernando Fernán Gómez se puso a las órdenes de grandes iconos del séptimo arte españoles, tales como Edgar Neville, Carlos Saura, Mario Camús, Víctor Erice, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán, Gonzalo Suárez, José Luis Garci, Pedro Almodóvar, Juan Antonio Bardem o el otro gran centenario, Luis García Berlanga.
Entre las producciones en las que intervino, encontramos cintas emblemáticas, tales como Esa pareja feliz (Juan Antonio Bardem y José Luis García Berlanga, 1951), Ana y los lobos (Carlos Saura, 1972), El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), El amor del capitán Brando (Jaime de Armiñán, 1974), Pim, pam, pum, fuego (Pedro Olea, 1975), El anacoreta (Juan Estelrich, 1976), La colmena (Mario Camus, 1983) , El abuelo (José Luis Garci, 1998) o La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999).
Uno de sus momentos más recordados dentro del mundo del cine fue aquel inmortal monólogo en El abuelo, cargado de cólera y de intensidad, o aquel otro que pronuncia en La lengua de las mariposas, donde encarna a un maestro de la II República, víctima de la sinrazón de la España más reaccionaria.
Su prolongada carrera profesional le ha permitido un sinfín de premios que han puesto de manifiesto su incuestionable talento. Entre ellos encontramos seis premios Goya, cinco Fotogramas de Plata, el Premio Nacional de Cinematografía en 1989 y el Oso de Honor que le otorgó la Berlinale a toda su trayectoria en el 2000, con el que se puso de manifiesto que el talento de Fernán Gómez había trascendido nuestras fronteras. Los reconocimientos de los que fue objeto culminarían con la Medalla de Oro de la Academia y las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1995 y la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, otorgado por el Gobierno de España a título póstumo.
No obstante, Fernán Gómez no fue únicamente conocido por su contribución al mundo de la cultura, ya que el compromiso político fue un elemento clave en su vida y obra. Envuelto en la bandera roja y negra en su funeral, fue un anarquista convencido y, al igual que Berlanga o Bardem, víctima permanente del fantasma de la censura franquista, a través de un acoso que llegó a rozar la obsesión. El inquilino o El malvado Carabel fueron algunos de los proyectos objeto del control moral del régimen.
Es inevitable pensar en la figura de Fernando Fernán Gómez sin tener en cuenta sus salidas de tono y su mal carácter. Uno de los momentos más desafortunados y, sin embargo, más recordados fue el famoso a la mierda que le espetó a un seguidor que insistía en que le firmara un autógrafo. De hecho, él mismo quiso conservar esa imagen de hombre huraño, autodefiniéndose como tímido de mal carácter. Si bien consiguió sus fines, los directores David Trueba y Fernando Alegre consiguieron mostrar su faceta más humana y próxima en el documental La silla de Fernando.
Mordaz, colérico, brillante, hosco, franco, inteligente, intenso o comprometido son algunos de los adjetivos que se pueden asociar a la figura de Fernando Fernán Gómez. En cualquier caso, genial, políticamente incorrecto y siempre como él mismo se definió, un cómico que escribe. De marcado carácter y voz profunda, dejó a su muerte un magnífico legado, que encarna la esencia del cine y el teatro español del siglo XX, sin duda, un cómico eterno.
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