Cincuenta años después, el empeño de Bayona para sacar adelante su adaptación cinematográfica, a lo largo de una década, demuestra que el interés por una historia que estremeció al mundo no ha decaído. Juventud, tragedia, lucha por la supervivencia, muerte y canibalismo son ingredientes más que suficientes para tejer una historia en la que el hombre se bate contra los elementos y contra su propia naturaleza, pero lo que el director de El orfanato deseaba, más que nada, era rodar un relato de solidaridad y no una película de héroes.
Del director de Lo imposible (2012) esperábamos espectacularidad y ese toque estilístico que le distingue a la hora de ponerse al frente de una gran producción. En colaboración de nuevo con las productoras Belén Atienza (Lo imposible, El orfanato) y Sandra Hermida (Lo imposible, Un monstruo viene a verme), la película que ha rodado Jota en Sierra Nevada y los mismos Andes mejora, en mi opinión, aquella otra lucha por la supervivencia que, tras La sociedad de la nieve, recuerdo como una sucesión de desgracias en la que jamás se perdía la esperanza.
Si la anterior adaptación al cine partía del libro de los setenta, (¡Viven!, Frank Marshall, 1993), la aproximación de J. A. Bayona, cuyo guion ha escrito conjuntamente con Bernat Vilaplana, Jaime Marqués y Nicolás Casariego se basa en La sociedad de la nieve, la obra coral que comenzó a escribir Pablo Vierci, en 1974, donde se da voz a los supervivientes mal abrigados y desnutridos en un infierno helado a treinta bajo cero. Vierci, que había sido compañero de colegio de los supervivientes, les acompañó con sus hijos en un regreso a la montaña, donde los dieciséis recordaron su experiencia y su cercanía a la muerte. La preparación de la película implicó, por otra parte, un minucioso y exhaustivo trabajo de campo por parte del director, durante el cual estrechó su relación con los implicados y sus familias, mediante innumerables entrevistas, un trabajo que según admitieron, tuvo el efecto secundario de cohesionar más un grupo que jamás ha dejado de estar en contacto, pero que nunca antes había llegado a consensuar sus propias historias.
La mirada de Bayona es espectacular, pero no es la mirada de Hollywood. Sin escatimar recursos, las escenas del accidente o el alud nos dejan clavados en la butaca sin respiración —por supuesto, hay que verla en pantalla grande— pero además, fiel a la realidad de los hechos, el director retrata a un equipo, destacando su actitud de compañerismo sin héroes glamurosos. La primera película que Jota vuelve a rodar en español tras 14 años ha contado con la baza de incluir un reparto de actores uruguayos y argentinos: Enzo Vogincic, Matías Recalt, Agustín Pardella, Tomas Wolf, Esteban Kukuriczka, Francisco Romero, Rafael Federman, Felipe González Otaño, Agustín Della Corte, Valentino Alonso, Simón Hempe, Fernando Contigiani, Benjamín Segura, Luciano Chatton, Agustín Berruti, Juan Caruso, Rocco Posca, Andy Pruss y Esteban Bigliardi. La naturalidad y verosimilitud de sus interpretaciones —en el caso de algunos incluso debutantes— han aportado la faceta humana y creíble de la tragedia, que se aleja de la adaptación que protagonizó Ethan Hawke. Los personajes de Bayona muestran la tragedia personal en equilibrio con su solidaridad y, especialmente, en las escenas previas al accidente, cuando el relato introduce a los pasajeros y sus historias individuales, agradecemos que no se apele al sentimentalismo para suscitar la simpatía particular del espectador. De la misma manera, la pulsión de la tragedia inevitable y los diferentes golpes que reciben los protagonistas producen un estrés mesurado, por eso tenemos la sensación de observar de cerca, pero no tanto de empatizar dolorosamente.
El quinto largometraje de J. A. Bayona nos ahorra el trascendentalismo o la advocación al destino o a la divinidad benefactora, rastreable en ¡Viven!, porque aquí no se trata de cumplir una agenda de guion y porque los tiempos han cambiado. El cine de tragedias es ahora un cine más real, aunque la espectacularidad y la acción no se dejen de lado y, como en este caso, estén más que conseguidas, lo que no está reñido en absoluto con la delicadeza y discreción con que se ha tratado uno de los puntos más duros de la historia: el canibalismo. Por supuesto, La sociedad de la nieve no es una película de tesis en la que se ponga en cuestión la legitimidad de los medios y los fines, pero es un gran acierto que se dé voz a los vivos y a los muertos, que el coro traspase el umbral de la vida y lo divino no interfiera en lo humano.
La sociedad de la nieve, que se estrena en cines el 15 de diciembre y en Netflix el 4 de enero, ha sido premiada en las categorías de Maquillaje y peluquería, así como por sus efectos visuales en los 36 EFA (European Film Academy), y consiguió el Premio del público en el 71 Festival de San Sebastián, también ha sido nominada como mejor película de habla no inglesa en los 81 Globos de oro y en trece categorías de los Premios Goya (incluyendo mejor película y mejor dirección).
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