Inside, el primer largometraje de ficción de Vasilis Katsoupis, escrito junto a Ben Hopkins, estrenado en la sección Panorama de la 73ª Berlinale, es un tour de force de Willem Dafoe, absoluto protagonista a lo largo de los 105′ de metraje, donde encarna a Nemo, un ladrón de obras de arte que se introduce en el ático de un arquitecto multimillonario. A punto de salir, se quedará atrapado por una avería del sistema de seguridad que había conseguido anular para llevar a cabo el robo de varias pinturas de Egon Schiele, entre ellas un retrato que no aparece a la vista. Como hombre solo en un medio hostil que debe luchar por la supervivencia, Nemo —su nombre significa “nadie” y es el mismo que Julio Verne otorgó al protagonista de sus novelas de aventuras Veinte mil leguas de viaje submarino y La isla misteriosa— tiene ilustres predecesores en el cine.
Sin embargo, Inside pretende no ser solo una historia de resiliencia y perseverancia, con sus altibajos, crisis de fe en las posibilidades de escape y más o menos imaginativas estrategias de manejar el estrés del confinamiento. En este sentido, la idea original de Katsoupis fue también aportar una reflexión sobre la vida y el arte, el sentido de la creación artística y su valor en la sociedad actual, sin olvidar el guiño a los riesgos de una automatización integral de lo cotidiano, al delegar en la “inteligencia” de los objetos.
El diseño de producción de Thorsten Sabel es impactante, logrando retratar al propietario de la colección a través de la arquitectura de la vivienda de estilo brutalista, de esta forma, el plúmbeo cemento de la gran escalera, las enormes ventanas y la claraboya —cuyo peso dramático será decisivo— enmarcan y definen un estilo de vida y unos valores que describen al dueño de la vivienda sin necesidad de que le conozcamos ni se muestre.
Este hábitat, fotografiado por Steve Annis —cuyos close up al estresado Nemo pueden hasta incomodar— estará caracterizado, claro, por una colección de arte contemporáneo en todos sus medios y soportes, que incluye una video instalación de la artista serbia Breda Beban, quien fuera profesora del propio director. Desde el enorme retrato que le muestra junto a su hija, parece que aun en la ausencia, el señor de la casa nos parezca presente y desafiante, exhibiendo su poder a través de una valiosa colección, una construcción apabullante y una capacidad económica insultante, sin olvidar su profesión, que literalmente proyecta y diseña cómo van a vivir los demás.
Será también ese retrato la única obra que vandalice Nemo durante su encierro, con un trazo infantil de burla, de desafío e irreverencia, porque ese gran ausente encarna una de las respuestas que menos nos gustan a las grandes preguntas sobre el mundo y su banalidad, lo efímero y lo duradero, y sobre todo de la función del arte en nuestras vidas. Desde las escenas de caza en los muros de las cavernas, el arte ha conjurado temores y ha alentado deseos, ha expresado con voluntad estética las emociones y las ideas.
La voz en off de Nemo marca la clave de inicio del filme, mientras este se introduce en la mansión y hábilmente desconecta la alarma y localiza su botín, recordando lo que escribió en una redacción escolar donde debía enumerar las tres cosas que salvaría de un incendio: mi gato, un CD de AC/DC y mi libreta de bocetos. Sin embargo, aún reconoce que le sobran dos: el gato muere, la música pasa, pero el arte permanece. Y es el arte una de las herramientas que le ayudan a resistir, porque transformada en valor material es un medio de vida en la sociedad, pero su potencial expresivo se desata en la soledad encontrando su verdadero sentido.
Trascender y estar presente aún después de morir es un privilegio de millonarios extravagantes, que pueden recurrir a la criogenización o a la inmortalidad mediante su réplica en forma de retrato o escultura, y así lo ejerce el ausente, que es representado también en una escultura hiperrealista al estilo de Maurizio Cattelan, de quien en la película se exhibe la obra A Perfect Day (1999) —en la feria ARCO se ha mostrado un Picasso yacente del artista Eugenio Merino (Aquí murió Picasso), en el mismo espíritu—, desafiando la mortalidad y anticipándose a su abandono del edificio… En ese mausoleo de paredes grises, un container artístico que podría servir de túmulo mortuorio repleto de tesoros, Nemo ve pasar los días en un tiempo cortocircuitado, sin agua y sin comida. Armado solo con un transmisor para comunicarse con su cómplice, se quedará también incomunicado con el exterior, sin aparente posibilidad de escape.
Sin embargo, el CCTV le mantiene en contacto con el segundo círculo de relación dentro del edificio: el garaje, las escaleras, el vestíbulo, donde descubrirá a una joven dedicada a la limpieza, a la que pondrá por nombre Jasmine y con la que fantaseará en su delirante confinamiento. Las pantallas con imágenes en blanco y negro adquieren entonces las características de una nueva video instalación, cuando la mirada de Nemo las transforma, dotándolas de una capacidad de generar emociones.
El crescendo de tensión no es un dechado de originalidad, pero nos mantiene interesados en el destino del ladrón, no olvida en ningún momento el sentido del humor a través de símbolos o hallazgos, como esa “Macarena” que suena de pronto, cuando se queda abierta la puerta del frigorífico o la transformación de los objetos al dotarles de una finalidad diferente de aquella para la que se diseñaron. En ningún momento, Inside nos llega a desconectar de las fatigas de Nemo, por otra parte, permite al espectador diseñar su propio recorrido en la aventura, quedándose en las peripecias del Robinson o abstrayendo sus propias reflexiones sobre ese pequeño universo, una jaula de oro y cristal cuyo deterioro progresivo —se rodó cronológicamente— se va cargando de significado a lo largo del metraje.
Inside podría haberse quedado en un vehículo perfecto para uno de los grandes actores de su generación, si no el más grande, por lo menos quien alberga la mejor alma torturada del cine, capaz de transmitir una vulnerabilidad apasionada, un halo de amenaza inofensiva, con una voz, una gestualidad y una presencia capaces de expresiones contradictorias y simultáneas. Ya sea dirigido por Scorsese, von Trier o Ferrara, Willem Dafoe siempre roba el show, además, en Inside, está presente en cada fotograma y ni queriendo, que no queríamos, habríamos podido apartar los ojos de un recital que podría resumir toda su carrera.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!