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«Mentes brillantes»: ¿Qué me pasa doctor Lilti?

En Cine y Series 2 abril, 2019

Philipp Engel

Philipp Engel

PERFIL

Cada vez que entrevisto a Thomas Lilti, y ya van tres –por Hipócrates (2014), Un doctor en la campiña (2016) y Mentes brillantes (2018), que se estrena el 4 de abril–, aprovecho para consultarle sobre alguna de mis múltiples dolencias. Hay que aprovechar porque el Dr. Lilti es, posiblemente, el único médico de formación que se ha dedicado a hacer películas sobre medicina. Y su diagnóstico siempre es el mismo: el sistema está enfermo; el mío, queda entre nosotros, por aquello del secreto profesional. Pero me ha funcionado.

El Dr. Lilti factura un cine popular, para todos los públicos, pero siempre con una base documental, y con un claro mensaje político. Mi diagnóstico tampoco le parece malo. No tiene nada que objetar. Sí, confirma, no me interesa el entretenimiento por el entretenimiento, y al mismo tiempo tampoco quiero hacer un panfleto. Pero sí me atrae mezclar las dos cosas, porque, además de querer hacer un cine político, muy documentado, también soy sensible a la dimensión novelesca del relato, con auténticos héroes que quizás no nos encontramos en la vida real, aunque pueden hacer que llegues a preguntarte: si fuese un poco como ellos, quizás el sistema funcionaría mejor.

Mentes brillantes (Thomas Lilti, 2018)

El Dr. Lilti en el set de ‘Mentes brillantes’.

En el caso de Mentes brillantes, el omnipresente Vincent Lacoste y el cómico William Lebghil son dos estudiantes que opositan para estudiar medicina. Uno tiene mucha vocación, pero le cuesta memorizar una aberrante cantidad de datos, mientras que el otro tiene más capacidad de almacenamiento, pero está menos motivado. La película denuncia la mecánica del concurso de acceso, basado en la memorización absurda, y su alto coste psicológico en el aspirante, tanto en el que fracasa, como en el que aprueba. La presión puede llegar a convertirles en auténticos psicópatas. Para el Dr. Lilti, se trata de un sistema que privilegia, por encima de cualquier otro valor, el individualismo y la competitividad. Y uno puede preguntarse: ¿Dónde están las cualidades humanas? ¿Dónde está la empatía? Aunque hace ya un tiempo que rodó la película, se le nota todavía muy indignado: Y luego se les dice que el éxito está relacionado con el esfuerzo, cuando el sistema no es igualitario para nada.

Mentes brillantes (Thomas Lilti, 2018)

Vincent Lacoste y William Lebghil, estudiando a saco.

¿Qué haría si fuese Ministro de Sanidad? La pregunta se impone. Pararía este tipo de concursos, y optaría por que la selección se hiciera de manera mucho más progresiva, con distintas ramificaciones a lo largo del camino, de manera que pudieran derivar en Biología, Enfermería o cualquier otra opción, para la que el saber adquirido sirviera de algo. Con el sistema actual, sólo un 15% termina convertido en médico, mientras que el resto ha perdido completamente el tiempo. Se han entregado a fondo durante dos años, se han estropeado psicológicamente, y ¿qué les queda después de este primer fracaso? Prácticamente nada, porque todo lo que se han esforzado en memorizar es completamente inútil. Son años perdidos, que sólo sirven para estropear la juventud. Habría que darles la oportunidad de que lo que han aprendido pueda servirles para otra cosa. Además de ser un buen médico, y un realizador competente Lilti también podría dedicarse a la política. Su película anterior, la muy popular Un médico en la campiña, tenía un punto visionario. Con aquella denuncia de la desertificación del campo, en recursos y, sobre todo, en médicos, también prefiguraba a su manera la ira de los chalecos amarillos.

Por lo pronto, y quizás a raíz de Mentes brillantes, Macron, que ya era partidario de una reforma, ha anunciado, para 2020, la supresión del concurso tal y como aparece en el filme, así como la anulación del numerus clausus (plazas limitadas) instaurado en 1971, por lo que, al haber más doctores, podría también empezar a solucionarse la falta de médicos en la campiña. Quedarían otros problemas, como el funcionamiento de los propios hospitales, radiografiado en Hipócrates. Y es que, si hay tantas películas de médicos a la francesa, es porque el sistema sanitario francés es un paciente crónico.

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