Si pudieras librarte de tus emociones ¿lo harías? Ese es el punto de partida de La bestia (La bête, Bertrand Bonello, 2023), una fantasía que arrastra en un debate entre intelecto y emoción a la pareja formada por Gabrielle (Léa Seydoux, en su tercera colaboración con el director) y Louis (Georges McKay). Ambos se encuentran en un momento de sus diferentes vidas, que de un modo u otro están conectadas en 1910, 2014 y, finalmente, 2044, cuando se enfrentan a la decisión de “purificar” su ADN y dejar de experimentar emociones desestabilizantes. La amenaza del desastre, la intuición de que algo horrible va a suceder es una sensación que angustia a Gabrielle desde su juventud y le impide disfrutar plenamente, ser feliz, despreocuparse del futuro.
La conexión que une a la pareja desde su primer encuentro es extraordinariamente fuerte y no únicamente expresada a través del amor y la pasión. La película más romántica estrenada en el 80º Festival de Venecia es un melodrama distópico y subyugante con unos protagonistas capaces de dotar de tal calidez y autenticidad a sus personajes, que nos permite reconocer su núcleo más allá de sus cambios a lo largo del tiempo y sus diferentes encarnaciones. En la primera de ellas, Louis reencuentra tras seis años a Gabrielle, concertista de piano, que está casada y vive en el París que será anegado por la inundación de 1910, entonces demostrarán que no han perdido la chispa que prendió en una cena en Nápoles, tras una representación de Madame Butterfly; en la segunda, ella es una joven modelo que cuida una mansión mientras su dueño está de viaje y él un joven incel atormentado y con ansias de venganza, por ser rechazado por las mujeres; y en la tercera, ambos se conocen cuando buscan trabajo, siendo convencidos de “purificarse” como una ventaja para obtener un empleo.
La química entre Seydoux y McKay es tan poderosa como la atracción que sienten sus personajes, con el fatalismo de esperar siempre lo peor, una sensación paralizante que los encadena a través de los siglos. El director de Casa de tolerancia (2011) tiene el valor de abordar una historia con un estilo tan libre como su atrevimiento y el resultado es una mesmerizante inmersión en la pura emoción, justo lo que se pretende anular en ese futuro tan cercano. El alivio que supone perder los miedos al avenir, al amor, a la propia vida, a la amenaza que nuestra propia mente cierne sobre nuestros planes o la falta de ellos no siempre es deseable, porque nos desliza al límite de lo humano.
La inexpresividad emocional se patentiza de diversas formas a lo largo de la película. En la parte que se desarrolla en el futuro, Guslagie Malanda (Saint Omer, 2023) encarna a la asistente biónica de Gabrielle, en lo que supone la cercanía y contraste máximos entre la desnudez emocional y la protección total, mientras que en el segmento del siglo pasado recurre a la fábrica de muñecas de Georges, interpretado por Martin Scali (Asteroid City, 2023), marido de Gabrielle, para ilustrar metafóricamente la falta de emociones y, literalmente, la inflamabilidad, como debilidad de los seres impasibles. Es reveladora la escena en que ella muestra a Louis cuál es la expresión que adoptan las muñecas para ser lo más neutras posible. El primer plano a su rostro equivale a un deseo y a una maldición.
Bonello coescribe la película junto a Guillaume Bréaud y Benjamin Chabrit, basándose en la idea que le inspira el cuento de Henry James titulado La bestia en la jungla (1903), una historia en la que su protagonista está bloqueado por el terror a algo que intuye en su futuro, un acontecimiento catastrófico que destrozará su vida y solo al final reconocerá su verdadera naturaleza, todo lo que ha perdido por no estar “presente”. La ambivalencia de esa amenaza es lo más interesante de la exploración de Bonello, y también lo más difícil de mostrar y describir, máxime en ese triple arco temporal en el que sitúa a sus personajes, inasequible sin un guion a toda prueba e interpretaciones de la solvencia de que son capaces sus actores. No en vano la película se abre con una escena que recrea un rodaje, con la Gabrielle de 2014 que es modelo en L.A., donde el muro verde y la virtualidad de la amenaza, la presencia del cuchillo sobre la mesa, y el pavor ante la bestia funden realidad e imaginación con el mismo resultado.
El rodaje de La bestia sufrió diversos avatares, el más dramático la muerte de Gaspard Ulliel en enero de 2022 , quien debía encarnar a Louis y a quien se dedica la película.
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