2019 es un año importantísimo en el cine fantástico: es el año en el que transcurre Blade Runner. Empezar un resumen de lo mejor del género de 2019 recordando precisamente esta obra maestra no es baladí: ha sido este 2019 el año que se ha llevado a ese animal cinematográfico inolvidable llamado Rutger Hauer. Una casualidad cósmica, quizás, pero casualidad o no, el cine pierde a uno de sus intérpretes más admirables y nosotros a uno de los iconos más carismáticos del género fantástico.
2019 es un año, pues, trascendental dentro del género y al mismo tiempo ha sido un año que no ha tratado demasiado bien al fantástico. A ver, títulos decentes, incluso importantes, los ha habido, no están solo los que aparecen en este artículo, muchos otros podrían haber entrado: La casa de Jack, de Lars von Trier; La Llorona, de Michael Chaves; El hijo, de David Yarovesky; o El lado siniestro de la luna, de Jim Mickle, son excelentes propuestas de género.
Iré más allá: incluso una serie ajena en principio al fantástico como Chernobyl habría podido ser incluida aquí. Por muy increíble que parezca, bajo sus rasgos de docudrama histórico atizado por dilemas éticos y profesionales laten las formas genuinas de una auténtica (y aterradora) monster movie: la mini-serie se mueve formalmente dentro de las coordenadas del cine de terror y como tal debería ser considerada.
El problema con el cine fantástico de 2019 es que las películas llamadas a sellar la temporada ya sea o bien con sus grandes presupuestos y sus grandes taquillajes, o bien con sus presuntas ambiciones creativas, han resultado ser excepcionales y monumentales fracasos artísticos (aunque desde luego no económicos). Y el peso específico de estas películas es tan relevante que hace que el balance global del año se escore inevitablemente hacia lo anodino y lo vulgar. No se puede entender esto, claro, sin hablar de las dos películas que, por su trascendencia, han marcado el fantástico de 2019: Vengadores: Endgame y Star Wars: El ascenso de Skywalker.
Vengadores: Endgame es la lamentable conclusión de una etapa de películas que, vista con el retrovisor, ha aportado bien poco al género (aunque muchos ceros a las cuentas corrientes de Marvel). Salvando las excepciones de los dos Guardianes de la galaxia, han sido películas bastante raquíticas en cuanto a ideas interesantes (Thor: Ragnarok es seguramente la más atractiva en este sentido), y bastante ensimismadas (las dirigiera quien las dirigiera) en una misma concepción del cine de superhéroes empeñada en hacer bandera de la aparatosidad y la trascendencia visual.
Ya he perdido la cuenta de las veces que el mundo ha corrido peligro y ha sido salvado en estas películas, todo narrado con (las mismas) grandes secuencias de enorme complejidad técnica de siempre que remiten una y otra vez al cine de Roland Emmerich, y sin aportar al conjunto nada más que no sea esa hipérbole visual, ese bigger-and-better en el que se suelen ahogar la mayor parte de estos productos incapaces de entender, como sí entendió Emmerich y antes que él artesanos como Steven Spielberg, que el dominio de los tempos internos de las películas lo es todo para generar tensión.
En lo que respecta a Vengadores: Endgame, me cuesta recordar una película mainstream de 2019 tan insultante en lo argumental, no es que no haga el mínimo esfuerzo por esbozar un guion competente, es que su pereza creativa es desesperante. Veamos, viene de un cliffhanger en la anterior película planteado como “la madre de todos los cliffhangers”, un cul-de-sac formidable del que los héroes protagonistas parece imposible que salgan airosos, y la manera tan incompetente y torpe de resolverlo es… ¡un viaje en el tiempo para arreglar las cosas! Are you fucking kidding me?! ¿Es esta la solución que se les ha ocurrido para poner punto final (desgraciadamente, punto y aparte) a una historia auto imbuida de la más grande de las épicas que se ha alargado durante 11 años y 23 películas? ¿En serio? Pues no tengo más preguntas, señoría.
No mucho mejor parada queda la otra gran conclusión cinematográfica de 2019, la de la saga que hace 42 años comenzó George Lucas con La guerra de las galaxias. Star Wars: El ascenso de Skywalker es una película con no poca capacidad de seducción en sus primeros 30 minutos, que es donde encadena escenas de acción y persecución al más puro estilo Indiana Jones (Spielberg siempre, siempre como referente de J.J. Abrams).
Los problemas comienzan cuando estas escenas terminan y se intenta desarrollar algo parecido a una trama. Esos problemas se agudizan aún más cuando la cinta pretende entrar en algo que recuerda a un desarrollo de personajes. En ambos casos, la inoperancia es absoluta y el ridículo bochornoso, en cuanto al argumento, se recurre constantemente a Deus ex machinas para poder salir adelante; en lo relativo a los personajes, los dilemas que se plantean son de una simpleza que sacaría los colores a un niño de 5 años, y los continuos vaivenes en sus ambiciones (ahora soy Jedi, ahora soy Sith, ahora no lo sé) se presentan como un recurso desesperado para atrapar la atención de la audiencia sacrificando cualquier atisbo de coherencia interna.
