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Cultura

¿Qué puede un cuerpo? Reflexión sobre su contexto

En Slow Movement, Cultura 19 junio, 2017

Alejandro Serrano

Alejandro Serrano

PERFIL

Nadie sabe lo que puede un cuerpo. Georges Bataille (Historia del erotismo, Ed. Errata Naturae)

El poeta Paul Valéry ya advirtió que lo más profundo es la piel, haciendo una comprensión del cuerpo como una vestidura extraña. Hoy, esa capacidad para reflexionar sobre el cuerpo queda soterrada en el deseo contemporáneo por acabar con lo que tiene éste de real en el mundo de la imagen. Cuerpo y propiedad se pelean cada vez más, se encuentran menos a gusto juntos, en un mundo donde el consumo y la mercantilización del cuerpo están a la orden del día.

El llamado culto al cuerpo se traduce, realmente, en una negación del propio cuerpo, declaran en esta entrevista Erick Torres y Marisa López, encargados del proyecto Llanncai, y preguntan: ¿Hasta qué punto llevar a cabo rutinas que, teóricamente, deberían resultarnos saludables, aunque sintamos como una carga? ¿Hasta dónde llegar con tal de no aceptar la imagen que el espejo nos devuelve? Para ascender a los cielos es preciso perder el propio cuerpo, el último residuo de la tierra. La sublimación, el cuerpo sometido a los ideales de autenticidad, es al mismo tiempo la negación del propio cuerpo en favor de un discurso, de una pura racionalidad.

El hombre de vitruvio. Leonardo da Vinci

Esta ambivalencia, propia de la configuración de nuestro sistema capitalista, la describió el teórico Daniel Bell como la ambigüedad entre la excitación o el deseo de consumo, por una parte, y la racionalidad, por otra. Mientras que el capitalismo nos exige que seamos pulcros y templados trabajadores eficientes de día, al mismo tiempo nos dicta que seamos dionisíacos por la noche. De ahí también que ligar en estos tiempos suponga más una acción racional que afectiva, más apolínea que dionisíaca: una puesta a punto de estrategias, antes que de pasiones.

El capitalismo se nutre de las fantasías anticapitalistas, o como bien ilustra el periodista Vanity Dust: por un lado, resolvemos nuestra situación económica compartiendo coches y casas y, por el otro, nuestras frustraciones personales, meditando y abrazando árboles. Basta con fijarse en el éxito global de Bansky o los miles de seguidores de aquellos artículos que critican nuestro ensimismamiento en las redes sociales.

Ahora bien, si esta polaridad mediatizada a la que nos vemos sometidos determina nuestra subjetividad, ¿hasta qué punto ésta no es más que un producto de la dinámica del mercado capitalista? ¿Hubo alguna vez un vínculo natural entre entre el cuerpo y sus atributos? Para el teórico Eloy Fernández Porta, no y argumenta que la verdadera transformación que ha provocado el desarrollo tecnológico actual es la transformación de nuestros propios cuerpos, de nuestra manera de ver y de relacionarnos con el mundo, de nuestra forma de sentir y de procesar las emociones […] El cuerpo es el espacio donde se disputan las rivalidades, los enfrentamientos entre ideologías.

Selfie de Barack Obama con la Selección de Fútbol Femenina de USA

No hay cuerpos; sólo discursos, imágenes e ideologías que lo determinan. De ahí la necesidad de entender hoy el cuerpo como un constructo discursivo, con su normativa, y no como una entidad biológica, puesto que en esa dirección nos lleva cortocircuitar los modelos imperantes y sus relaciones, para repensarlos mejor, para preguntarnos sobre su construcción política y mercadotécnica de los géneros, las prácticas sexuales, los deseos o afectos.

No se pueden desligar un cuerpo de su contexto social y cultural. Cada época, como cada cuerpo, es único, y está atravesado por problemáticas y debates diferentes. O como diría Eloy Fernández Porta: Hay menos diferencias entre una máquina de escribir y un iPhone que entre un cuerpo de los años sesenta y un cuerpo actual.

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