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«El encaje roto»: Emilia Pardo Bazán y la violencia de género

En Cultura 30 octubre, 2019

Irati Martínez

Irati Martínez

PERFIL

Sobre Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851-Madrid, 1921) se han escrito y publicado infinidad de artículos y libros, muchos de ellos elogiando su talento e influencia literaria, su inteligencia e interés por la educación, la igualdad de género y los derechos de la mujer o la gran herencia que legó a los lectores venideros, quienes hemos tenido la suerte de apreciarla y admirarla por todo ello.

Sin embargo, lo que aún no había visto la luz era una recopilación de sus relatos sobre la violencia de género, tema al que recurrió en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria como escritora. Esta antología llegó a manos de Editorial Contraseña, que en octubre de 2018 editó El encaje roto: antología de cuentos de violencia contra las mujeres, formado por 35 relatos, que habían sido publicados en diferentes medios españoles a lo largo de la carrera literaria de la novelista gallega.

La idea de esta antología surgió a raíz de la lectura de un número de la revista La Tribuna, especializada en la vida y obra de Emilia Pardo Bazán, relata el editor de Editorial Contraseña, Alfonso Castán. En esta revista se habían publicado varios artículos sobre la cuestión de la violencia machista en la obra literaria de la autora, por lo que, tras un período de investigación y selección, se decidió reunir más de una treintena de cuentos relacionados con el tema y editar un libro que recopilara varios de ellos, junto con un prólogo de la profesora de la Universidad de Santiago de Compostela y experta en la obra de la autora, Cristina Patiño Eirín, que se centrara sobre todo en la forma en la que Emilia Pardo Bazán trató el tema de la violencia machista en su obra, explica Castán.

"El encaje roto", Emilia Pardo Bazán. Contraseña Editorial

¿Cómo podríamos empezar siquiera a explicar la relevancia y el valor de estos relatos? Por ejemplo, subrayando que estos cuentos fueron publicados en medios nacionales entre 1883 y 1922 (algunos póstumamente), teniendo en cuenta que denunciar públicamente comportamientos machistas y de violencia física y psicológica contra las mujeres en un mundo de hombres era tan inusual como osado; O ahondando en su contenido, notablemente moderno para la época y que abarca todo tipo de violencia hacia las mujeres, aplicada en madres, hijas, hermanas, novias, prometidas, vecinas, amantes y esposas.

Y no solo eso, sino  también ejercida en todos y cada uno de los rangos sociales. No importa el lugar que se ocupe en el escalafón social, el dinero y prestigio que se tenga o dónde y cómo viva una. A medida que se avanza en la lectura, nos percatamos de las tantas, tantísimas formas de humillar, atacar, deshonrar, herir, ignorar, dañar o matar que existen.

Estas violencias están arraigadas al miedo y duran décadas como en el primero de los cuentos, El indulto, o relacionadas con la humillación pública, como ocurre en Las desnudadas; violencias unidas a los celos infundados, como en La puñalada, aunque también agresiones de puertas para adentro, como en A secreto agravio... Asimismo, violencia auto gestionada por el peso de la opinión social, como sucede en La culpable, o basada en hechos reales, tal y como ocurre en el cuento de título Aire. La mayoría de estos desgraciadamente tienen finales de extrema inhumanidad como para aceptarlos sin que el estómago se le revuelva a una.

Emilia Pardo Bazán

Es por esto que, tal vez, lo más duro de sobrellevar de la lectura de estos relatos de Emilia Pardo Bazán sea la atemporalidad de los actos que se cometen en cada cuento. Si bien las tradiciones sociales y derechos de la mujer han evolucionado en importantes aspectos desde finales del siglo XIX, la violencia sigue teniendo el mismo rostro que hace dos décadas. Los actos, excusas y móviles que llevan a los hombres a ejercer su aparente e infundada superioridad contra las mujeres siguen siendo los mismos, por mucho que los años pasen, las leyes se actualicen, las penas se endurezcan o la sociedad se conciencie.

No obstante —porque siempre hay un pero y en este caso damos gracias por ello—, contrarrestando lo triste y humillante que resulta esta realidad para el género femenino, debemos hacer especial mención a otro aspecto que se da en muchos de estos relatos, quel nos hace albergar la esperanza de que, a pesar de que la violencia sea primaria y básica desde el principio de los tiempos, su misma confrontación es motivo de orgullo y satisfacción personal y colectiva.

Porque así como nos encontramos circunstancias verdaderamente turbulentas a lo largo de los relatos, habrá también momentos en los que las mujeres de estas historias de Emilia Pardo Bazán se subleven y enfrenten a sus agresores, ya sean hermanos, maridos, amantes, novios o padres, derrocándoles por medio de la inteligencia y agudeza, la sensatez y la precaución o la propia y bien merecida elevada autoestima que estas mismas han sido capaces de cultivar en su interior.

Emilia Pardo Bazán

Podemos comprobar esto, por ejemplo, en Los huevos arrefalfados, donde la protagonista hace frente a un marido violento por medio de la inteligencia, así como en Apólogo, donde la mujer del relato consigue escapar de su agresor a tiempo, o en Casi artista, donde es la mujer  quien acaba alzando el puño en defensa propia; también en Feminista, donde las tornas cambian completamente a favor de la mujer. El último relato, que da nombre a la antología, El encaje roto, tal vez sea el más esperanzador de todos, ya que la protagonista termina por escapar gracias a su sensatez de un futuro matrimonio que alberga todo tipo de martirios.

Es por ello que la sensación que deja esta lectura es total y enteramente agridulce, en donde la balanza, que carga por un lado el orgullo y la sororidad, y por el otro, el espanto y el pavor, no deja de inclinarse con brusquedad hacia un lado y hacia el otro, sin llegar a estabilizarse del todo.

Emilia Pardo Bazán

Aun así, estas páginas albergan esperanza. A pesar de que la mayoría de los 35 cuentos tengan un final fatídico para sus protagonistas y que varios estén basados en sucesos reales, cosa que lo hace todo aún más angustioso de lo que ficticiamente es, aquellos que juegan a favor de nuestras heroínas, acaban transmitiendo una sensación de orgullo y unión que ningún puño o acto violento puede derrocar.

Si nos fijamos bien en la portada del libro, encontraremos la ilustración de una mujer rota y despedazada, diseñada por Elisa Arguilé, en la que plasma visualmente una de las consecuencias que tiene la violencia contra la mujer, la cosificación, aclara Alfonso Castán, pero en la que también deja abierta una puerta a la esperanza: la ilustración es un puzzle, y si alguien se toma el trabajo de completarlo, se dará cuenta de que no falta ninguna pieza, concluye.

Es un libro repleto de víctimas, pero también de supervivientes. Y ello hace que su lectura, aunque dura, valga completamente la pena.

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