La película española 20.000 especies de abejas compite en Sección oficial de la 73ª Berlinale tras la participación magnífica de Carla Simón saldada con un Oso de oro, en 2022. El primer largometraje de Estibaliz Urresola Solaguren, autora también del guion, es un proyecto largo tiempo gestado a través de residencias artísticas, laboratorios y mercados internacionales como Thessaloniki International Film Festival Crossroad Co-Production Forum, Tallin o el Berlinale Co-Production Market. La idea original de su proyecto surgió tras conocer la historia real de Ekai Lersundi, el adolescente de 16 años que cometió suicidio en 2018, desesperado por los obstáculos que encontró en su propósito de reasignación de sexo y así fue como escribió la historia de Aitor/Cocó/Lucía, un niño de 8 años que no se reconoce en quien le dicen que es. La temática abordada, cada día más frecuente en el cine —Tomboy (Céline Sciamma, 2011), Girl (Lukas Dhont, 2018), L’immensità (Emanuele Crialese, 2022)—, ofrece a través de esta ópera prima una perspectiva sensible, conmovedora y, en este caso, matizada por los puntos de vista de tres generaciones.
20.000 especies de abejas narra un proceso en su comienzo, cuando surgen las preguntas como: ¿Por qué tú sabes lo que eres y yo no? Urresola describe con gran delicadeza la cotidianidad de la confusión y al mismo tiempo de la certeza. Para ello, no escoge un ámbito de relación como la escuela sino ese tiempo de vacaciones en el que, en una decisión súbita, la familia sin previo aviso viaja al pueblo donde Ane (Patricia López Arnaiz) se crio. La expectativa al llegar sería encontrar un ambiente que acoge y ofrece la seguridad, que nos reconforta en un momento de crisis, así lo entiende Lita (Itziar Lazkano), la abuela, que sospecha una crisis matrimonial, como se produjo con la pareja anterior. Esta vez, sin embargo, el problema es más complejo, quizá por el momento vital y la necesidad de afirmarse profesionalmente, Ane necesita volver al taller de escultura de su padre y retomar una vocación prometedora que dejó en el camino de la maternidad. Su propio debate interno, entre aceptar una plaza de profesora de arte y reconocer sus propios límites como artista, además de averiguar hasta dónde es capaz de llegar para conseguirla, la superan y la angustian sin que ese tiempo muerto para reencontrarse le dé un solo momento de paz.
La necesidad de encajar en un mundo que no ha previsto la rebelión contra lo predeterminado es presentada por la directora en un contexto muy concreto, un pequeño pueblo vasco fronterizo, donde las costumbres y la religión están muy arraigadas, y aparecen representadas en la abuela del pequeño. El pueblo no es idílico y el reencuentro con costumbres conservadoras no la ayudan a sentirse en casa, sobre todo en cuanto a Lita, cuyo reverso es su hermana Lourdes, tía de Ane (Ane Gabarain), una mujer madura y libre, dedicada a la apicultura y que vive conscientemente, mostrando una relación con la naturaleza y el entorno despojada de convencionalismos, pura y simple.
Tanto Ane como Cocó (Sofía Otero) se hallan en un pleno proceso de transformación, en una crisis de la que surgirá una abeja reina, pero que no les ahorrará el dolor interior ni el causado por la incomprensión de aquellos a quienes más necesitarían a su lado. La directora puede anotar como un mérito haber transmitido la desorientación de una madre que adora a su hijo, desea con todas sus fuerzas comprenderlo, pero no posee aún más herramientas que la voluntad de entenderlo y aceptarlo. A lo largo de esas vacaciones, Ane llegará a ponerse en el lugar del pequeño y apoyarle incondicionalmente, tras haber hecho frente a su propia inconfesable resistencia, que se revela en su negativa a que Cocó deba identificarse tan pronto con uno u otro género.
Las tres generaciones que se enfrentan a una realidad que no encaja en la ortodoxia conocida reaccionan de distinto modo, la madre y la tía de Ane, pese a tener la misma edad, demuestran que Lourdes ha vivido su propio proceso de liberación, y se ha alejado de la religión y sus tradiciones, del pensamiento mágico y de la mojigatería de los otros, que como Lita identifican como un valor a defender y transmitir. Por su parte, las hijas viven también como si tuvieran las madres cambiadas, Ane se permite vacilar, pero su prima defiende el bautismo de su bebé contra los deseos de Lourdes. Por último, los niños serán los más libres, la directora nos los muestra con una mirada desprejuiciada, limpia, dispuestos a aceptar las cosas como son, como las ven y no como alguien les ha dicho que deberían ser. La escena en que Cocó se intercambia el bañador con su nueva amiga es uno de los hallazgos más bellos y simples del filme, en el que abundan los símbolos como la sirena y las metáforas de la naturaleza.
20.000 especies de abejas es un debut remarcable, con unas actrices magníficas, tejido con sutileza y calma, que aporta a este nuevo subgénero del coming of age una mirada infantil, cuya inocencia transmite a la perfección, a lo que hay que añadir el gran mérito de Sofía Otero, capaz de mantener todos los corazones del público de Berlín en un puño.
20.000 especies de abejas, que está rodada en castellano, euskera y francés contó con un equipo en el que las mujeres produjeron (Lara Izagirre y Valérie Delpierre), escribieron, dirigieron y ayudaron a dirigir (Silvina Guglielmotti), manejaron el sonido (Eva Valiño), la fotografía (Gina Ferrer García), la dirección de arte (Izaskun Urkijo Alijo), diseñaron el vestuario, el maquillaje y la peluquería. Producida por Gariza Films e Inicia Films, ha contado con la participación de RTVE, EITB, TV3 y Movistar Plus+ el apoyo del Gobierno Vasco y la Diputación de Álava y la financiación del ICAA, la película llegará a las pantallas comerciales a través de BTeam Pictures, que la distribuirá a lo largo de este año, aunque sin fecha confirmada todavía.
Sofía Otero fue premiada con el Oso de plata a la mejor interpretación en el 73ª Festival de Berlín.
Información actualizada el 25 de febrero de 2023.
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