Es una pena que una saga que ha atrapado a varias generaciones y que, más allá de sus valores cinematográficos, ha supuesto un referente cultural en las últimas cuatro décadas, termine de una manera tan triste, con una película que naufraga ridículamente en su intento de elevar el tono épico, que no complementa ni aporta nada a la trilogía original, y que no deja de ser un confuso refrito de ideas ya expuestas en las anteriores películas.
Los dos buques insignia del fantástico de 2019 son dos ejemplos de cine comercial mal planteado y peor ejecutado. En cuanto al resto de las grandes apuestas del año, la cosecha no ha resultado mucho mejor. Aún dentro de las adaptaciones de cómics, tanto Capitana Marvel como X-Men: Fénix Oscura son tienen buenas intenciones y naufragan en un mar de tópicos y redundancias argumentales.
Decepciones sonadas, por otra parte, han sido las de Doctor Sueño, It: Capítulo 2, Muñeco diabólico (Child’s Play), o Terminator: Destino oscuro, películas que desaprovechan la herencia recibida de anteriores películas que sí demostraron más empaque en lo creativo. Y lamentables bajo cualquier punto de vista serían propuestas variopintas como Alita: Ángel de combate, Midsommar, Aladdín, o Godzilla: Rey de los monstruos, irrisorias en su pretenciosidad (caso de las dos primeras) o ridículas en su puesta al día de grandes clásicos (caso de las dos últimas).
Así pues, para encontrar las 10 mejores películas de género fantástico de 2019 es necesario caminar por sendas menos transitadas, bucear en apuestas menos seguras en lo comercial, o recurrir a grandes nombres del género, nuevos y clásicos, que han acabado entregando productos mucho más satisfactorios.
- DUMBO, de Tim Burton.
Incluir aquí esta película es un acto de militancia burtoniana, porque no puede negarse que Tim Burton hace años que está en baja forma, pero sus dos últimas (y nada bien recibidas) propuestas, ésta y El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, intentan (y yo creo que lo consiguen) entroncar con uno de los temas que convirtieron al director en referente del cine de género: los personajes deformes, socialmente inadaptados, dibujados en entornos mágicos.
Dumbo no es una gran película, pero en el universo de su director es una puesta al día bastante digna de sus obsesiones tradicionales. Infinitamente mejor que cualquiera de sus películas desde Big Fish, desde luego. No trascenderá, pero es seguramente lo mejor que Burton puede ofrecernos hoy en día. Y no es poco.
- HELLBOY, de Neil Marshall.
Contra todo pronóstico, Marshall es capaz de quitarse de encima el estigma de “una-película-de-Hellboy-sin-Guillermo-del-Toro” y nos brinda la gamberrada del año, una cinta como las que a él le gusta firmar, repleta de sangre a borbotones y de mucha, muchísima mala leche.
Las dos de Del Toro son excelentes, pero lo que Marshall propone es una alternativa muy distinta, tanto en tono como en argumento, y por eso mismo la comparación es innecesaria. Simplemente, son dos visiones que se complementan sin anularse y que se validan de manera independiente por sus propios méritos. Y a esta no le faltan, precisamente.
- INFIERNO BAJO EL AGUA, de Alexandre Aja.
Otro que vuelvió en plena forma en 2019 es el director francés Alexandre Aja, que ha estrenado la película más claustrofóbica del año, sin ningún género de dudas. Infierno bajo el agua no inventa nada nuevo y están más que claros cuáles son sus referentes principales, sin embargo saca partido de su limitada premisa gracias a un pulso narrativo firme (marca de la casa), una buenas interpretaciones, y una explotación de la angustia que no da tregua al espectador. Recuerda, además, a un pequeño clásico de los años 90 bastante olvidado, Hard Rain, y eso le añade un plus de interés nada desdeñable.
- ONE CUT OF THE DEAD, de Shin’ichirô Ueda.
Hablando de referentes y de herencias, lo de esta película es absolutamente demencial, porque toma una obra tan popular como Noises Off (Michael Frayn), y se la lleva al terreno del cine de zombis. El resultado es un experimento curioso, los primeros 37 minutos son en realidad un plano secuencia de una cutrez extrema, casi amateur, que descolocan e indignan a partes iguales, pero la diversión empieza cuando la película descubre qué es realmente lo que acabamos de ver.
Aunque el planteamiento no es novedoso, el resultado sí que lo es, ya que la comedia desbocada en que se convierte la película en su segunda mitad acaba transformándose en algo mucho más complejo. Por una parte, un sincero homenaje al cine de zombis y, por otra, una carta de amor al oficio de hacer cine. Fue aplaudida a rabiar en su pase por Sitges y sí, es de visión obligada para cualquier persona que disfrute con el cine de terror.
- ELI, de Ciarán Foy.
Algunas de las mejores propuestas de género fantástico (y también de cualquier otro género) estaban este año en las plataformas de Video On Demand como Netflix, donde se estrenó Eli, la demostración definitiva del talento renovador que sus principales responsables ya habían exhibido antes en la gran pantalla.
