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74 Festival de Cannes: Wes Anderson, nostalgia de almanaque

En Cine y Series viernes, 16 de julio de 2021

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Los directores Wes Anderson y Sean Penn presentaron sus últimas películas a competición en el Festival de Cannes. La incomprensible inclusión del filme del actor estadounidense nos ha puesto muy difícil soportar Flag Day hasta el fin de la proyección. Basada en una historia real (la novela de Jennifer Vogel) que es un subgénero del drama familiar archiconocido del padre irresponsable, cuyos hijos intentan infatigablemente reformar, lidiando con la inseguridad y la decepción, Penn cuenta con sus propios hijos (Dylan y Hopper) como protagonistas, a los que hace un flaco favor en una dirección de actores penosa, de la que él es el máximo perjudicado. Las inacabables y reiterativas escenas en cámara lenta, subrayados musicales irritantes, close-ups que insisten en ese miedo a que el espectador no pille lo dramático de las situaciones, subestimando su inteligencia, pero sobre todo su gusto, nos han proporcionado dos de las peores horas que hemos vivido en esta 74 edición.

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Wes Anderson, por su parte, nos ha ofrecido en The French Dispatch una nostálgica incursión en la Francia sesentera y el periodismo old school —inspirado en The New Yorker— una combinación excelente que se presta a la infinita recreación como el mejor sueño húmedo de cualquier director artístico. El diseño de producción de Adam Stockhausen (ganador de un Oscar por El Gran Hotel Budapest) vuelve a incluir desde la casa de muñecas, con sus múltiples tableaux vivants, hasta dinámicas escenas que fluyen con ligereza. La riqueza visual de la última película de Anderson, que alterna el blanco y negro y el color, propicia que deseamos repetir el visionado y hasta parar la imagen para poder disfrutar este inmenso y minucioso álbum, que además de película podría ser un perfecto coffee table book o en la jerga estética camp, un almanaque ilustrado.

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El otro ingrediente fundamental de la receta es un reparto de habituales y nuevas adquisiciones, que con su variedad de registros y originalidad de personificaciones nos lleva de la mano a través de un sueño estilístico, en una experiencia inmersiva. Owen Wilson, Elisabeth Moss, Benicio del Toro, Timothée Chalamet, Tilda Swinton, Saoirse Ronan, la ubicua Léa Seydoux, Frances McDormand, Edward Norton, Willem Dafoe, Christoph Waltz, Adrien Brody, Bill Murray, Fisher Stevens, Liev Schreiber, Jeffrey Wright, Jason Schwartzman, Cécile de France, Bob Balaban, Mathieu Amalric… y Anjelica Huston como narradora, ayudan a desplegar este álbum de cromos nostálgico, que como un mural de inspiración, es el destino final de múltiples hilos estéticos, históricos y culturales. La necesidad de adaptarse al formato Anderson convierte a los mejores actores en marionetas, en caricaturas o personajes planos —no por ello menos atractivos—, aunque por suerte los mejores salen reforzados.

Todos los tópicos de la cultura francesa abocan en The French Dispatch, desde el espíritu revolucionario de salón o de barricada, el Mayo del 68, todos los referentes estéticos cinematográficos de los 50 y 60, sin que pueda faltar la casa de Mon oncle, los gendarmes, la alta cocina, las familias burguesas-intelectuales, el malditismo artístico, y donde incluso Chalamet se nos ofrece en la bañera como Marat… La aportación de Wes Anderson es, como en anteriores filmes, la perspectiva desde la que se observa una cultura diferente. Desde el otro lado del océano, estadounidenses poco convencionales —lo demuestran por la elección del objeto de su veneración— viajan a la exótica India, a la legendaria Centroeuropa, a la Francia más mítica, con las intenciones, el bagaje y la mirada que funde el éxtasis, el mimetismo y la diferencia.

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El puente entre dos continentes, dos civilizaciones tan distintas y dos mundos descritos a golpe de tópico es en The French Dispatch un vehículo de comunicación, de información, de cultura, el  suplemento semanal de una publicación que desaparecerá con su director, añadiendo a la nostalgia la caducidad. Por ello, el formato es un tríptico que imita las secciones de una revista, viajes, cocina, arte…

En los artículos, el protagonismo de los autores es evidente, pues es precisamente la perspectiva la que conforma el objeto según se nos muestra. Lamentablemente, la mirada resulta tan extática que se refleja en la fascinación, sin penetrar más allá de la superficie. Y esto es perfectamente coherente con la evolución de la filmografía y el estilo tan característicos de Wes Anderson, que nos recuerda la frase de Audrey Hepburn en Dos en la carretera, definiendo el sexo en el matrimonio: Cada vez es mejor, pero significa menos.

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