Por un lado, Ciarán Foy, director de Citadel, uno de los cuentos de terror más sobrecogedores que ha dado el cine en lo que llevamos de siglo, y, por otro, Ian Goldberg y Richard Naing, guionistas de La autopsia de Jane Doe, puesta al día de un clásico relato de fantasmas que conseguía meter el miedo en el cuerpo hasta al más curtido de los espectadores.
Estos tres talentos reunidos están ahora detrás de una película de terror que tampoco destacaría demasiado, más allá de exhibir una caligrafía espléndida y de ofrecer un producto bastante inquietante… si no fuera por sus últimos 30 minutos, fruto de un giro argumental arriesgadísimo. Hay que analizarlo bastante para comprarlo, pero funciona como ignición de una verdadera pesadilla de terror totalmente descontrolada. Una de las propuestas más originales del año.
- EN LA HIERBA ALTA, de Vincenzo Natali.
Otro regreso triunfal el del director de Cube con esta película que inauguró Sitges y que supone una perfecta amalgama entre algunas de las ideas más recurrentes en la literatura de Stephen King, cuyo relato adapta, y las que el propio Natali plasmó en la mítica cinta del cubo de (mortales) cubos. Uno de los must de la temporada fantástica.
- NOCHE DE BODAS, de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett.
Ha sido una de las películas más comentadas del año y, aunque se pueda cuestionar su adscripción al fantástico, más allá de sus sorprendentes últimos 5 minutos, fue uno de los highlights de Sitges 2019 cuyo tenebrismo conecta con el fantástico.
Esta es una película divertidísima a la que es mejor acudir sin saber absolutamente nada de ella, así que no me extenderé. Baste decir que destila un sarcasmo atroz, que se puede leer en clave social como una despiadada visión de la clase alta estadounidense, y que es la película que convierte definitivamente a Samara Weaving en la mejor scream queen que ha dado el género desde Jamie Lee Curtis.
- LA PERFECCIÓN, de Richard Shepard.
Este años se han estrenado pocas películas tan arriesgadas como esta, que obliga al espectador a zozobrar constantemente entre lo que cree saber, lo que cree que va a ocurrir, y lo que realmente va pasando. Es imperativo, necesario, e incluso saludable aplaudir propuestas como La perfección, que se lanzan a un abismo narrativo apostando todo a la ruptura de la lógica interna del relato, porque no es habitual en una película destinada al gran público, y que además sea un rotundo éxito.
Partiendo de un género que nada tiene que ver con el fantástico, La perfección va desorientando al espectador con pequeños momentos cargados de surrealismo que van llevando poco a poco la historia hacia el relato de terror, concluyendo con lo que podríamos definir como una sangrienta parábola acerca de la excelencia artística, aquí centrada en la música clásica.
Esta pequeña maravilla hace de la hipérbole su seña de identidad, abraza sin el menor reparo al Brian De Palma clásico de los juegos de apariencias, y ofrece unos últimos y antológicos quince minutos de visceralidad desatada, difíciles de olvidar.
- NOSOTROS, de Jordan Peele.
Esta es la película que definitivamente sitúa a Peele en el mapa del género fantástico, aunque Déjame salir ya permitía entrever que nos encontramos ante una voz muy personal, clásica en lo formal, pero desde luego única en esa narrativa a medio camino entre el relato de terror y la parábola sociopolítica.
El equilibrio entre esos dos elementos resulta fundamental, el resultado es una película estimulante desde ambas aproximaciones, igualmente válida se analice como se analice.
De todos modos, y a pesar de esa armonía, donde Peele va realmente muy sobrado es en la parte fantástica, porque demuestra conocer perfectamente los mecanismos del género de terror, en un maquiavélico relato planteado como un juego de espejos desde el mismo inicio, que avanza por senderos inesperados, sin necesidad de recurrir a ningún golpe de timón argumental.
Y, por si fuera poco, Nosotros atesora un buen puñado de imágenes de una belleza plástica y un impacto emocional brutales, como la secuencia dentro de la casa de los espejos, la de la muralla humana, o la del niño y el coche ardiendo. Es incuestionablemente una de las mejores cosas que le ha pasado al género fantástico en los últimos años.
- GLASS, de M. Night Shyamalan.
Se trata de la culminación no solo de una trilogía fundamental en el cine fantástico de este siglo (con El protegido y Múltiple), sino de toda una carrera, la de Shyamalan, que debemos reverenciar como una de las miradas más poderosas que ha dado la historia del género, a la altura de las de maestros de la talla de John Carpenter o David Lynch.
La tesis central de la película, la deformidad humana como fuente de superpoderes, desemboca en una aguda reflexión sobre los límites de lo fantástico, que deviene finalmente una verdadera declaración de principios de Shyamalan: sólo unos ojos enamorados del fantástico pueden ser capaces de revelar lo fantástico dentro de las coordenadas de la realidad.
Gracias Mr. Shyamalan, muchas gracias por esta película (y por la mayoría de su filmografía). Sin usted, el cine fantástico no sería lo mismo. Y con usted, es un lugar mucho mejor en el que refugiarse. Sus películas, eso está claro, nunca se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!